Después de tres fines de semana fuera de Israel con un público costo estimado en cinco millones de dólares, la pareja Netanyahu y el hijo Yair pretenden hoy ampliar su poder y poner fin a la democracia que singularizó a nuestro país en sus 75 años de vida.

La severa censura del ministro de Defensa Yoav Gallant a esta torcida tendencia le costó su inmediato despido, decisión que de inmediato multiplicó la pública resistencia de amplios estratos de la sociedad israelí que desde hace doce semanas defienden la libertad ciudadana que esta familia y sus fanáticos partidarios pretenden eliminar.

La decisión unilateral de Bibi que hoy cuenta con el apoyo de personajes y agrupaciones que apenas han contribuido a la defensa y al progreso del país canceló de inmediato las actividades económicas y académicas en el país, incluyendo a los aeropuertos sin afectar a los servicios hospitalarios.

Protesta estridente que de inmediato mereció ecos y comprensión en importantes capitales del mundo.

En estas horas las multitudes llegan y se agrupan en Jerusalén. Y en contraste con lo que se conoce en otras latitudes, las fuerzas policiales revelan aquí comprensión y tolerancia.

Muchos hilos unen a unos y a otros.

Hasta aquí Netanyahu guarda irresponsable y pasivo silencio. Y en contraste, las fuerzas militares han elevado la atención a los movimientos de algunos vecinos, desde Irán a Gaza y el Líbano, que podrían aprovechar esta crisis nacional para destruir al país.

En estos días del Ramadán crece al mismo tiempo la probabilidad de un áspero choque interno que, si se verifica, acentuará la incertidumbre que hoy nos afecta y afea individual y colectivamente.

Tal vez en las próximas horas Netanyahu romperá su silencio. Si la cordura aún le preside las multitudes ciudadanas podrán retornar a sus hogares y esperar que Pésaj será una vez más el símbolo de la libertad animada desde los tiempos bíblicos.

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