Nuestro país conoce en estos días un panorama que apenas tiene antecedentes en su historia.

Ciertamente, no pocas de sus expresiones han merecido amplios comentarios en este y en otros marcos. No obstante, en estos días se conocen nuevos hechos que no es posible ni conveniente ignorar.

Aludiré primero a la presente composición y rumbo de la coalición gubernamental compuesta por elementos absolutamente dispares que tuercen, a mi ver, el carácter y los futuros del país.

Un inquietante escenario donde ministros que apenas visitan la sinagoga un par de días al año dialogan, cuando se les antoja conveniente o inevitable, con personajes que elevan rezos por la mañana y predican la violencia horas después.

Actores que, en mi perspectiva, llevan al país a una dictablanda.

Los resultados: el ostensible y grave debilitamiento de la economía, la creciente fuga de importantes recursos financieros, tecnológicos y científicos, la fría distancia personal y política entre Jerusalén y Washington, el radical
debilitamiento militar del país por la negativa de reservistas a responder a los llamados del alto mando, y, en general, el inquietante quiebre de los equilibrios políticos e institucionales.

Un cuadro que hasta aquí apenas ha merecido alguna referencia por parte del presidente Yitzhak Herzog desde su retorno al país después de sus abiertos y discretos diálogos en Washington. Inquieta este elocuente silencio.

Y en estos días, cuando el matrimonio Netanyahu goza en un distinguido hotel en el norte del país con alto costo público, vislumbro dos futuros escenarios.

El primero llevaría a reconstruir la coalición gubernamental merced a la renuncia de cualquier asociación de su parte con partidos nacional-religiosos que hoy pretenden tanto cambiar la fisonomía del país y del régimen que le preside como utilizar la fuerza militar, en la cual apenas toman parte, con el propósito de ampliar las fronteras del país.

Juzgo que si Bibi adelanta un cambio gubernamental deberá convenir con figuras como Benny Gantz y Yair Lapid la perspectiva de alternarse en el liderazgo nacional y garantizar que el Poder Judicial y la democracia no se verán negativamente afectados por el juicio que le abruma desde hace años.

Si esta actitud cristaliza nuestro país recuperará la solidaridad colectiva hoy agrietada. Podrá además reconstruir los nexos con EE.UU. y las principales democracias europeas, además de sanear la economía y contener la tendencia a
emigrar que hoy revela el capital humano, tecnológico y financiero de Israel.

Opino que si este escenario no se levanta se agravará no solo la presente situación nacional. El choque bélico con países vecinos será entonces imparable.

En estas graves circunstancias, ya sea por deliberada iniciativa del gobierno de Netanyahu, ya sea como resultado de un ataque concertado por Irán que comenzaría en el norte de Israel, nuestro país se verá entrampado en una difícil situación al no contar con la indispensable comprensión y apoyo de EE.UU. y países europeos.

Un conflicto que a mi ver podría asumir un carácter singular: el uso de armas y equipos no convencionales.

Independientemente del inmediato resultado de este encuentro bélico, las consecuencias serán en cualquier caso negativas para nuestro país en el mediano y largo plazo e implicarán un naufragio humano e histórico.

En suma: el gobierno de Netanyahu debe deshacer los pasos y arreglos convenidos en los últimos siete meses con las agrupaciones nacional-religiosas, recomponer la coalición gubernamental, cuidar la unidad nacional, corregir los
nexos con Washington, y, en fin, ayudar al liderazgo palestino en Ramallah.

Pasos que merecerán amplio respaldo en el país y en las diásporas.


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