En la tercera década del siglo XX, Palestina era una colonia más del inmenso imperio británico; sin embargo, se distinguía por ser una región en la que no había tregua para los violentos conflictos entre árabes y judíos.

Ambos pueblos conseguían armamento y convertían en campos de batalla las calles de las diferentes ciudades, y es que ambos pueblos estaban dispuestos a luchar por su tierra, aunque en ese momento, Palestina no era más que otra de las muchas colonias inglesas.

En 1936 el caos en Palestina se desató con más violencia, pues el Mufti de Jerusalem, Haj Amin Al Huseini, esparció el rumor de que los judíos querían apoderarse de la Explanada de las Mezquitas. La población árabe entera enardeció y las muertes de judíos, árabes y hasta de británicos se comenzaron a sumar sin control.

Con el caos en su clímax, el gobierno de Gran Bretaña, encargó a Lord Peel, político del parlamento inglés, realizar una investigación de campo profunda para proponer posibles soluciones al conflicto. El objetivo era claro: restablecer el orden en Palestina pero, por supuesto, sin perder el control de la región.La comisión a cargo de la investigación, dejó a su propio gobierno anonadado cuando dio a conocer sus conclusiones finales, éstas fueron expresadas de la siguiente manera:

“Un conflicto incontenible ha surgido entre las dos comunidades nacionales dentro de los estrechos límites de un país pequeño.

No hay puntos en común entre ellas, sus aspiraciones nacionales son incompatibles.

Los árabes desean revivir las tradiciones de la Edad de Oro árabe, los judíos desean mostrar lo que pueden lograr cuando sea restaurada la tierra en la que nació la nación judía.

Ninguno de los dos ideales nacionales permite su combinación en el servicio de un solo Estado”.

Fue así como en 1936, un grupo de políticos e intelectuales vieron como irresoluble el conflicto entre árabes y judíos, y para ello, la comisión Peel propuso dos estados para dos pueblos, pero dicha solución implicaba que Gran Bretaña soltara el control de Palestina, que había sido una satisfactoria ganancia, consecuencia de la Primera Guerra Mundial.

Obviamente, para el Imperio británico, no le era fácil darse por vencido y resignarse a perder tan valioso territorio por la violencia entre árabes y judíos.

Dos Estados para dos pueblos” fueron los británicos los que lo dijeron primero, pero qué difícil fue para el Imperio británico soltar Palestina, colonia tan valiosa que había logrado ganar después de la Primera Guerra Mundial.

Jerusalén, Gaza, Nablus, Jericó, Hebrón o Haifa, ciudades valiosas de Palestina que fueron imposibles de controlar.

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