Enlace Judío – El otro día fue el Día de La Cruz en Xochimilco, por primera vez tuve el gusto de acompañar a una amiga a la celebración y tomar atole con la gente del lugar que nos rodeaba, quienes con mucho cariño ofrecían refrigerio a los asistentes. Y aunque agradezco y disfruto enormemente esos momentos, es en días como éstos que genuinamente extraño el tiempo que viví en Jerusalén. Extraño sus calles de piedra amarilla, el frapé de verano que sí sabe a café, la luz dorada que se expande al atardecer y las buganvilias que lo adornan.

Sin embargo, por encima de todas las cosas extraño a mis amigos y extraño el sentimiento de plenitud y paz que me traía estar en un lugar donde los demás también pertenecen a mi cultura, es decir, comparten y entienden las cosas que me impactan profundamente. Extraño las sirenas que suenan avisando la llegada del Shabat, los cantos que se escuchan por las ventas en el día de Kipur o Rosh Hashaná, el pan que la gente deja para que cualquiera pueda hacer bien la seudá y la víspera de Pésaj donde ves a las señoras y los niños apurándose a quemar el jametz. Es esa sensación de poder escoger cualquier barrio y no tener que viajar dos horas para estar en un lugar donde se celebran las fiestas, no vivir a puertas cerradas y poder establecer comunidad con tus mismos vecinos, lo que más extraño. Entrar a las bibliotecas y que tengan los libros de Rashi y rab Hirsch en más de un idioma. No tener que saludar, ni hablar con nadie, ni conocer a nadie y encontrar a gente celebrando lo mismo que tú. Es sin duda uno de los lugares que más me importan en este mundo y que más han impactado en mi vida.

Jerusalén fue donde aprendí a rezar la primera vez y donde por primera vez en mi vida realmente pude relacionarme y vivir como judía, sin prejuicios entre quienes me rodean, sin sentirme apartada de mi entorno. Es sin duda una de las ciudades que concentra gran parte de la vida judía moderna y gran parte del pasado histórico que compartimos como pueblo; dos cosas que valen la pena ser defendidas. Ahí se encuentra el Kotel, los principales vestigios de la vida judía en la época antigua y la mayoría de los sitios sagrados. Sin embargo, también viven en ella más de medio millón de judíos y cientos de miles son impactados diariamente por la cultura que se genera entre sus calles. Siempre me sorprendió cómo un espacio de tierra relativamente pequeño puede tener tanta importancia para tanta gente a miles de kilómetros del mar.

Al mismo tiempo es una ciudad que me causa inquietud, pues es una ciudad dividida y la misma historia que la conforma encierra varias tragedias. Desde el aniquilamiento babilónico hasta la Guerra del 48 ha sido una ciudad que cada cierto tiempo se baña en sangre. Hasta la fecha se mantiene una paz que aunque se siente sumamente estable, no es claro que así lo sea. Siempre está la amenaza constante que una zona en conflicto ofrece. Cuando se vive en ella, uno entra en contacto con esa ambivalencia: con los barrios divididos, el realmente no poder hacer nada por ayudar a subsanarla, o con saber que tu vida está protegida por el riesgo que otra vida corre al portar un uniforme; y el enorme deseo de que así no sea.

En una semana se celebra Yom Yerushalaim es un día con mucha popularidad tanto en Israel como en la diáspora. Marca el final de la Guerra de los Seis Días, el triunfo del ejercito israelí en ella y el haber recuperado el acceso a la ciudad. Es un día que en efecto merece ser celebrado. Celebramos que Israel haya resistido la amenaza que la Unión Árabe (conformada por siete países) implicaba, teniendo todas las fronteras bajo ataque. Celebramos no haber sido asesinados, el mundo temía que hubiera un segundo aniquilamiento de judíos, una masacre como no se había visto en décadas. Y celebramos haber recuperado el acceso a la ciudad.

En toda la historia del pueblo judío con Jerusalén, ningún gobierno le había prohibido a los judíos habitar la ciudad. Ni se les había prohibido la entrada a los sitios sagrados hasta el 49 en que los judíos fueron desplazados por manos jordanas tras la Guerra de Independencia. Durante 19 años se le prohibió a los judíos acceder a la ciudad y se intentó borrar por completo la historia que la conformaba, destruyendo sitios y monumentos sumamente importantes. No fue hasta la Guerra de los Seis Días en que realmente se pudo recuperar el acceso a ella y volver a llenarla de la vida que la conformaba. Éso es finalmente lo que se celebra. Se hace tanto aprendiendo sobre la Guerra de los Seis Días como recordando la historia y los lazos que nos unen como judíos a la ciudad.

Este año al pensar en la fecha en mi corazón nace el reconocimiento de varias realidades y algunos sentimientos contradictorios. Reconozco el amor y cariño tan grande que le tengo a ese lugar; la vida que gocé en ella y el significado tan vasto e importante que tiene para cada judío que la conforma, la visita y encuentra su pasado histórico ahí. Reconozco y celebro lo mucho que me importa que la vida judía siga existiendo en ella. Al mismo tiempo me encuentro con la dificultad y tragedia inherente de la situación política bajo la cual está conformada, con una realidad que nos supera y que afecta la vida de cientos de miles de judíos y árabes por igual.

Hoy me encuentro con incomodidad hablando de ella, por la consciencia del enorme grado de separación que vivo entre esa realidad y mi vida actual. Por saber que aunque gozo de sus beneficios nunca he sido de los que ayudan a construir dicha ciudad y saber que tienen más voz los que viven allá que quienes estamos en la diáspora. Los siguientes poemas de Yehudá Amijai me ayudan a expresar la realidad o dificultad que quiero trasmitir. Dan tres caras muy bellas, pero muy duras de Jerusalén. Mientras que las canciones o letras de siempre: los poemas de Halevi, Jerusalén de Oro, y el siguiente discurso de rab. Jonathan Sacks me recuerdan el amor tan profundo que le tengo a ese lugar.


Poemas de Yehuda Amijai


Why is Jerusalem Always Two / ¿Por qué Jerusalén siempre son dos?

Why is Yerushalayim always two, one above and one below?
I want to be in the middle Yerushalayim
without banging my head above and without stubbing my toe below.
Why is Yershalayim always in pair language like hands/yadayim and feet/raglayim?
I want to be in a single Yerushal,
For I am merely I and not I-yim.

¿Por qué Jerusalén siempre son dos?

¿Por qué Yerushalayim siempre es dos, una arriba y otra abajo?
Quiero estar en la Yerushalayim de en medio
sin golpearme la cabeza arriba y sin golpearme el pie abajo.
¿Por qué Yershalayim siempre está en lenguaje de pares como manos/yadayim y pies/raglayim?
Yo quiero estar en una sola Yerushal,
Porque yo soy simplemente yo y no yo-yim.

Nota: El nombre, Jerusalén/Yerushalayim, evoca un significado que va más allá de lo que la palabra puede contener. Desde la antigüedad, lo que suena como la doble terminación plural de su nombre -ayim- ha sugerido que ella es, después de todo, dos ciudades. Es real y también irreal, una ciudad prístina arriba y una ciudad mundana habitada abajo.

Fuente

Tourists / Turistas

Visits of condolence is all we get from them.
They squat at the Holocaust Memorial,
They put on grave faces at the Wailing Wall
And they laugh behind heavy curtains
In their hotels.
They have their pictures taken
Together with our famous dead
At Rachel’s Tomb and Herzl’s Tomb
And on the top of Ammunition Hill.
They weep over our sweet boys
And lust over our tough girls
And hang up their underwear
To dry quickly
In cool, blue bathrooms.

Once I sat on the steps by a gate at David’s Tower, I placed my two heavy baskets at my side. A group of tourists was standing around their guide and I became their target marker. “You see that man with the baskets? Just right of his head there’s an arch from the Roman period. Just right of his head.” “But he’s moving, he’s moving!” I said to myself: redemption will come only if their guide tells them, “You see that arch from the Roman period? It’s not important: but next to it, left and down a bit, there sits a man who’s bought fruit and vegetables for his family.”

Traducción al inglés por Glenda Abramson y Tudor Parfitt

Fuente

Turistas

Visitas de condolencia es todo lo que recibimos de ellos.
Se agazapan en el Memorial del Holocausto,
ponen caras graves en el Muro de las Lamentaciones
y se ríen detrás de cortinas pesadas
en sus hoteles.
Se hacen fotos
junto a nuestros muertos famosos
en la Tumba de Raquel y en la Tumba de Herzl
y en la cima de la Colina de las Municiones.
Lloran por nuestros niños dulces,
desean a nuestras muchachas duras
y cuelgan su ropa interior
para que se seque rápido
en baños frescos y azules.

Una vez me senté en los escalones junto a una puerta de la Torre de David y coloqué mis dos cestas pesadas a mi lado. Un grupo de turistas rodeaba a su guía y yo me convertí en su objetivo. “¿Ves a ese hombre con las cestas? Justo a la derecha de su cabeza hay un arco de la época romana. Justo a la derecha de su cabeza”. “¡Pero se está moviendo, se está moviendo!” Me dije: la redención llegará sólo si su guía les dice: “¿Ves ese arco de la época romana? No es importante: pero junto a él, a la izquierda y un poco más abajo, está sentado un hombre que ha comprado fruta y verdura para su familia”.


Jerusalem / Jerusalén

On a roof in the Old City
Laundry hanging in the late afternoon sunlight:
The white sheet of a woman who is my enemy,
The towel of a man who is my enemy,
To wipe off the sweat of his brow.

In the sky of the Old City
A kite.
At the other end of the string,
A child
I can’t see
Because of the wall.

We have put up many flags,
They have put up many flags.
To make us think that they’re happy.
To make them think that we’re happy.

Fuente

Jerusalén

En un techo de la Ciudad Vieja
ropa tendida a la luz del atardecer:
la sábana blanca de una mujer que es mi enemiga,
la toalla de un hombre que es mi enemigo,
para secarse el sudor de la frente.

En el cielo de la Ciudad Vieja
una cometa.
En el otro extremo de la cuerda
un niño
que no puedo ver
a causa del muro.

Hemos puesto muchas banderas,
ellos han puesto muchas banderas.
Para hacernos creer que son felices.
Para hacerles creer que somos felices.


Fragmentos de rab Sacks sobre Yom Yerushalaim


“There has never been a love story like it in all of history. The love of our people for our city. History teaches us that the Temple was destroyed twice, and the city has been besieged 23 times and captured and reconquered 44 times. Yet in all those years, wherever Jews lived they never ceased to pray about Jerusalem, face Jerusalem, speak the language of Jerusalem, remember it at every wedding, in every home they built, and at all the high points of the Jewish year. Somehow it was where every Jewish prayer met and ascended to heaven.”

Traducción: No ha habido una historia de amor igual en toda la historia. El amor de nuestro pueblo por nuestra ciudad. La historia nos enseña que el Templo fue destruido dos veces, y que la ciudad ha sido asediada 23 veces y capturada y reconquistada 44 veces. Sin embargo, en todos esos años, dondequiera que vivieran los judíos, nunca dejaron de rezar por Jerusalén, de mirar a Jerusalén, de hablar el idioma de Jerusalén, de recordarla en cada boda, en cada casa que construían y en todos los momentos culminantes del año judío. De algún modo, era donde cada oración judía se reunía y ascendía al cielo.

Fuente:


” I, who had not lived through the Holocaust nor even thought much about it, became suddenly aware that a second tragedy might be about to overtake the Jewish people”.

Traducción:  Yo, que no había vivido el Holocausto ni siquiera había pensado mucho en él, de repente me di cuenta de que una segunda tragedia podía estar a punto de alcanzar al pueblo judío.

“I had witnessed something in those days and weeks that didn’t make sense in the rest of my world. It has nothing to do with politics or war or even prayer. It had to do with Jewish identity. Collectively the Jewish people had looked in the mirror and said, We are still Jews. And by that they meant more than a private declaration of faith, “religion” in the conventional sense of the word. It meant that they felt part of a people, involved in its fate, implicated in its destiny, caught up in its tragedy, exhilarated by its survival.”

Traducción:  En esos días y semanas había sido testigo de algo que no tenía sentido en el resto de mi mundo. No tenía nada que ver con la política, ni con la guerra, ni siquiera con la oración. Tenía que ver con la identidad judía. Colectivamente, el pueblo judío se había mirado en el espejo y había dicho: “Seguimos siendo judíos”. Y con ello querían decir algo más que una declaración privada de fe, “religión” en el sentido convencional de la palabra. Significaba que se sentían parte de un pueblo, involucrados en su suerte, implicados en su destino, atrapados en su tragedia, entusiasmados por su supervivencia.

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