Un áspero desencuentro tiene hoy lugar entre Washington y Jerusalén. En mi opinión, con acertado cálculo el presidente Biden se resiste desde hace seis meses a encontrarse con Netanyahu en la Casa Blanca.

Actitud que admite explicaciones dispares cuando solo una de ellas es la decisiva.

A pesar de que la cercanía entre ambos líderes conoce una larga historia, Netanyahu jamás ocultó su preferencia por el partido republicano y, en particular, por Donald Trump, un personaje que hoy desafía a los tribunales y a la opinión pública de su país.

Larga amistad que hoy apenas explica la actitud de Biden.

Opino que otros cálculos y circunstancias gravitan con superior peso, y, en particular, la postura de Irán en los conflictos del Medio Oriente y su inclinación a convertirse en una potencia nuclear.

Ciertamente, los recientes entendimientos militares entre Moscú y Teherán suman importancia y urgencia a los esfuerzos del líder norteamericano orientados a impedir la conversión de Irán en potencia nuclear.

Bien saben Biden y sus asesores que este hecho implicará una grave amenaza no solo a Israel. También a países como Arabia Saudita que adhieren a la versión shia del Islam que histórica e ideológicamente se opone a la sunnita adoptada por Teherán.

Sin embargo, la actitud de Washington apenas gravita en los cálculos del actual gobierno de Netanyahu. Una y otra vez Bibi ha formulado objeciones y escepticismo respecto a la presente actitud norteamericana, y prohíbe a los ministros de su gabinete viajar a la capital de EE.UU.

En su perspectiva, Irán nunca abandonará la intención de borrar la presencia judía en el Medio Oriente.

Y para concretar este propósito agredirá más temprano que tarde a Israel, ya sea directamente y con recursos no convencionales, ya sea alentando indirectamente la agresión desde la frontera libanesa.

Una convicción que hoy guía al gobierno presidido por Netanyahu a pesar de que no pocos de sus miembros apenas poseen algún entendimiento o experiencia militar o internacional.

De aquí la actual y dilatada distancia entre Washington y Jerusalén que ya se refleja en la decisión del actual embajador norteamericano en favor de abreviar su estancia en el país.

Tendrá bruscas expresiones conforme a la actitud de Teherán y a la frágil estabilidad del actual gobierno israelí.

Nunca antes quise estar en el error.

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