Desde las últimas semanas se multiplican los incidentes entre judíos y árabes en Judea y Samaria, territorio con una superficie de casi 10 mil kilómetros cuadrados, esto es, más de la mitad tanto de Israel como del prospectivo Estado palestino. 

Recuerdos históricos y realidades políticas actuales gravitan en esta conflictiva geografía. Desde el choque entre Israel y países árabes en 1967 y durante varias décadas esta región conoció una relativa calma que se deshizo a partir de las agresivas incursiones de Gush Emunim y el levantamiento de poblados judíos como Modiin Ilit, Beitar y Emmanuel

En estas circunstancias creció la aspiración de agrupaciones nacional-religiosas dirigida a ampliar la población judía en estos territorios a pesar de las protestas de la Autoridad Palestina en Ramallah y la resistencia civil de sus habitantes musulmanes. 

Como resultado se multiplica la violencia entre las partes, un hecho que obliga la constante intervención del Tzahal y promueve la crítica internacional al gobierno de Netanyahu

La multiplicación de poblados judíos –más de 230– en esta región habitada por más de medio millón de israelíes al lado de más de 2 millones de árabes musulmanes provoca y acentúa mutuos actos de violencia. 

Circunstancia que pone en peligro- entre otros resultados- la estabilidad de la Autoridad Palestina liderada hasta aquí por el envejecido Abu Mazen

Cabe agregar que los sectores religiosos-ortodoxos constituyen casi la mitad de sus pobladores. Porción que los actuales ministros Smotrich y Ben Gvir se empecinan en multiplicar a través de transferencias monetarias y el ofrecimiento de seguridad militar en la que ellos apenas toman parte aquí y en Israel

Se trata de una población joven. Apenas el 2 porciento cuenta con más de 65 años cuando en el país es 16. En contraste el porcentaje de niños de familias religiosas- hasta los 12 años de edad – representa la mitad de los pobladores en tanto que en Israel es un tercio. 

Realidad que conduce a la actual coalición dominada por elementos nacional-religiosos a proporcionar subvenciones que apenas se conocen en el país.   

Así, por ejemplo, conforme a cifras oficiales los pobladores de Judea y Samaria reciben un apoyo gubernamental de 2000 shekels por habitante en tanto que el promedio en el país es de 1200. 

Cabe añadir que la mitad de la actual población jerosolimitana es ortodoxa y hoy encara dificultades de vivienda. De aquí la intención de la actual coalición de multiplicarlas en Jerusalén Este y en Judea y Samaria a pesar de las protestas de los habitantes árabes. 

Este escenario- alentado por la actual coalición- no sólo inquieta a la ciudadanía secular y a los religiosos moderados en el país. 

Engendra ya dos resultados: por un lado, choques violentos entre los colonos y la población árabe-musulmana que obliga la intervención militar israelí en la que apenas tienen algún papel, y, del otro, las protestas de países árabes como Egipto y Emiratos, y, en particular de Washington y Europa occidental. 

Constelación que debe inquietar a las diásporas pues agrega un motivo más a los sentimientos antisemitas. Y me pregunto: ¿son conscientes de esta particular constelación?

 


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