Una de las experiencias espirituales más profundas que uno vive en Israel tiene que ver irónicamente con la comida. Más específicamente, con comer una comida con pan, algo que generalmente no hago durante la semana. Esta extraordinaria experiencia espiritual tiene su precio. En mi caso, unos 3 o 4 kilos de más, en menos de 3 semanas. Pero creo que vale la pena…

Antes de comer, los judíos recitamos una bendición o en hebreo “berajá”. Esta primera bendición es una expresión de reconocimiento a Dios antes de obtener un beneficio de lo que Él creó. Si no recitamos esta bendición, estaríamos tomando lo que Él creó sin siquiera “pedirle permiso”.

Luego, después de comer, recitamos otra bendición, esta vez para agradecer. La bendición de agradecimiento por excelencia es el Bircat HaMazon, la única pleagaria que está registrada explícitamente en la Torá y que se recita después de comer una comida con pan.

Recitar el Bircat HaMazón en Israel es muy significativo. ¿Por qué?

Bircat HaMazón consiste en tres bendiciones bíblicas (más, una rabínica). La primera se refiere a cómo el Creador se preocupa y se ocupa de mantener a los seres vivos y proveer nuestra alimentación.

Luego, llega la Berajá central, que se enfoca específicamente en agradecer a Dios “por la tierra de Israel y por el alimento, que esta tierra produce” על הארץ ועל המזון . Israel es descrita como la tierra ”generosa”, es decir, fértil. Como la tierra que los judíos anhelamos y como una tierra de una extraordinaria abundancia (ארץ טובה חמדה ורחבה).

La tercera bendición se concentra en Yerushalayim (Jerusalem) y en interminables súplicas y ruegos para ver a esta ciudad santa reconstruida. Concluye con un milenario (y por siglos: imposible) anhelo “que HaShem reconstruya Yerushalayim pronto en nuestros días”, es decir, que nosotros podamos verlo.

Vivir un milagro

Claro está que uno puede ir a un restaurante en Yerushalayim, como el Café Rimón o el restaurante Noya, y disfrutar “de la mejor comida del mundo”, (e incluso de ¡la mejor carne!, con perdón de: “Al Galope”) y luego tomar un librito, recitar la bendición ritual y listo.Pero así uno se pierde el increíble “significado” que tiene estar comiendo pan en la tierra de Israel.

La diferencia entre percibir los eventos que suceden en Israel como naturales o sobrenaturales consiste en la capacidad de contextualizar o en la pereza mental de “normalizar”. Si uno no contextualiza, entonces todo se da por sentado, se vive el presente como algo normal y no se percibe que se está viviendo un milagro. Los rabinos denunciaron esta miopía espiritual —que lamentablemente no afecta a pocos judíos— con las siguientes palabras: “en ba’al hanes makir benisó”, “quien vive un milagro, se resiste a verlo como tal”.

Contextualizar es lo que la Tefila quiere inspirar en uno. En el caso de Bircat HaMazón, esta oración despierta en mi corazón la idea de que lo que acabo de comer es un regalo del Creador. La intención final de Bircat HaMazón es des-normalizar el privilegio de tener comida en la mesa. La Torá nos advierte sobre el peligro de olvidarnos de Quién provee el pan que acabamos de comer. Bircat haMazón es el antídoto para combatir “el olvidarse de Dios” .

Y algo más

Cuando estoy en Israel, Bircat HaMazon me transporta a una dimensión adicional. Pienso en el extraordinario (e inmerecido) privilegio que tengo como judío que vive en esta generación. Pienso en la profunda pobreza que sufrió la tierra de Israel durante tantos siglos, como esta tierra no dio más sus frutos, se convirtió en una tierra de pantanos, árida, seca, sin agua y amarilla de abandono.

Con miles de kilómetros de aridez y soledad, como la describió Mark Twain en 1890.

Pero exactamente como lo profetizó el profeta Ezequiel hace 2.500 atrás, “una vez que los hijos de esta tierra regresaron a ella”,

Israel se convirtió en un vergel, en un verdadero Jardín del Edén que da sus frutos en una abundancia sobrenatural, que se nota en los supermercados, en los restaurantes y en los excéntricos sabores, colores y aromas en el Shuq (mercado) Majané Yehudá los viernes al mediodía.

“Contextualizar” es entender que la realidad del Israel de hoy fue inimaginable, y es infinitamente mejor de lo que pudo profetizar el más audaz de los profetas. Como dijeron nuestros sabios: “El ojo humano no es capaz de visualizar aquello que solo Dios puede realizar” (עין לא ראתה, א’ זולתך) .

Pienso en los millones de Yehudim que recitaron este mismo texto de Bircat HaMazón en los últimos 2.000 años. ¿Qué habrán pensado cuando mencionaban la abundancia de Israel? ¿Cómo se la habrán imaginado? Pienso en la insoportable pobreza de Jerusalem que describía el Rab Obadía de Bertinoro en sus cartas, o en el abuso y la humillación que los pocos judíos que vivían aquí en esos tiempo tenían que sufrir. ¿Qué pensaban o soñaban cuando rezaban en el Bircat Hamazón por una Jerusalem reconstruida? ¿Habrían podido vislumbrar el barrio de Mamila, el tranvía que atraviesa la ciudad, o el tren que conecta Jerusalem con el aeropuerto?

Albert Einstein dijo: “Hay dos maneras de ver la vida: la primera sintiendo que nada en la vida es un milagro, y la segunda, sintiendo que todo a mi alrededor es un milagro”.

La primera, es el resultado de “normalizar” las innumerables bendiciones que nos rodean.

La segunda: la esencia de la espiritualidad judía y el secreto para enamorarse de Israel.

SHABBAT SHALOM DESDE YERUSHALAYIM