Gustav Klimt es uno de los pintores vanguardistas más reconocidos dentro del modernismo pictórico. Sus trabajos se conservan dentro de edificios públicos y retratos personales que algunas de las familias más acaudaladas europeas solicitaron a dicho pintor a finales del siglo XIX y principios del XX.

Adele Bloch-Bauer

Quizá la pintura más famosa de Klimt es el Retrato de Adele Bloch-Bauer I, mismo que fue renombrado como “La dama dorada” o “La Mona Lisa austriaca”. Esta pintura fue un encargo especial para la señora Adele Bloch-Bauer, mecenas y socialité austrohúngara quien también fuera esposa del acaudalado Ferdinand Bloch.

El retrato de la señora Bloch-Bauer sentó un parteaguas en el tema del robo de arte, toda vez que fue expoliado por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Más tarde en el 2004, su sobrina nieta, la señora Maria Altmann, reclamó la pintura y comenzó un juicio en contra de la República de Austria, ya que el cuadro se encontraba en la Galería del Belvedere y era considerada patrimonio nacional.

El juicio desencadenó una serie de gestiones legales que determinaron el regreso de la pintura a manos de la señora Altmann.

A partir de este momento comenzaron decenas de juicios en los que familias judías que descendían de los sobrevivientes de la Shoá reclamaron obras de arte y propiedades que fueron arrebatadas a sus antepasados durante el Holocausto.

Por esa razón el cuadro de Adele Bloch-Bauer es un precedente en la Historia y en la Historia del Arte para la recuperación del arte robado por los nazis.

Adele Bloch-Bauer fue pintada por Gustav Klimt debido a que el pintor era uno de los principales retratistas de la socialité austro-húngara del momento. Debido a esto, varias obras de Klimt son retratos de mujeres acaudaladas de la escena cultural y social, tales como Mäda Primavesi, Emilie Flöge, la misma señora Bloch-Bauer y Amalie Zuckerkandl entre otras; de éste último retrato hablaremos.

1. Gustav Klimt, Retrato de Amalie Zuckerkandl, 1913-1914, Galería del Belvedere, Austria.

Amelie Zuckerkandl

Amelie Zuckerkandl fue hija del escritor y dramaturgo vienés Sigmund Schlesinger y esposa del importante cirujano y urólogo Otto Zuckerkandl, mismo que pertenecía a una familia judía de la élite intelectual o Haskalá. Otto era hermano menor del reconocido anatomista Emil Zuckerkand. Dichos hermanos habían logrado acomodarse en la academia médica de la Universidad de Viena y durante las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX tuvieron mucha injerencia en el tema de la salud.

Inclusive el doctor Otto y su esposa Amalie tuvieron un papel activo dentro del rescate y cuidados de los heridos austrohúngaros durante la Primera Guerra Mundial, Otto obviamente como médico y Amalie como enfermera. La figura del doctor Otto Zuckerkandl inspiró la creación de un premio dentro de la universidad vienesa que se otorga a los mejores estudios especializados dentro del ramo de la urología y que hasta el día de hoy lleva su nombre.

Por estas razones el matrimonio de los Zuckerkandl estuvo dentro de la escena social e intelectual de Viena y la señora Amalie fue retratada por Klimt entre 1913 y 1914. Sin embargo este retrato no es como los de las otras damas austrohúngaras ya que no está terminado. Si analizamos la obra nos encontramos con una muestra única del proceso pictórico de Klimt, ya que, al no estar terminada, la pintura muestra evidente el proceso que Klimt tenía en sus trabajos.

La única sección que está terminada es la del rostro que presenta una mirada en festaiolo, expresiva y llamativa de la señora Zuckerkandl. Los ojos verdes enmarcados con tonos púrpura, rojo y naranja son el elemento que atrapa instantáneamente al espectador. La maestría de Klimt se demuestra en el rubor de las mejillas y el colorete del labial. El cabello, en el estilo de la Belle Epoque, se muestra arreglado pero desaliñado, aspecto que comparte con otras de las mujeres retratadas por Klimt. Debajo del rostro se encuentra el cuello que está rodeado por un listón negro y, debajo de éste el escote y los hombros. A partir de este punto el retrato de Amalie Zuckerkandl está inconcluso. Se puede observar el boceto que Klimt hizo de los brazos, las manos e incluso las prendas. Se adivina una chalina y un vestido Art Nouveau rodeado de flores y adornos que nos remite a un diseño similar como el del Retrato de Adele Bloch-Bauer I y II.

El fondo del cuadro es primoroso y se conforma por una serie de tonos que nos remiten a la serie pictórica de los Nenúfares de Monet, pero también se encuentra en proceso de término ya que en varios lugares se alcanza a observar el diseño de adornos geométricos y simbolistas que adornarían el fondo, tal y como lo hace en el retrato de la Baronesa Elisabeth Bachofen-Echt o en el de la señora Fritzia Riedler, ambos cuadros importantes exponentes de Klimt dentro del modernismo austriaco.

Las razones por las cuales el cuadro se mantiene inconcluso están relacionadas a la guerra.

Como se mencionó anteriormente, Klimt realizó la pintura entre 1913 y 1914. Tras el estallido de la Primera Guerra Mundial los Zuckerkandl se trasladaron a Lviv, Ucrania, en donde Otto se desempeñó completamente en la asistencia médica y Amalie a la enfermería. Sin embargo Otto y Amalie se separaron en 1919 y el cuadro nunca fue terminado ya que Klimt había muerto en 1918.

La obra quedó inconclusa y se desconoce la ubicación de la misma durante ese periodo. No obstante la vida de Amalie continuó, ya que tras la muerte de su ex-esposo en 1921, ella y su hija se trasladaron a Viena donde vivieron hasta 1942, año en que ambas mujeres fueron arrestadas por el nacionalsocialismo y enviadas al campo de concentración de Belzec en Polonia donde murieron.

Amalie no era judía de origen, se convirtió al judaísmo al casarse con Otto Zuckerkandl; sin embargo esto no la salvó de las leyes de Núremberg y del exterminio nazi.

La ubicación del cuadro en ese momento de la historia es muy confusa. El robo nazi del arte dificulta rastrear el movimiento de dichas obras. Muchos retratos de personas judías fueron confiscados por el nazismo y muchas obras de artistas judíos fueron secuestradas para ser expuestas en el llamado Salón de Arte Degenerado o bien fueron destruidas.

Tras la Segunda Guerra Mundial los gobiernos europeos se quedaron con algunas de las obras y no las retornaron a las familias de origen, en muchos casos porque dichas familias se habían mudado y en otros porque no había sobrevivientes. También hubo varias historias en las que las obras fueron renombradas y asumidas propiedad del Estado; el caso del Retrato de Adele Bloch-Bauer I es uno de ellos.

Actualmente el retrato inconcluso de Amalie Zuckerkandl se encuentra en la Galería del Belvedere en Austria como una alegoría de la humanidad interrumpida por las guerras mundiales.

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