Enlace Judío México e Israel – La exuberante obra del pintor Pedro Friedeberg ha recorrido el mundo varias veces. Pero sobre su vida íntima conocemos poco. La cineasta Liora Spilk, gracias a un minucioso trabajo de seguimiento, nos abre una ventana hacia ese mundo interior en su ópera prima, Pedro, que se estrena hoy. Conversamos con ella en exclusiva. 

 

Sobre Pedro Friedeberg (Florencia, Italia, 1936) se dicen muchas cosas: que tiene mal genio, que fue alumno de Mathias Goeritz, que pertenece a la tradición de la pintura surrealista mexicana, junto con Remedios Varo, Leonora Carrington y Gunther Gerzso; que sus cuadros penden de las paredes de multitud de familias judías en México…

Pero la historia que la joven cineasta mexicana Liora Spilk ha querido mostrarnos en Pedro es, si se quiere, un retrato inédito de la persona que vive detrás del mito. Quizá por eso eligió ese nombre para la cinta que la arroja al mundo del cine como directora: simplemente, Pedro.

 

Es también, según narra en entrevista, la historia de un encuentro, de un intento, una cinta que se cuenta a sí misma, que registra el proceso, de 10 años, que llevó a Spilk a reunir el material necesario para mostrarnos a esa, su persona favorita, el pintor al que se ganó gracias al humor, y con quien logró una cercanía emocional, una intimidad de amigos que se ríen, para construir un relato sencillo y poderoso.

“Mi ventana hacia la cultura y la pintura fue a través de mi abuela, que es historiadora del arte (…); mi primer recuerdo es un cuadro de Pedro que estaba en casa de mi abuela; y entonces, cuando yo estaba estudiando Comunicación en la UNAM, tenía que hacer un corto sobre alguien que admirara y fue la excusa perfecta para ir a conocer a Pedro”, narra Spilk.

“Una vez que llegué a su casa me enamoré y lo seguí persiguiendo por diez años. Entonces, más que una película biográfica, es como una historia de amistad intergeneracional, y es la historia de cómo yo traté de hacer la película sobre él”.

Tal y como ocurre con el propio Friedeberg, el tema judío parece incómodo para Spilk. Alejada de la religión pero consciente de la cultura judía, dice que heredó “las tradiciones y los problemas gastrointestinales de judía ídish. Y sí, al final, Pedro y yo tenemos un enfoque similar sobre el judaísmo, que tiene mucho que ver con la filosofía“.

Sobre este enfoque, amplía:

“Pedro más bien se considera como ateo, pero le gusta mucho la simbología, le interesan las historias. Él es un gran contador de historias y eso es lo que trato yo de hacer también y creo que lo que sabemos hacer muy bien (las personas de) la comunidad es mantener nuestras historias, pasarlas a través de las generaciones. Y nos encontramos en muchos lados improbables los paisanos”.

 

Un niño vuelve a casa

La perseverancia y el humor le abrieron a Spilk las puertas al codiciado mundo interior de un artista que ha fascinado ya a varias generaciones. También le sirvió convertir las limitaciones en herramientas: en vez de un gran equipo de producción, Spilk llamaba a la puerta de Friedeberg con una pequeña cámara en las manos.

A través de esa lente, y valiéndose de la cercanía que poco a poco iba conquistando, la cineasta fue capaz de acceder al mundo íntimo de un artista al que muchos tildan de hosco, de volátil.

Hacerlo reír, dice, le ayudó a ser aceptada, a construir una relación de amistad a la que ella misma se refiere como un gran amor.

Uno de los momentos más cercanos ocurrió cuando el pintor le permitió a la joven cineasta acompañarlo a su natal Italia, de la que él y sus padre huyeron al estallar la Segunda Guerra Mundial. “Lo acompañé a la Bienal de Venecia. Él es italiano y fue increíble. (…)

“Siento que hay un Pedro Friedeberg en muchas de las casas paisanas. Es como un artista que es parte de la de la arqueología de la comunidad judía en México. Es un artista que muchos tenemos en nuestras salas y por eso creo que es tan reconocido Y sí, muchas de sus  pinturas son perspectivas arquitectónicas. (Ir con él a) Italia fue como entrar a su mente, entrar a un cuadro suyo: estuvo espectacular”.

En Italia se reveló, ante los ojos de Spilk, un nuevo rostro del pintor: “creo que encontré su infancia, que es algo que no había conocido, que me pareció súper lindo. Él es un niño eterno y creo que estaba tan emocionado de estar ahí, que vi brillar en él un niño, que fue una experiencia muy linda”.

En ningún momento Liora intenta ocultar el amor que siente por Friedeberg. Un amor que, sin embargo, es distinto al que dispara la venta de chocolates el 14 de febrero. “Creo que mucho hablamos del amor romántico, del amor de pareja, pero a veces se nos olvida hablar sobre la amistad que, para mí, es de los amores más importantes, y creo que existen diferentes tipos de amor.

 

Y Pedro es mi persona favorita y por eso yo estoy enamorada de él. Pero él dice que yo estoy perdiendo mi tiempo”, dice Spilk mientras deja escapar una risilla.

Bajo presupuesto, grandes resultados

Durante 10 años, Spilk tocó a la puerta de Friedeberg, equipada con una cámara sencilla y una mente que hurgaba en otra mente, la de su ídolo, el pintor. Que la cinta haya conseguido reconocimientos y nominaciones (compitió por Mejor Ópera Prima en los premios Ariel, 2023) es un signo de que la precariedad técnica no obsta para contar historias entrañables.

“A veces creo que lo que más aprendí en esta película es a reírme de mis errores y avanzar a pesar de los errores y a reírme de mí misma. Y entonces, en cuanto dije ‘híjole, lo grabé con mi cámara que no se ve muy bien…. Pues no importa, ¡adelante..!’, y reírme de eso y tratar de no dejar que eso me frenara”.

El rodaje entero ocurrió así, en la intimidad, con las limitaciones de quien porta una pequeña cámara que intenta retratar la complejidad humana de un ser notable. Luego, gracias al apoyo de Eficine (un programa gubernamental de estímulos fiscales), la postproducción pudo realizarse en condiciones más prósperas.

Para Spilk, sin embargo, la clave del éxito de Pedro ha sido el personaje mismo. “Es que el personaje de Pedro es más grande que la vida. No hay ninguna otra película sobre él. Y entonces, creo que justo fue eso: yo, con mi camarita chiquita, discreta, lo que me permitió entrar”.

“Si hubiera sido una gran producción, con mucha gente, con mucho dinero, pues yo creo que él no me hubiera dejado entrar porque le gusta el show pero no le gusta ser el centro del show. Entonces, tuve que ser discreta y chistosa y  paciente”.

Hacer esta película fue, para Spilk, “una carrera de resistencia y no de velocidad. Y cada vez que él no quería verme o algo así, (yo decía) ‘no hay problema’. Al día siguiente yo ahí estoy otra vez en su puerta, tocándole la puerta, tratando de hacerlo reír, tratando de divertirlo”.

Antes de despedirse, Spilk celebra la evolución del cine hecho en México. Especialmente, la apertura hacia las mujeres cineastas que por mucho tiempo fueron marginadas de esta y casi todas las industrias.

“Creo que, como lo vimos en los Arieles ahora, cada vez hay más mujeres que están pudiendo romper los estigmas de una industria que fue machista por mucho tiempo”.

“Y eso es lo que a mí me emociona mucho. En los Arieles eran casi puras mujeres nominadas y eso nos permite ser mujeres como nosotras queremos ser. Y eso creo que es algo que finalmente está pasando en el cine internacional y en el cine mexicano. Digo, siempre es bastante difícil conseguir apoyos y el dinero para hacerlo pero, desde mi trinchera, que es el documental, creo que ahora hay muchos más espacios para el documental también y esto lo agradezco un montón”.

Luego de algunos meses de recorrido por festivales de cine, Pedro se estrena finalmente hoy en carteleras comerciales de México. No te la pierdas.

 

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