“Junto con los misterios mágicos, milagrosos e históricos de gran magnitud que se registran en la Biblia, existen otros misterios de menor dimensión relacionados con la conducta del ser humano, que son igualmente intrigantes. Por ejemplo, los extraños sucesos que ocurrieron en la exótica casa de la muralla de Jericó” (1).

A primera vista, el relato de la conquista de Jericó es bastante directo: Después de la muerte de Moisés, el nuevo jefe del pueblo hebreo, Josué (Joshúa ben Nun) se encaminó hacia el Jordán al frente de todas las tribus israelitas. Antes de atacar la ciudad, envió a dos emisarios disfrazados de vendedores de artículos de arcilla para explorar la ciudad cananita y sus alrededores.

“En las ciudades de Oriente Medio de esa época,  mencionan Lionel y Patricia Fanthorpe (Los Grandes Misterios de la Biblia), las posadas, tabernas y burdeles por lo general se ubicaban cerca de las puertas de la ciudad para que los viajeros que llegaban pudieran encontrarlas con facilidad. Una cuerda escarlata que colgaba de una ventana y una lámpara del mismo color arriba de la puerta, indicaban la naturaleza del establecimiento”.

Regresamos al tema: los dos enviados de Josué llegan al burdel y allí conocen a una prostituta llamada Rahab: “Hay algo en ellos que la hace pensar. ¿Se atrevería ella a preguntarles de dónde son? ¿Sería posible que sean hombres de Josué?… No se atreve a hablarles en hebreo. La casa está llena de clientes y chicas de la ciudad; una palabra equivocada y, si son hombres de Josué, serán capturados y su persistente esperanza de ser rescatada por ellos quedará frustrada” (2).

“Uno de los hombres la llama y se sonríe. Le entrega dinero. Ella lo lleva a su habitación. Al estarse desvistiendo, nota que está circuncidado. Ahora que están solos, Rahab se atreve a murmurar en hebreo. Los ojos del hombre brillan. Ella le narra su historia en hebreo y él, en el mismo idioma, le explica por qué él y su hermano están allí” (3)

Rahab les hace ver que en Jericó el nerviosismo estaba al máximo. La noticia de cómo los hebreos habían divido las aguas del Mar Rojo, y los anteriores éxitos militares de Josué contra las fortalezas cananitas cercanas ya habían llegado a la ciudad. Se sabía de la bravura de sus guerreros y que su D-os siempre los acompañaba en las batallas.

El rey había tenido noticias de la llegada de los dos espías hebreos y mandó llamar a Rahab para preguntarle por ellos. Ella le confirma que sí estuvieron ahí; uno de ellos fue su cliente, pero se habían escabullido al anochecer, justo antes de que las puertas se cerraran por la noche. Le asegura al rey que, si se apuran sus soldados, podían alcanzarlos. Para convencerlo todavía más, le asegura: “Es un honor para mí prestar un servicio al rey”.

Rahab había escondido a los dos espías y habiendo pasado el peligro, les ayudó a escapar. A cambio de la ayuda prestada, la mujer les pide que prometan que, durante la invasión a Jericó, nadie tocaría nada de sus bienes y que la dejarán con vida tanto a ella como a su familia. Ellos aceptan y le prometen que así será.

Antes de irse, le dan instrucciones a Rahab para que reúna a toda la familia en esa casa de la muralla cuando se inicie el ataque y le explican que es de vital importancia que marque la ventana como se acostumbra con el cordón rojo para poder identificar la casa “ya que al fragor de la batalla ningún soldado israelita tendría tiempo de detener su espada ante los ruegos de una chica vestida como una ramera de Jericó“.

Al regresar los emisarios e informarle todo a Josué, este actuó sin demora por mandato de D-os y ordenó a los sacerdotes que encabezaban la marcha a través del Jordán llevando el Arca de la Alianza. Al derrumbarse las murallas, el invencible ejército israelita entra en todas direcciones. No se perdona ninguna vida. Jericó es devastada y destruida, pero la promesa a Rahab y a su familia se cumple con fidelidad. Todos están a salvo con ella.

Para Liones y Patricia Fanthorpe, el relato en sí presenta varios misterios relacionados con la conducta humana. ¿Por qué los espías sintieron la seguridad que podían confiar en Rahab? ¿Por qué ella tuvo la certeza de que podría confiaren ellos? Literalmente, confiaron unos en otros arriesgando la vida. ¿Es normal que extraños de diferentes nacionalidades ofrezcan y acepten este tipo de confianza?

Existió una increíble integridad de ambos que los justificó por completo. La integridad de Rahab es absoluta al igual que la de los espías. Es una vida por otra. Los hechos posteriores comprobaron que la increíble integridad de ambos se justificó por completo. Tanto los espías como las rameras viven en mundos convulsionados donde la honestidad y la integridad son raras. A Rahab no le fue difícil decirle al rey una gran mentira.

“A pesar de la naturaleza de su oficio es indudable que Rahab estaba profundamente apegada a su familia. No solo suplicó por su propia vida, también quería salvar a sus padres, hermanas y hermanos. ¿Por qué los espías también estaban decididos a cumplir la promesa que le habían hecho? Es muy fácil que en la tensión de la guerra, la integridad sea lo primero que falle o que se rompa. Las promesas son más vulnerables que la carne y los huesos cuando las espadas manchadas de sangre se blanden al desesperado fragor de la batalla y la única posibilidad es matar o morir. Sin embargo, la promesa que hicieron a Rahab y a su familia era sagrada para los espías. ¿Por qué?

¿Era posible que Rahab fuera judía? (4).

Yo pienso que es interesante conocer algo de la vida de Rahab, porque al final retomó un párrafo de la Enciclopedia Judaica Castellana que habla sobre ella y sus descendientes. Es posible que las familias hebreas que escaparon de Egipto con Moisés se hayan separado de su columna principal por lo que habría sido muy fácil para los tratantes de esclavos raptar a Rahab y a su familia. Sin duda, la hermosa joven era la joya más valiosa y por eso los traficantes la llevaron a las murallas de Jericó, el lugar más indicado para su venta. Los otros esclavos valían solo una moneda de plata como sirvientes. Sin embargo, Rahab valía oro y podía hacer ganar oro. Quizá lo mejor era matar a sus padres de inmediato ya que no justificaba lo que costaba alimentarlos.

Rahab entiende a la perfección lo que está sucediendo y ofrece al probable comprador y a los traficantes la siguiente oferta: Si ella se dedica por completo a su trabajo podría ganar más dinero para su dueño que tres o cuatro infelices y desesperadas muchachas a quienes había que golpear para que se sometieran con resistencia e inclusive, a veces hasta matar. Si el comprador está dispuesto a permitir que los demás miembros de su familia se queden también como empleados domésticos para recolectar leña, traer agua, preparar la fibra, hacer lino, hilar, tejer, limpiar, ella promete ser la mejor ramera de Jericó.

“La joven le ofrece al comprador constatar físicamente sus palabras: él queda muy satisfecho; le entrega el dinero y así ella logra salvar a su familia. La familia, que significa más para ella que su propia vida, está a salvo. Mientras y estén juntos siempre habrá esperanza de ser rescatados. Josué conquistará esa tierra poco tiempo después y ellos regresaran a su pueblo.

Regresando al momento en que el invencible ejército israelita derrumba las murallas y entra a Jericó, el espía que había hablado con Rahab corre a salvar a la familia, “le rodea sus juveniles y hermosos hombres con sus brazos para protegerla”. Se casa tienen una familia y cuando se escribió el Libro de Josué (Cap. 6:25) los descendientes de Rahab prosperaron entre sus compatriotas israelitas.

En la Enciclopedia Judaica Castellana se menciona que “de acuerdo con la tradición talmúdica, Rahab, además de ser inteligente y sagaz, era una de las mujeres más bellas del mundo”. El historiador Flavio y el Targum (nombre de la traducción de la Biblia al arameo) afirman que la designación de zoná en la Biblia, no significa prostituta sino tabernera. Que Rahab se casó posteriormente con Josué y tuvieron varios hijos e hijas, y que fue una de las proselitistas piadosas. Entre sus descendiente se cuenta, según la leyenda judía, a Jeremías y a la profetisa
Gulda; según los cristianos a Booz (Boaz), el rey David y Jesús Nazareno“.

Retrocediendo a un período anterior, resalta otro personaje bíblico: (Génesis 38).

Tamar, habiendo quedado viuda sin herederos del hijo mayor de Judá (hijo del Patriarca Jacob), al igual que del segundo, fue prometida por su suegro al tercero, cuando este creciera, pero Judá, temeroso de perder a su último hijo, no cumplió con la tradición que le imponía la ley.

Sintiéndose obligada a dar descendencia a la familia de su suegro, se hizo pasar por prostituta ofreciéndole sus servicios y él, siendo viudo y al no reconocerla, los aceptó. Como prenda, ella le pidió a cambio tres cosas: el anillo, el cinturón y el báculo (bastón de mando ya que era patriarca de su familia). Judá se los dio.

Con este acto de jesed (bondad), Tamar expuso su vida porque cuando se supo que estaba embarazada siendo aguná (viuda sin hijos). Su castigo sería la muerte. Entonces, ella presentó las tres prendas diciendo que pertenecían al hombre que la había embarazado y Judá, al reconocerlas dijo: “Ella fue más justa que yo pues no le di a mi hijo Sela”.

Con los gemelos que le nacieron a Tamar, ella le dio descendencia y continuidad a su suegro Judá.

Rahab y Tamar: dos mujeres, que aunque en situaciones muy distintas, expusieron sus vidas valientemente saliendo airosas del cometido que se habían propuesto. Ambas arriesgaron sus vidas en aras de un ideal que no solo las benefició a ellas, sino también a sus familias e, incluso, a su pueblo Israel.

Bibliografía:
1) FANTHORPE, Lionel y Patricia. Los grandes misterios de la Biblia. la, enero 2001.
(2) Ibidem
(3) Ibidem.
(4) Ibidem)
(5) Ibidem
Otras fuentes: Biblia hebrea y Biblia de estudio


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