El novelista Elie Wiesel, sobreviviente del Holocausto, de los campos de concentración, llegó a Bombay una mañana de enero de 1954.

 

Unos días después, al salir del hotel, Wiesel se encontró con un viejo asceta:

“Por cinco rupias le leo su futuro”.

Wiesel le respondió con ironía: “Le doy diez rupias si puede adivinar mi pasado”.

Wiesel dice que eI viejo, desconcertado, le pidió que anotara en un trozo de papel su fecha de nacimiento y cualquier otra fecha. Apenas terminaba de escribir los datos cuando el viejo ya le había arrebatado la hoja, giró, y dándole la espalda permaneció en silencio por un momento.

¿Qué es lo que estaba calculando?

Wiesel cuenta que cuando ese hombre tornó su rostro, estaba horrorizado.

“Veo cuerpos”, dijo,”muchos cuerpos”.

Ahora fue Wiesel quien se estremeció. ¿Cómo pudo saber lo que significaba en su interior la fecha del 11 de abril de 1945?

Ese fue el día en que Wiesel se liberó del campo de concentración en donde se encontraba. En el camino de salida, su memoria quedó sellada por la imagen de cuerpos, muchos cuerpos, cadáveres apilados por todas partes.

Esa visión inexplicablemente había sido percibida por un asceta que nada sabía de esa oscura historia.

¿Qué enigma se encerraba en ese encuentro en Bombay? Ahí había un misterio del tamaño de los ciclos del tiempo y del giro de la noche y el día, que se abría lentamente en el corazón.

Extraido de la nueva edición de “El libro del destino” de José Gordon, editorial Delbols!llo. Reproducción autorizada con la mención siguiente: ©EnlaceJudío.