Me impactaste mi querido Templo de Córdoba. Tu luz, tus maderas, tus pinturas, tus hermosos candiles en lo más alto de tus techos, tus cristales de colores y pisos deslumbrantes que se reflejan en su historia, escaleras cortitas con su barandal.

Sentí como que querías hablar y decirme… ¿me van a volver a dejar ? ¿Por cuanto tiempo? Yo vivo de sus voces que se dirigen al cielo. Vibran mis paredes y mi heijal quiere que salgan de su corazón los Sifrei Torá.

¿Cuántos años tienen que pasar para que se escuchen los cánticos o la voz de los Cohanim? O la voz del Jazán o la presencia del Rabino? ¿Qué les impide venir? Estoy listo para recibirlos en cada una de las fiestas, o en el recuerdo de sus seres queridos.

¿Qué tengo que hacer para que me visiten? ¿Para que estudien aquí? ¿Para que sus voces y presencia rompan este silencio? Sillas vacías, Torá sin pergamino , solo estuches que tengo que darles para que estén aquí…para volver a sentir la santidad de los días y las noches y de cada Shabat y fiestas.

Los vi a todos felices, orgullosos, llenos de emoción. Yo temblaba por la despedida y gritaba, ¡tienen que estar aquí por todo lo que representa este sagrado lugar!  Ustedes son ellos. Somos todos.

Y yo, el Knis “Rodfe Sedek” estaré en este rincón del mundo esperando su retorno para vivir por siempre y eternamente.


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