Existen increíbles historias acerca de judíos que sobrevivieron el Holocausto; este es el caso de Salamo Arouch, quien fue un boxeador judío nacido en Salónica en 1923.

Arouch comenzó a boxear desde que era un niño.

Con la ayuda de un entrenador profesional, Salamo llegó a convertirse en campeón de peso medio, con tan solo diecisiete años.

En 1939, Arouch ya contaba con el récord de 24 triunfos por nocaut, lo que lo llevo a pelear por el título medio pesado de los Estados Balcánicos, que también ganó por nocaut.

Ese mismo año, Arouch, apodado “el bailarín del ballet” por la forma en que se movía en el ring, fue seleccionado para integrar el plantel olímpico griego de boxeo. Sin embargo, un año más tarde, por ser judío, su carrera se vio truncada, y su vida estaba en peligro, ya que los alemanes habían invadido Salónica.

Esta población, que formaba parte de Grecia, era una de las que contaban con mayor porcentaje de judíos sefaradim desde la expulsión de los judíos de España.

Más de cincuenta mil judíos de Salónica fueron enviados al campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau, y en su mayoría fueron asesinados en las cámaras de gas.

Prisioneros como espectáculo

Salomón tenía 20 años cuando en marzo de 1943, junto a toda su familia fueron trasladados a Auschwitz. Pero él tuvo mejor suerte y fue condenado a trabajos forzados. Allí, a los alemanes encargados de vigilar el campo de concentración les gustaba organizar espectáculos entre los prisioneros, para entretenerse en las noches.

Cuando un oficial alemán preguntó al grupo, que si alguien sabia pelear, Salamo, muy debilitado por el inhumano trabajo y la escasez de comida, casi estuvo a punto de callarse, pero cuando supo que el premio por ganar era un plato de sopa y un pedazo de pan, entonces dio un paso al frente.

Sin ningún arbitro y con las únicas reglas de que la pelea terminaría cuando se dejase nocaut a su contrincante, este joven judío disputó el combate contra otro prisionero y consiguió dejarlo en nocaut en el primer asalto. Como Arouch tenía buenas técnicas y entretenía a los oficiales, las veladas se repitieron dos veces por semana, hasta llegar a disputar más de doscientos combates durante dos años contra otros prisioneros, e incluso contra los mismos soldados alemanes, sin perder ninguno de ellos.

 

Arouch fue trasladado a trabajar a la cocina, donde él podía alimentarse un poco mejor, y de paso aprovechaba para sacar comida para compartir con sus compañeros cuando regresaba a la barraca por la noche.

Un explosivo en el horno crematorio

No solo combatió dentro del ring para sobrevivir, sino que además se unió a la resistencia en Auschwitz, y formando parte de esta, incluso logró colocar un explosivo en uno de los hornos crematorios, para destruirlo completamente, hecho que demoró la maquinaria nazi, salvando de ese modo a muchos judíos del destino fatal.

A raíz de este hecho, Salamo Arouch fue interrogado y torturado por los nazis, para que delatara a los demás miembros. Aún así, no se rindió, y logró resistir a la tortura sin delatar a sus hermanos.

Salomón se dio cuenta que aquel entretenimiento, del que en un principio se benefició, ahora se había convertido en una tortura, ya que los prisioneros derrotados desaparecían.

Él sabía que estaba luchando por su vida, para divertir a los alemanes, pero se dio cuenta que, con sus victorias estaba condenando a otros judíos a la muerte. Se negó a seguir peleando, aun sabiendo que arriesgaba su vida al no hacerlo, por lo que ya no peleo más.

Al poco tiempo, fue trasladado al campo de Bergen-Belsen, donde volvió a los trabajos forzados.

Allí conoció a Marta Yejiel, una joven judía de Salónica, que se convertiría en su esposa al terminar la guerra.

Cuando el 15 de abril de 1945 las fuerzas británicas liberaron el campo de Bergen-Belsen, Arouch buscó a miembros de su familia en el resto de los campos, pero ninguno de ellos había sobrevivido, por lo que, junto a su esposa, emigró a Eretz Israel, en el aquel momento bajo mandato británico.

Allí sirvió en las fuerzas de defensa y participó activamente en su independencia, para luego convertirse en un hombre de negocios y formar una familia con cuatro hijos y muchos nietos. Más adelante, Arouch regresó a Auschwitz, para asesorar a los guionistas de la película “El triunfo del espíritu” (1989) basada en su vida y en su supervivencia en Auschwitz.

Salamo Arouch sufrió todo tipo de maltratos y torturas, incluso perdió a toda su familia en los campos de exterminio nazis.

Sin embargo, no lograron hacerlo rendirse al deseo de la vida, consiguiendo de esa manera hacer nuevamente triunfar su espíritu judío.

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