La guerra nuevamente abruma a Israel. Más de doscientos cincuenta ciudadanos ya conocieron la muerte, y el número de heridos supera el medio millar. La agresión por parte de Hamás ya se conoce en todos los rincones del país.

Una inepta coalición gubernamental más preocupada por sus estrechos intereses que por el dinámico equilibro del país fue sorprendida por esta perversa agresión que pone en peligro no solo a centenares de ciudadanos judíos, hoy prisioneros del Hamás.

Filosas tensiones y ataques ya se conocen en todas las fronteras del país y ponen a prueba, una vez más, nuestra capacidad para sobrevivir más allá de las diferencias ideológicas hoy acentuadas por una maltrecha coalición
gubernamental que malamente nos gobierna en los últimos seis meses.

Comentaristas opinan que la difícil situación que hoy enfrentamos presenta algunas aristas semejantes a las que se conocieron en la Guerra de Yom Kipur.

Sin rechazar absolutamente esta tesis, sostengo que la agresión y los enfrentamientos militares que Israel en estas horas recuerdan circunstancias análogas a las que se conocieron al alumbrar Israel como Estado independiente.

En aquellos años 1948-1949 debió movilizar todos los recursos posibles con el propósito de evitar su temprano y total derrumbe. Y hoy debe encarar una agresión que se inició en la frontera con Gaza y en estos momentos abraza a todo el país.

En las presentes circunstancias Netanyahu deberá, a mi ver, corregir con lucidez una dispar y disolvente estructura gubernamental y aceptar la recomposición de la coalición gubernamental con la adhesión de Benny Gantz y Yair Lapid y el abandono de sus acuerdos con partidos nacional-religiosos que apenas aportan a la seguridad del país.

Juzgo que la formación de un nuevo gobierno es una necesidad inaplazable.

Netanyahu debe entender que son limitados sus recursos, y que la fragmentación social y religiosa de su gobierno alienta a los enemigos de nuestro país.

Ciertamente, llegará el momento de juzgar al presente gobierno y a su líder.

La existencia de nuestro país es una necesidad prioritaria. En ese orden de ideas pienso que Bibi, Gantz y Lapid deberían levantar un nuevo gobierno no solo con el propósito de reducir el número de víctimas – hoy llega al medio millar – sino también levantar un orden estable y democrático en el Medio Oriente.


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