Benito Gritzewsky es el padre de Ilana Gritzewsky , una de los dos mexicanos secuestrados por Hamás el sábado en Israel. Por primera vez, acepta hablar con los medios sobre la situación de su familia en estas horas de angustia. Esto fue lo que nos dijo.

Él vive en el norte de Israel. Mientras conversa con Enlace Judío vía telefónica, escucha disparos a lo lejos, “a dos o tres kilómetros de aquí”, calcula el mexicano, con experiencia en áreas de seguridad.

Pero no es para hablar de eso por lo que lo hemos contactado, sino para saber cómo se encuentra y si tiene alguna novedad respecto a la situación que vive su hija, secuestrada por Hamás, que ha dejado a un número muy próximo al millar de víctimas israelíes como saldo preliminar.

Sobre las novedades, “hasta ahorita, ninguna, ninguna todavía”, admite. Y sobre cómo se encuentra, dice que “dentro de todo, estoy tranquilo pero sí llevo dos días casi sin dormir, está la tensión medio pesada pero estoy en contacto con la embajada aquí, estoy en contacto con varias partes, que estoy trabajando para hacer presión con el gobierno de Israel”.

Gritzewsky reconoce que “estoy en contacto con el embajador aquí, el embajador de México en Israel, y la verdad me trató muy bien”. Luego narra que, mientras hablaba con el diplomático mexicano, las sirenas comenzaron a sonar en Tel Aviv, por lo que el embajador tuvo que correr a un refugio y cortar la comunicación.

También habla un poco respecto a la situación de su familia. Dice que tiene otro hijo en México, hermano de Ilana, quien no quiso migrar a Israel. “Yo me divorcié de la mamá de ellos hace muchos años. Tengo una pareja desde hace 25 años. No soy casado y tengo una hija de 19 años que es mi brazo fuerte con todo lo que está pasando, no tienes idea de cómo se está moviendo, de cómo me está ayudando”.

Dice que, por motivos de seguridad, no puede confirmarle a este medio cómo se enteró que su hija se encontraba entre las personas secuestradas por Hamás, pero al parecer no fue mediante fuentes oficiales del gobierno.

Da cuenta de una situación caótica en la ciudad en la que vive, con controles estrictos de acceso y revisiones de las fuerzas de seguridad ante cualquier actividad sospechosa. “Lo peor del caso es que ya empezaron en el norte, ya empezaron desde el Líbano”, lamenta, en alusión a los ataques e infiltraciones que han tenido lugar en el norte.

Narra cómo hombres en motocicleta recorrieron dicha frontera lanzando disparos al aire, ante lo cual las fuerzas de la ONU “corrieron a su cuartel y se encerraron”. Lamenta, con la misma incredulidad que el resto del mundo, que ante la ofensiva del sábado “el ejército se durmió. ¡Cómo es posible que hayan entrado, tirando la valla de seguridad de la frontera con un tractor!”.

Y parafrasea a un amigo para dar contexto a lo ocurrido:

“No fue un ataque de ejército contra ejército, fue un pogromo contra los israelíes”.

Finalmente, Gritzewsky nos cuenta que él y su hija menor han estado en contacto con la mamá y hermana del novio de su hija secuestrada y que está por sumarse a un grupo conformado por los familiares de los más de 100 secuestrados cuyo destino es incierto.

Mientras los disparos continúan a lo lejos, Gritzewsky se despide. Al igual que las otras familias, no le queda sino esperar.

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