El libelo de sangre no es nuevo, pero es aterrador ver cómo se extiende por todo el mundo tras la masacre de Hamás, cómo se amplía y se intensifica su impacto gracias a la deficiente cobertura informativa de esta crisis.

La falsa acusación de los grupos terroristas palestinos de que las fuerzas israelíes destruyeron un hospital en Gaza fue cubierta instantáneamente como un hecho por los periodistas. A medida que la acusación no confirmada era destacada en titulares, noticias y notificaciones automáticas, la reacción fue inmediata, amenazando a las comunidades judías de todo el mundo.

Esto sucedió incluso cuando la acusación fue rápidamente refutada por el gobierno israelí. Y fuentes estadounidenses afirmaron que el misil probablemente fue disparado desde Gaza por la Yihad Islámica Palestina, una organización terrorista local que actúa como una versión menor de Hamás.

Al salir el sol quedó claro que, aunque el misil errado se había cobrado víctimas, el hospital no había sido arrasado. De hecho, expertos independientes determinaron que se había incendiado por una explosión en tierra.

¿Quién es el responsable de la explosión del hospital en Gaza? La suposición instintiva de los periodistas corrompe los hechos

Basándose en imágenes aéreas, comunicaciones interceptadas y datos de código abierto, fuentes gubernamentales y no gubernamentales confirmaron que los daños probablemente fueron causados por un cohete disparado por terroristas dentro de Gaza. Pero ya era demasiado tarde.

La suposición instintiva de los periodistas de que Israel había bombardeado un hospital ya había alcanzado velocidad de escape, dando la vuelta al mundo e inflamando el odio a su paso.

Era de esperar que los medios árabes informaran la mentira. Medios como Al Jazeera han prescindido de cualquier pretensión de objetividad.

Pero fue aún más condenatorio ver a los medios de comunicación occidentales, incluidos The New York Times y The Wall Street Journal, saltar sobre la acusación de Hamás y difundirla sin aplicar los procesos normales que garantizan la integridad de su información.

“Según los palestinos, un ataque israelí mata a centenares de personas en un hospital”, titulaba The New York Times (que luego cambió a “Israelíes y palestinos se culpan mutuamente de la explosión en un hospital de Gaza que mató a centenares de personas”).

Además, periódicos respetables como The Washington Post y agencias de noticias como The Associated Press y Reuters amplificaron las acusaciones.

El grado de incompetencia fue abrumador, peligroso.

Estalla el odio antisemita en numerosos países

En las 24 horas posteriores al incidente, la desinformación alimentó una oleada de odio antisemita. Hay casi demasiados ejemplos para contarlos. Una sinagoga en Alemania fue atacada con bombas incendiarias.

Manifestantes antiisraelíes descendieron sobre el Capitolio de Estados Unidos e inundaron Amán (Jordania), Beirut (Líbano) y otras capitales. Y esto es solo el principio.

Algunos medios de comunicación, pero no todos, se han retractado de la afirmación y han corregido la información. Afortunadamente, nadie ha muerto como consecuencia directa de esta irresponsable cobertura. Pero parece probable que haya muertos si se repiten este tipo de informaciones erróneas.

¿Cómo ocurre esto?

Cuando Hamás hace una afirmación, los medios de comunicación deben hacerse preguntas difíciles. Como organización terrorista que prohíbe la libertad de expresión y proscribe la expresión abierta, tiene un historial de difusión de mentiras y propaganda. Sus dirigentes participan activamente en la guerra de información, utilizando todos los medios a su alcance.

Por ejemplo, en lugar de citar como fuente al Ministerio de Salud de Gaza, sería más exacto referirse a él como Ministerio de Salud de Hamás, porque es un brazo del gobierno terrorista. Los medios de comunicación también deberían dejar de referirse a los miembros de Hamás como “combatientes” o “militantes”: son terroristas impenitentes cuya malevolencia está confirmada por más de 1,400 bolsas con cadáveres en Israel, por no hablar de los más de 200 rehenes, incluidos bebés y ancianos, retenidos contra su voluntad en la Franja de Gaza.

Hamás controla el flujo de información que sale de Gaza

Pero el problema no es solamente la línea oficial de Hamás. Las agencias de noticias occidentales no pueden tener oficinas en Gaza, como hacen en Israel y otras democracias del mundo. A los reporteros no se les permite deambular y buscar historias a su antojo. Por el contrario, Hamás restringe quién puede informar sobre la situación y quién no.

Es hora de que los periodistas reconozcan su responsabilidad en esta crisis. La información irresponsable puede alimentar la propagación de un moderno libelo de sangre. El libelo de sangre es una acusación antigua, un mito peligroso según el cual los judíos matan intencionadamente a no judíos por una serie de razones.

Una antigua forma de noticias falsas, el libelo de sangre alimentó los pogromos antisemitas en Europa y luego se importó al Medio Oriente.

Hoy vemos el libelo de sangre en plena vigencia cuando el mundo culpa imprudentemente a Israel de cualquier cantidad de crímenes. Prolifera cuando, en este delicado momento, los principales medios de comunicación no aplican los controles e imparcialidad normalmente utilizados para minimizar la desinformación. Siempre ha sido peligroso, pero es aún más explosivo en la Era de la Información porque las víctimas serán los judíos de todo el mundo.

Mientras la guerra de Hamás se propaga y las tensiones aumentan, los medios de comunicación de todo el mundo deben asumir su responsabilidad y evitar que la información falsa se propague y avive las llamas del odio.

Jonathan A. Greenblatt es CEO y Director Nacional de la Liga Antidifamación (@ADL_es).


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