Una de mis festividades favoritas es Janucá, me encanta la belleza de su simplicidad, es decir, el hecho de que todo consista en prender ocho velas y que éstas se puedan prender casi en donde sea; que ocurra en invierno, y que en la época más oscura del año nos enfoquemos en ver la belleza que el contraste trae sobre la luz. En la noche, la luz de la vela siempre es más bella.

Janucá me recuerda el amor al mundo y la realidad que el judaísmo enseña. Amarte a ti primero y después amar tu pasado histórico, amar tu futuro y amar la época del año en la que te encuentras; los ciclos temporales de las estaciones. Es un deseo de ver belleza en cada aspecto que conforma nuestra vida. Es una de esas cosas que jamás abandonaría, no importa donde esté, no importa a dónde vaya, en Janucá siempre prenderé velas.

Por eso es a veces bello recordar algunas de las enseñanzas que la festividad trae para nosotros cada año. Las siguientes cuatro son aquellas que valen la pena recordar tiempo con tiempo.

La luz del hombre

Las velas de Janucá tienen muchos significados: al mismo tiempo representan la Menorá, la luz de la Torá oral y la Redención. De entre todos, los dos que más me gustan es el recordatorio que hace sobre la luz de los sabios y sobre la Luz Primigenia; me recuerdan que no importa cuán oscura sea la realidad siempre hay una luz a la cuál podemos asirnos, una luz que vive en nosotros el hombre.

El sabio es aquel que se cultiva en su vida para conocer a D-os, es aquel que logra darle espacio al hombre en su vida. La Luz Primigenia es el inicio de la Creación, representa aquello en lo cual la vida se sustenta, la fuerza creadora de D-os, aquello que es eterno y estable en cualquier época. Dentro del simbolismo de las velas ambas (la luz de los sabios y la luz primigenia) representan la misma luz.

Es decir la fuerza interna del hombre es tal que D-os creó el mundo desde la misma. No importa cual oscura sea la realidad siempre puede uno recurrir a esa fuerza interna. No importa cuál degradado esté el ser humano, siempre van a haber hombres que hayan encontrado esa fortaleza y que la hayan cultivado, siempre va a haber modelos, siempre va a haber luz, y es una luz con la cual nos podemos conectar.

El crecer paulatino

Otra gran belleza de Janucá se encuentra en la forma que se prenden las velas. Cada noche se prende una vela más, el crecimiento de la luz es paulatino: empezamos prendiendo una vela, luego prendemos dos, luego tres y así hasta ocho. Lo hacemos de esa forma para observar el crecimiento de la luz. Janucá también nos recuerda que nuestro propio crecimiento es paulatino, constante y paulatino.

El poder ser parte de una historia

Cuando prendemos velas y decimos las bendiciones recordamos los milagros que D-os hizo a nuestros antepasados y recordamos los tiempos de los macabeos. Si bien el énfasis de la tradición está en la espiritualidad, también hay un fuerte lazo histórico que nos ata a ella. El reconocernos dentro de una historia es un cobijo muy grande. Es una forma de reconocer la continuidad en el tiempo que nuestra cultura y creencias han tenido.

Los milagros

En hebreo la palabra “nes” significa milagro, sin embargo, también significa signo. Un milagro son aquellas cosas que nos recuerdan la Presencia Divina, pueden ser naturales o sobrenaturales. Janucá también nos recuerda la belleza que existe en el mundo que nos rodea y nos invita a verla y celebrarla.