“Si no soy para mí, ¿quién lo será? y si sólo soy para mí ¿qué soy?” es una de las frases más conocidas del Pirke Avot. Tradicionalmente la leemos en el contexto de la responsabilidad que tiene el individuo para con su comunidad, para con D-os. Pero, ¿qué acaso no aplica también para las comunidades mismas? Si no ves al que te es más cercano a aquel con el que compartes tu historia y tu futuro, si no te nace defenderlo y protegerlo ¿quién lo será? Así mismo, si existes sólo para ti y aquellos que consideras tuyos ¿quién eres?

En su libro The Dignity of Difference (La importancia de la diferencia) rab Sacks Z’L habla sobre los peligros de creer en un D-os tribal, al mismo tiempo que expone el daño que un D-os universal ha causado al mundo. El judaísmo aboga por la unión de ambas. La Torá es una ética que nunca se ha pretendido como absoluta, es de quien nace en ella o de quien se quiere acercar. Nunca se ha pretendido como elaborada para ser impuesta a los demás pueblos. Es una responsabilidad que uno hereda y acepta como propia. Al mismo tiempo no es una ética que se separa del mundo pues la Torá misma te obliga hacia al prójimo y hacia el reconocimiento de las otras naciones. Te obliga a construir en el mundo un espacio común que todos podamos habitar.

Los siguientes son cuatro elementos de la tradición judía que los recuerdan la importancia que la Torá da a la humanidad, y cómo inserta el camino de Israel dentro de ella a través de un encuentro y una responsabilidad. Al final, cuando tu D-os es el D-os de todos no puedes separarte por completo.

El Génesis

Uno de los comentarios más famosos de Rashi pregunta por qué la Torá empieza por la creación del hombre y no por el mandato de santificar la luna. Si la Torá es un compendio de libros pensados para ser llevados a la práctica, que te enseña la forma en que te debes relacionarte con el mundo y cómo debes vivir, ¿por qué empieza con una narración completamente separada de ello?, ¿por qué no empezar con el primer mandato? Rashi da su propia respuesta, pero a esa pregunta cientos de comentaristas han ofrecido la propia.

La razón es que la Torá te ata también a un destino compartido con el hombre. A diferencia de la gran mayoría de los relatos míticos de otras culturas que empiezan con la creación de su propio pueblo, la Torá empieza con D-os y con Adán. Te recuerda que antes de ser Israel fuiste Adán y como tal no puedes separarte de su destino.

El Mishkan

Otro elemento esencial es la concepción que tenemos de cómo era el Mishkan (Tabernaculo), después el templo, y la narración mítica que tenemos de lo que serán los tiempos mesiánicos. Había un lugar en el templo en el que todo el mundo podía rezar y acercarse a la Presencia Divina sin importar su tradición u origen. Así mismo tanto en el Mishkan (Tabernáculo) como en el Templo continuamente se hacían sacrificios por las otras naciones, el más conocido es el de Sucot donde a lo largo de toda la semana se hacían 70 sacrificios por las 70 naciones que existían. Cuando hablamos de la Era Mesiánica tenemos la imagen de la Sucá de David bajo la cual todos los pueblos se unen para alabar a D-os, cada uno desde su propio aprendizaje, cada uno desde su individualidad. El futuro de Israel existe también por el futuro de los otros pueblos.

D-os llora por Egipto

Hay un midrash que nos narra como D-os calla al pueblo de Israel cuando celebran haber cruzado el mar. D-os llora por el pueblo egipcio y regaña al pueblo de Israel por celebrar entre la desgracia de su oponente. Ese midrash nos enseña que incluso con nuestro enemigo no debemos nunca olvidar su humanidad. Siempre hay algo de nosotros que se refleja incluso en nuestro enemigo, y siempre le debemos más que sólo su dignidad.

Kidush Hashem en la modernidad

La responsabilidad del judío con el entorno que lo rodea es uno de los pilares que la ortodoxia moderna reconoció desde sus inicios. Antes de la modernidad el judío viva aislado del mundo que lo rodeaba por una condición social a la que estaba empujado, no existía la mezcla entre culturas. En los países árabes si bien había intercambio social y económico culturalmente sólo se mezclaban las elites, se consideraban dos culturas independientes que se respetaban pero que realmente vivían realidades separadas. En cuanto a países europeos, el judío era oprimido y se le prohibía activamente ser parte de la sociedad que le rodeaba, no existía posibilidad a la mezcla.

La modernidad rompió con todo ello y como tal hubo una ola masiva de asimilación entre judíos. Los rabinos del momento respondieron de distinta forma a ese evento. Hubo quienes reconocieron el gran beneficio que hubo para el pueblo judío haberse liberado de la opresión y hubo quienes pensaron que era un reto nuevo. Sin embargo, las tres corrientes los jaredíes (ortodoxos extremos), los religiosos sionistas y los ahora llamados ortodoxos reconocieron que ese evento histórico llevaba al judío a una nueva relación con el mundo que lo rodeaba y por consiguiente una nueva responsabilidad.

El Jafetz Jaim habló del Kidush Hashem, la santificación de D-os frente a los otros pueblos, como la mitzvá (mandato) más grande que un judío puede hacer. Rab Hirsch habló de la importancia de volverse activo en la sociedad que nos rodeaba y reconocer a la Torá ya no por una condición social sino por una apreciación real del valor intrínseco que ésta tiene. Habló de todo lo que gana el judío siendo un ciudadano activo cuando no por ello pierde su tradición. Rab Kook remarcó la importancia de reencontrar nuestra identidad, defender nuestra tierra, construir una nación, sin por eso olvidar la luz que nace de las otras naciones y que también nos alimenta. Al final, a su forma. los tres ven nuestra historia también dentro de la humanidad.

Nuestra responsabilidad

Todos estos elementos en realidad se plantean como una responsabilidad, una disposición que asumimos para con el mundo como judíos. Es decir, con el hombre y con D-os.