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jueves 10 de octubre de 2024
Cómo sucede la muerte de una democracia. Jacobo Dayan presenta "República de Weimar"

Cómo muere una democracia. Jacobo Dayan presenta “República de Weimar”

El 31 de julio, El Péndulo presentó el libro “República de Weimar” de Jacobo Dayán, con la participación de Esther Shabot, Moisés Tiktin y el autor.

Presente estuvo nuestra querida Jenny Asse, quien coordina estos eventos culturales con maestría.

 

Acerca de esta obra, Esther Shabot explicó:

“”República de Weimar” es un libro especialmente oportuno ahora que las democracias están en riesgo de muerte en tantas partes del mundo. ¿Qué fue y cómo murió la República de Weimar? Parafraseando a William L. Schirer con su “Auge y caída del Tercer Reich”, este libro podía también titularse “Auge y caída de la República de Weimar”.

El análisis arranca con el fin de la primera guerra mundial en 1918. Alemania aparece golpeada por la derrota, la humillación el desconcierto, el desencanto. Sobrevive ahí una sociedad fragmentada donde ideologías múltiples entran en choque sin poder converger en un proyecto común. Liberales, socialdemócratas, comunistas, ultranacionalistas, se hallan inmersos todos en un caldo de cultivo favorable a la seducción por las teorías raciales y las creencias esotéricas descabelladas.

En ese contexto, el desencanto y los problemas económicos por la alta inflación y el agudo desempleo, constituyeron una especie de electroshock general, una suerte de fisión atómica sobre el tejido social que destruyó el viejo orden sin dar a luz otro concreto, seguro, fiable, que lo sustituyera.

Una proliferación de tendencias políticas e ideológicas se adueñó del escenario: como se mencionó antes, comunistas, fascistas, socialdemócratas, corrientes esotéricas y místicas se mezclaron con prácticas como la experimentación con drogas fuertes, quiromancia, antroposofía, espiritismo; en síntesis, una ensalada de formas ideológicas de enfrentar la realidad dentro del marco de esa recién nacida República de Weimar que, balbuceante, buscaba dar sus primeros pasos a pesar del caos general en el que, como nueva institucionalidad, intentaba poner en pie un entorno con rasgos democráticos.

La tradición sufrió un golpe demoledor y apareció un abanico de alternativas para sustituirla y negarla.

Va a desaparecer el figurativismo en la plástica, la melodía en la música, la estética formal burguesa conocida va a ser sustituida por un expresionismo que privilegia lo grotesco. Se va a romper con la perspectiva, los gestos se van a exagerar, y en el teatro y la cinematografía se va a imprimir un exacerbado dramatismo.

La sexualidad por su parte, salió del clóset y se volcó a los espacios públicos, entre los cuales el cabaret fue uno de los más socorridos. Ahí la sátira, la ironía, el doble sentido, la sexualidad crudamente aludida fueron la norma, revelando la naturaleza disruptiva del estado de ánimo prevaleciente.

Y también la violencia se destapó, en especial contra las mujeres, al tiempo que paradójicamente, el feminismo fortaleció sus postulados. Igual que ahora en México. En las primeras elecciones en 1919, por primera vez votaron las mujeres.

En los terrenos del pensamiento, la filosofía y la literatura, los monstruos sagrados fueron derribados para abrazar formas innovadoras de pensar, de escribir, de interpretar. Jacobo nos recuerda en su libro cómo algunos pensadores y artistas interpretaron esas rebeliones como la necesidad de matar al padre, de deslegitimarlo y hacer patente su decadencia moral. Como lo que transmitió Kafka con su Carta al padre.

El espíritu nihilista floreció, no con una oferta de la nada como podría señalar su nombre, sino con propuestas provocadoras definidas a menudo como anti-arte.

Aparecieron así la escuela del Bauhaus, en la arquitectura; la música de Kurt Weil, el dodecafonismo y la atonalidad de Schoenberg, la pintura y el dibujo de Kandinsky George Grosz y Egon Schielle, así como el movimiento Dadá y una novedosa iconografía en el cine donde lo grotesco y lo monstruoso adquirieron centralidad. En el área del pensamiento destacaron figuras que habrían de plantear ideas que alimentaron buena parte de la cultura y la discusión filosófica del Occidente del siglo XX y hasta nuestros días. Walter Benjamin, Erich Fromm, Freud, Habermas, Adorno, Horckheimer y Marcuse.

En la ciencia también se registró un florecimiento inédito. Jacobo nos ilustra al respecto enumerando los 18 premios Nobel recibidos por científicos germanoparlantes entre 1918 y 1932 en diversas ciencias y tecnologías, más dos de Paz y uno de literatura recibido por Thomas Mann.

Toda esa plétora de creatividad novedosa y disruptiva habría de ser condenada, con el ascenso del nazismo, como arte, pensamiento y ciencia degenerados, que debían desaparecer totalmente para permitir el establecimiento de las modalidades adecuadas al espíritu totalitario, racista y asesino del nuevo orden nazifascista.

Echando una mirada retrospectiva a los 14 años que duró la República de Weimar, se puede afirmar que ese caos empapado de pesimismo, nihilismo, ruptura con el pasado y la tradición, desencanto, frustración y rebeldía, dio a luz un florecimiento extraordinario de nuevas formas de pensar, de escribir, de pintar, de hacer música, teatro, cine, de vivir la sexualidad, de revolucionar las relaciones sociales y familiares, de ser mujeres.

Pero Jacobo Dayán apunta que esa explosión creativa, desafiante y rebelde que dio a esos casi tres lustros un sello que sigue siendo emblemático de un periodo glorioso en cuanto a florecimiento y productividad artística y científica, contenía también su lado oscuro, su germen de la destrucción y de la muerte.

Como lo señala Jacobo citando a Bergman, la República de Weimar fue simultáneamente el huevo de la serpiente, la matriz de la cual emergería el nazismo y sus horrores. ¿Cómo explicar tales contradicciones?

Políticamente, podría decirse que la debilidad de la democracia alemana y la falta de desarrollo de una clase media con cierta madurez y fortaleza para oponerse a los radicalismos políticos, propiciaron que las propuestas populistas, antisistema, ultranacionalista, racista y antisemita del nazismo, fuera un poderosísimo imán para alimentar las expectativas de una superación, tanto del caos experimentado durante la propia República de Weimar, como de la derrota de la primera guerra mundial.

Toda esa caótica realidad sería un extraordinario caldo de cultivo para el crecimiento del nazismo que consiguió hacerse del poder total en 1933

La gran crisis derivada de la depresión de 1929 llevó a su punto máximo la descomposición económica y el caos. De ahí en adelante la fórmula nazi que combinaba populismo con ultranacionalismo y aberrantes teorías raciales que enfatizaban la superioridad aria, fue abriéndose camino con el uso cotidiano e irrestricto de la violencia asesina que no logró ser contenida por el aparato judicial, infestado ya entonces de corrupción.

En el libro se cita un chiste profético contado en 1931 por Werner Finck en un espectáculo de cabaret: “En las primeras semanas del Tercer Reich se harán varios desfiles. Si los desfiles se suspenden por lluvia, granizo o nieve, todos los judíos del vecindario serán asesinados”.

Otro ejemplo citado en el libro es el de la obra de teatro de revista “Los fantasmas de la Villa Stern” estrenada en 1931. Se trata de uno más de los ejemplos elocuentes del grado al que los judíos se habían convertido en los máximos chivos expiatorios para explicar la derrota en la guerra, las intermitentes pero constantes crisis económicas que tras la Gran depresión de 1929 se exacerbaron extraordinariamente, junto con la polarización social intensa que confrontaba a comunistas, liberales, socialdemócratas y ultranacionalistas fascistas y racistas.

La mencionada pieza teatral se trata de una parodia sobre los antisemitas de esa época.

En ese contexto tan contaminado ideológicamente, el militarismo cobró cada vez mayor ímpetu. En 1930 a partir de una crisis parlamentaria se permitió al presidente gobernar por decreto y utilizar al ejército para garantizar la gobernabilidad y la seguridad pública. Tal situación es para Jacobo una lección que debe ser comprendida por nosotros los mexicanos. Nos advierte que, cito “las fuerzas armadas son por definición opacas, reacias al escrutinio público, a controles políticos, y alejadas de la seguridad ciudadana. Nunca terminan bien estos experimentos”.

Y al describir cómo avanzó la descomposición, lo que Jacobo anota es pertinente tanto para aquel entonces como para nuestro entorno inmediato. Cito “En una situación de crisis, entonces y ahora, se intentan reducir los contrapesos políticos: el Legislativo sólo es una oficialía de partes del Ejecutivo; todos los días se golpea a la oposición política y a las voces críticas; se habla de un complot y se busca una supuesta transformación”.

El decreto como forma de gobierno y la incursión de los militares también se advierten en México. Con esto no se pretende equiparar las condiciones, pero sí llamar la atención sobre los riesgos que corre la democracia ante tales embates”

Reproducción autorizada con la mención siguiente: © EnlaceJudío

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