Rab Berel Wein – La lectura de la Torá de esta semana comienza con el relato de las generaciones de Abraham e Isaac. Se titula “Toldot”, que literalmente significa “los hijos”, en relación con la genealogía y las generaciones. La lectura de la Torá de hace unas semanas también nos relataba la genealogía y las generaciones de Noé y sus hijos. Pero esa porción de la Torá se titulaba “Noaj” y no “Toldot”.
El versículo inicial en ambos casos es prácticamente idéntico, pero los nombres de las Parshiyot son diferentes. ¿Hay alguna razón por la que la lectura de la Torá anterior deba llamarse basándose en el nombre de la persona implicada, y nuestra lectura de la Torá de esta semana deba llamarse basándose en las generaciones y la genealogía que se describen? La lectura de la Torá de esta semana debería haberse titulado Isaac, como la lectura de la Torá de Noaj.
Aunque no es la observación más pertinente en relación a dicha lectura, me ha preocupado durante varios años, y he encontrado relativamente pocas explicaciones de los grandes comentaristas, que suelen tener muchas observaciones en respuesta a preguntas obvias como ésta en nuestra Torá eterna. La semana pasada me concentré un poco en el asunto y, como es habitual cuando uno se concentra en un tema de la Torá, me llegó un atisbo de comprensión al respecto. Es esta idea la que deseo compartir con ustedes en el artículo de ahora.
Hay una diferencia inherente entre las generaciones y la genealogía de Noaj y la de Isaac. Ambos son supervivientes de grandes acontecimientos de peligro y trauma. Sería imposible sobrevivir a la destrucción del mundo entero, como en el caso de Noaj, o al sacrificio voluntario del propio padre, como en el caso de Isaac, sin que estos acontecimientos tuvieran un impacto duradero en los supervivientes que los presenciaron y experimentaron. Pero es la reacción que tuvieron a ello lo que diferencia a estos dos justos.
Noaj, como superviviente, intenta borrar el recuerdo de lo sucedido de su mente consciente y de su comportamiento. Por eso planta un viñedo, produce vino (posiblemente), se emborracha y es avergonzado y violado por su propia progenie. Es comprensible que quiera olvidar lo sucedido y lo que presenció, y no cargar a las generaciones futuras con los recuerdos del trauma que permanece enterrado en su subconsciente. La clave para seguir sobreviviendo es olvidar el pasado y no transmitirlo a la generación posterior. Por lo tanto, la lectura de la Torá relativa a su vida se llama sólo por su nombre, ya que no hay intención de transmitir a las generaciones futuras lo que ocurrió y por qué ocurrió. Además, dado que la vergüenza de Noé llegó específicamente a través de sus hijos y nietos, sus “toldot”, habría sido impropio llamar a la Parsha por su nombre, llamando la atención sobre el trauma de Noé.
Sin embargo, en el caso de Isaac, lejos de intentar olvidar que fue atado en el altar por su padre, desea transmitir ese recuerdo y ese trauma a sus descendientes, el pueblo judío, hasta el día de hoy. Veneramos la experiencia de nuestro padre Isaac, y su voluntad de sacrificarse por el bien del Dios de Israel. Esta experiencia se ha convertido en un sello hereditario de la vida judía, y la recordamos como un símbolo de continuidad de generaciones, y no sólo como la experiencia de un individuo, por grande que éste haya sido.
Fuente: torah.org
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