Enlace Judío México.-Por su trascendencia para el entendimiento de la evolución económica mundial y de la de México, en esta Crónica presento un resumen que elaboré de la ponencia que el Dr. David Ibarra Muñoz (México 1930) presentó ante el World Future Society el pasado 1º. de junio del 2017.

LEÓN OPALÍN EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

Paradigmas económicos corroídos

David Ibarra Muñoz es un destacado economista mexicano que ha desempeñado altos cargos en la Administración Pública de México. En el presente, es consejero de varias importantes empresas mexicanas y profesor de la Facultad de Economía de la UNAM.

– El mundo vive una compleja situación en el ámbito económico y sociopolítico que frena un cambio estructural ordenado que de manera urgente se precisa para elevar el bienestar de la población de los diferentes países. En el entorno globalizado que experimenta la sociedad, es de vital importancia el establecimiento de un nuevo orden económico que permita a las ciudadanías de las diferentes naciones conjugar armoniosamente la libertad, la democracia y el bienestar. Alcanzar plenamente este propósito implica superar numerosos obstáculos que pueden originar desajustes económicos, políticos y sociales.

– Después de la Segunda Guerra Mundial EUA se consolida como líder mundial para garantizar la seguridad Occidental. No obstante, en las dos últimas décadas ha visto debilitar su fortaleza frente al desafío del surgimiento de nuevas naciones líderes; China, Rusia y la Unión Europea, principalmente; con el reciente ascenso de Donald Trump a la presidencia de EUA se ha acentuado el deterioro de su credibilidad como potencia frente al resto del mundo y frente a su propia gente. En EUA se ha instaurado un régimen autocrático, ineficiente, xenófobo, misógino y proteccionista.

– En aras de un proceso globalizado eficientista, el neoliberalismo se ha olvidado de las cuestiones distributivas y el combate al desempleo y se ha producido un severo desequilibrio del medio ambiente. Las políticas macroeconómicas se han centrado en el monetarismo de los bancos centrales casi exclusivamente para combatir la inflación, que ha derivado en políticas contraccionistas del gasto público que han propiciado elevados niveles de desempleo y desencanto social; en este ámbito líderes populistas en todo el mundo han difundido promesas incumplibles con los objetivos esenciales de la política económica: el crecimiento de la actividad productiva, del empleo y la distribución equitativa del ingreso. Así fueron quedando en entredicho algunas ventajas del acotamiento progresivo de las funciones del Estado, de la liberación comercial o de la creencia de que el intercambio y la inversión foránea impulsarían el crecimiento global.

– Si bien la inflación ha sido abatida a niveles históricos en casi todo el mundo, se han presentado recurrentemente crisis, la más reciente y profunda en el 2008, que mostró la fragilidad de la organización de los mercados y del monetarismo, existe necesidad del intervencionismo estatal para corregir desviaciones peligrosas y señalar direcciones estables al desarrollo.

La experiencia histórica demuestra que los sistemas mercantiles son propensos a la inestabilidad, a la especulación y finalmente se requiere el respaldo de los gobiernos.

– Las medidas monetaristas, léase tasas de interés bajas, han ayudado a paliar las crisis, rescatar a las empresas privadas, y en el caso de los países en desarrollo, a facilitar su financiamiento a costa del deterioro del nivel de vida de la población.

– Las estrategias de crecimiento hacia afuera, como sostén del desarrollo, muestran debilidad, se crean desequilibrios acumulativos en las balanzas de pagos de los países; EUA se ha convertido en la economía más endeudada del mundo, a largo plazo, esto es insostenible.

– El empleo se dirige a zonas de mano de obra barata y se debilita en los países de mano de obra mejor remunerada. Los grandes exportadores buscan controlar los costos salariales por razones de competitividad internacional.

El comercio internacional ha perdido fuerza desde el 2008 hasta quedar por debajo de la evolución del producto mundial. Surge una especie de neomercantilismo donde los estados procuran exportar, y a la vez, dejan de importar. En esencia, el intercambio deja de ser factor primario de impulso a la producción, mientras se crean desajustes comerciales y distributivos.

– La tributación en los países se evalúa en el presente como una rémora a la competitividad internacional. La reducción de impuestos directos no ha deprimido la captación de ingresos fiscales por el alza extraordinaria de beneficios de las empresas y de los sectores de alto ingreso. Aun así los problemas presupuestarios hacen que el crédito o el ahorro del extranjero se conviertan en sustituto de las erogaciones públicas antes destinadas al empleo o a la inversión.

Hoy día se modera el gasto y los déficits públicos de los gobiernos frente a la supuesta resistencia ciudadana a tributar. Por eso la sostenibilidad de la deuda externa se convierte en preocupación central de los enfoques auspiciados por los organismos financieros internacionales.

– La competencia internacional abierta ha debilitado las funciones de los mercados nacionales de trabajo como armonizadores históricos de los intereses de empresarios y trabajadores. Los pactos sociales entre empresas y trabajadores fueron debilitados por la globalización al romperse el equilibrio entre demanda y oferta de empleos en el mundo, dejando muy corta la demanda de ocupaciones; se incrementó notablemente la tasa de desempleo crónico o el rezago salarial en los países industrializados, junto al ascenso explosivo de la informalidad en muchas zonas atrasadas. En este proceso también ha tenido relevancia el avance tecnológico, que desplaza el empleo en las actividades susceptibles de ser automatizadas o sustituidas por el abaratamiento de los bienes de capital. Se ha originado pérdida de influencia política de los trabajadores y ganancias en los segmentos altos.

– La inequitativa distribución del ingreso es una realidad en todo el mundo, tanto en naciones desarrolladas como en las en vías de desarrollo. En América Latina y África los sesgos distributivos son más acusados. México no escapa a esta triste realidad; 10.0% de la población más rica concentra 60.0% o más del producto.

En este ámbito no solo existen desigualdades de ingreso, también las hay de género, de grupo social, étnico o de educación, que afectan de diferente manera el desarrollo de los individuos.

La concentración de los ingresos y la pobreza destacan por sus consecuencias en la formación o deformación de la población, son inseparables de la mala nutrición, las enfermedades, el desempleo y la descriminación. La desigualdad en la distribución del ingreso se califica como el principal desajuste social en el mundo; el fenómeno no solo se da en las naciones en desarrollo, también se observa en EUA, Europa, Japón, entre otras.

El ascenso de China e India ha contribuido a cerrar las desigualdades entre países. No obstante, la globalización no ha servido para reducir, sino para profundizar las desigualdades distributivas. El bienestar humano está lejos de avanzar hacia una igualdad mejor compartida.

– Las estructuras democráticas nacionales se han fortalecido formal e institucionalmente en cuanto a la organización independiente de los procesos electorales, la división de poderes, la observancia de tratados internacionales y el financiamiento de los partidos políticos. Sin embargo, ha de reconocerse un componente rezagado, el relativo al ejercicio de la soberanía popular. Ello se manifiesta en otorgar poca importancia a las demandas y aspiraciones de las poblaciones, frecuentemente enojadas por las reglas de la globalización.

Los sistemas políticos nacionales quedan limitados por criterios tecnocráticos o de orden global, surgen déficits democráticos expresados en desánimo político y hasta desconfianza en la misma democracia. Hay caída en el volumen de votantes, aún en los comicios de las potencias líderes y multiplicación de elecciones poco concurridas. Es común la reducción de las membresías de los partidos políticos en relación al tamaño del electorado, los comicios se tornan volátiles, propensos al populismo de cualquier signo, no afianzados en posturas ideológicas firmes de los propios partidos. Todo ello se refleja en el resquebrajamiento de los pactos sociales, pérdidas de legitimidad de los gobiernos y descomposición social.

– En el presente, es evidente el liderazgo futuro y la dirección de los cambios que se han realizado en el orden internacional. Están en entredicho las estrategias exportadoras, las fiscales o la conciliación social previstas antes para los mercados de trabajo y los estados de bienestar.

– Las principales instituciones del orden internacional están debilitadas en sus funciones y objetivos. El mundo encara resistencia al cambio. Quizá el más difícil sea imprimir cara social amigable a la globalización; por lo demás, la tarea más importante sería reformar el orden internacional para dar fuerza legitimadora a los derechos humanos, como garantía mínima de equidad y legitimización democrática.