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LEÓN OPALÍN PARA ENLACE JUDÍO

Vulnerabilidad de las personas viejas

Enlace Judío México | Mi suegra está cumpliendo 99 años, la longevidad es hereditaria; su padre vivió entre 108 y 110 años, lo vi en una ocasión en su natal Villa del Carbón, una población del Estado de México, prácticamente conurbada a la Ciudad de México; mi suegra también nació allí en 1915. Hace tres meses, más o menos, podía caminar sola y su lucidez era prácticamente total. Tiene dos semanas residiendo en mi casa y ya no puede valerse por si misma, tiene frecuentes y prolongadas ausencias y creo que su fin está próximo; su voz es débil, no obstante, aún disfruta de la comida en cantidades limitadas y en alguna ocasión toma una copita de jerez. Tiene agudos dolores de huesos.

A pesar de que su calidad de vida es deplorable no quiere morirse; pregunta dónde están sus zapatos para tenerlos a la mano, el día que la llevamos a un restaurante a celebrar su onomástico. Mi suegra fue una mujer hacendosa arraigada a las tradiciones mexicanas; preparaba exquisitos platillos típicos en celebraciones como la Semana Santa, las fiestas patrias y las de fin de año, entre otros. Procreó tres hijas y un hijo. Mi esposa es la menor de los cuatro. El hijo, que ahora tiene cerca de 72 años, desde hace años no visita a mi suegra; cualquier circunstancia absurda es suficiente como pretexto para no cumplir con sus responsabilidades con mi suegra. La hija mayor, que ahora tiene 73 años, estuvo 10 días en el hospital y ahora le es difícil cuidar a su madre. La hija de 64 años, enviudó hace tres años; vendió su casa y se apropió ilegalmente de la de mi suegra, de hecho, desde hace quince años su hijo mayor (40 años) se instaló en la casa de mi suegra; jamás le pagó renta o la ayudó económicamente.

Durante muchos años apoyé económicamente a mi suegra; con mi esposa la llevamos periódicamente de vacaciones; mis circunstancias han cambiado y la ayudo de manera limitada. Mi esposa está totalmente dedicada a ella en su etapa final de la vida; el esfuerzo físico y emocional que realiza con su madre la tiene totalmente agotada. La situación de mi suegra podría haber sido más favorable si no se hubiera interpuesto la avaricia de sus hermanos. Por lo demás, no obstante que mi suegro fue una persona noble y bondadosa, no fue previsor y de herencia solo dejó la casa, que fue “expropiada” por una de sus hijas y una raquítica pensión del Seguro Social. El caso de mi suegra es uno entre millones de mexicanos, es lamentable. Me he esforzado por administrar con cuidado mi patrimonio para no terminar como mi suegra y que cuando fallezca, mi esposa pueda sobrevivir decorosamente.

La historia del hombre enseña que en la mayoría de las familias los hijos no se preocupan por el bienestar de sus progenitores en su vejez. Recuerdo que hace muchos años leí que entre las tribus esquimales y en algunas de indios de EUA, era costumbre abandonar a los viejos en un lugar distante para que murieran y no “compitieran” por la comida y el agua con el resto de la tribu, ya que en cierto periodo del año estos satisfactores eran escasos. Aparentemente el espíritu gregario entre los animales está más desarrollado que entre los hombres, entendiéndose este concepto como “la relación que se da cuando los individuos de una población se asocian y trabajan juntos para conseguir un objetivo común” o cuando los animales o insectos se agrupan en manadas o colonias para sobrevivir.

El avance extraordinario de la tecnología ha provocado que el hombre se vuelva cada vez mas hedonista, es decir, que busque como fin supremo en la vida el placer, lo que implícitamente significa que en la búsqueda de este propósito centre sus acciones en su persona, relegando a terceros, sobre todo a los ancianos que les resultan un “estorbo”; el hedonismo en el presente ha llevado a los individuos a un exacerbado consumismo que acentúa la tendencia histórica de la inequidad de la distribución del ingreso entre la población del mundo.

El maltrato a las personas mayores es algo muy común en la era moderna y de acuerdo a la Liga de Geriatras y Gerontólogos de la Lengua Latina, es un reto social a resolver en el tercer milenio; el maltrato a los ancianos en casos extremos alcanza la violencia física; empero, en buena medida está relacionado con la limitación de sus derechos y de su intimidad. Lo cierto es que el maltrato no solo se registra en hospitales, casas de ancianos o instituciones similares, sino básicamente en el seno de la familia. Ignorar a las personas mayores no solo representa vulnerabilidad para este segmento de la población, sino un acto de desamor, de ingratitud y de deshumanización.