Enlace Judío México.- En Israel hay una expectativa total por las repercusiones del discurso de Trump anunciando el reconocimiento oficial de Jerusalén como la capital del Estado israelí. Y hablar de sus intenciones sobre el traslado de la embajada norteamericana desde Tel Aviv a Jerusalén, aunque lleve 3 o 4 años más para que se pueda llevar a cabo. Los noticieros israelíes no dejan de hablar del asunto desde hace dos días y hoy miércoles 6 de diciembre la expectativa ha llegado hasta el cielo.

EDGARDO KRAWIECKI EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDÍO.

El presidente norteamericano Donald Trump había prometido trasladar la embajada de los Estados Unidos a Jerusalén durante su campaña electoral. Más adelante el tema había quedado relegado, como para no despertar olas de violencia. Y ahora ha vuelto esta semana con todo, decidido a reconocer a Jerusalén como la capital de Israel y a prometer el traslado de la embajada estadounidense de Tel Aviv a Jerusalén. En respuesta a ello, los palestinos de Abu Mazen ya han prometido una “Intifada política” mientras los sectores más duros como los de Hamás y las organizaciones del rechazo apoyadas por Irán llaman a una rebelión armada contra Israel.

La nueva movida de Trump no cambia nada en positivo, pero podría ser la mecha que encienda una nueva ola de violencia en la región. Nada hace prever un momento histórico como ha despertado el discurso de Trump con la gran noticia. No se trata ni de la Declaración Balfour ni la de la Independencia de Israel.

Y ni Yair Lapid ni Avi Gabai le cuestionarán ahora a Netanyahu el por qué ha arrastrado a Trump a iniciar de repente esta movida. Tendrán que salir a respaldarlo, aunque aquí en Israel se venga el Armagedón.

Hasta esta semana, todo parecía estar como siempre. Como suelen hacer todos los candidatos a presidente norteamericanos cuando están en campaña, y al final no termina pasando nada nuevo, parecía que sería también esta vez. La embajada estadounidense había quedado en Tel Aviv desde la asunción de Trump y ahora podría efectivamente moverse a la Ciudad Santa tras esta declaración oficial de la Administración norteamericana de que “Jerusalén es la capital de Israel”. Unos dirán “chocolate por la noticia” y otros querrán partir el cielo con su ira. Hamás desea ahora iniciar una escalada de violencia, y muchos en Al Fatah también. Quizá no tanto Abu Mazen ni tampoco el palestino de a pié, que da señales de estar agotado de tanta violencia.

Las embajadas extranjeras en Jerusalén

Para empezar, sería interesante analizar y ver cuántas embajadas hay en Jerusalén, además de la prometida para dentro de poco por los Estados Unidos.

En estos momentos, no hay ninguna representación extranjera en la ciudad de Jerusalén. Que es la capital del país porque ello fue decidido por el Gobierno de Israel aunque no haya sido reconocida por todo el mundo, desde la creación misma del Estado Judío.

Por ejemplo, hasta el año 1981 llegó a haber hasta 12 embajadas sudamericanas con sede en Jerusalén, y la de Holanda.

El motivo del retiro de estas embajadas de Jerusalén a Tel Aviv fue que en el ’80 el entonces primer ministro del Likud, Menájem Beguín, decretó la Ley de Jerusalén, aprobada luego por la Knéset, el Parlamento israelí. Esta ley fundamental anexaba barrios de Jerusalén conquistados en la guerra de los Seis Días, en 1967, convirtiendo a la ciudad “unificada” en la capital de Israel, y no solamente a su parte occidental (la judía). Sino que contemplaba también a la oriental (la palestina).

Sin embargo, hubo dos regresos posteriores de embajadas a Jerusalén que estuvieron quince años más, y fueron latinoamericanas: las de El Salvador y Costa Rica. Pero se retiraron en agosto del 2006, tras la Segunda Guerra del Líbano.

Fuera de Trump, hubo otro presidente que prometió trasladar la embajada de su país de Tel Aviv a Jerusalén y también fue latinoamericano.

En 1994, el presidente de Guatemala, Ramiro de León, anunció el traslado de su embajada de Tel Aviv a Jerusalén, pero por el boicot comercial que le decretó la Liga Árabe por ello –que perjudicó a casi un millón de agricultores guatemaltecos, en su mayoría especializados en el cultivo del cardamomo, una especia que venden al mundo árabe- se vieron disuadidos y terminaron anulando el proyecto. Quizá algo similar a lo que pensó Trump que le podría suceder hasta esta semana, pero a una escala mucho mayor.

Las idas y vueltas de Trump, su conducta impredecible, resultan muy interesantes y hasta podríamos decir que no tienen precedentes. Ya sabemos cómo es el actual presidente norteamericano. Lo que dice un día puede ser todo lo contrario al día siguiente. Apenas asumió la presidencia, confirmó que se trasladaría la embajada de los Estados Unidos de Tel Aviv a Jerusalén. Y a las dos semanas prácticamente dejó de hablarse del asunto. Y ahora vuelve a retomarlo, sorpresivamente.

Después, cuando estuvo en Israel en mayo pasado, dijo que lo dejaría para mucho más adelante, pero que seguía con la idea. De todos modos, a pesar de las declaraciones de esta semana, el traslado no va a ser ahora a finales de este 2017 ni durante el 2018.

De hacerlo ahora tiraría una cerilla incendiaria en toda la región. Y probablemente no lo hará. Es un asunto demasiado problemático, por más buena voluntad y sintonía que tenga con la derecha vernácula; comenzando por los colonos y sus representantes en el Gobierno, con quienes Trump parece estar en sintonía total.

Uno se podría preguntar, si la relación es tan estrecha con el Gobierno de Netanyahu, por qué hace estos zigzags y no va de una vez por todas en esa dirección.

Porque Trump puede hacer la vista gorda con la construcción de 2500 unidades de vivienda en los territorios ocupados que aprobó a principios de año el Gobierno de Netanyahu en los asentamientos. Podría hacerla con algunas construcciones más de los colonos. Que construyan lo que quieran mientras todo el proceso con los palestinos continúa estancado. Pero de ahí a respaldar abiertamente la anexión de asentamientos o trasladar la embajada a Jerusalén ya es harina de otro costal. Subleva a los palestinos en particular y al mundo árabe e islámico (comenzando por la Turquía de Erdogan y el Irán de los ayatolás) en particular.

El rey de Jordania, Abdala, ha advertido sobre una consecuencia de violencia y el presidente turco Erdogan habló de “incitación al terrorismo”.
Y sin embargo, Trump da a entender ahora que está dispuesto a patear el tablero. Y en todos lados se preguntan por qué justo ahora. También en Jerusalén, donde en el ministerio de Exteriores de Israel aún no saben si deben festejarlo o lamentarlo.