SALOMÓN LEWY

¡Cuán maravilloso es tener la Torá como guía de nuestras vidas! Nunca nos falla, no necesita modificaciones, no tiene súbditos ni enemigos políticos. No requirió votaciones. Su articulado alcanza – y trasciende – a toda la raza humana. Es práctica, clara, concisa y efectiva. Es la Ley perfecta.Para un simple judío como el que esto escribe, es suficiente guía material y espiritual, a la que acude en caso de duda o conflicto.

Sí, es una Ley exigente, abrumadora, palmaria. Sus Diez Enunciados no dejan lugar a desviaciones ni interpretaciones. El Pueblo Judío tiene – debe tener – un porcentaje de él que se dedica a estudiar, a explicar, a tratar de extraer lecciones de la Torá para el resto de nosotros.

Tomemos por ejemplo uno de los Mandamientos y tratemos de aplicarlo a nuestra vida moderna:  Respetarás a tus Padres.Vayamos entendiendo. Literalmente, no tiene desperdicio. Está muy claro. Veamos ahora lo que significa, cuáles son las implicaciones, los alcances, la influencia que tiene en la conducta y las relaciones entre padres e hijos, procurando hacerlo del modo más sencillo posible.El niño ( o la niña, claro) mira desde el inicio de su vida unas figuras grandes, constantes, en las cuales instintivamente se refugia, reclamando ayuda, calor  y amor.Paulatinamente, empieza a valerse de sus exiguos recursos físicos y mentales. Encuentra la manera de sostenerse sobre sus piernas, se da cuenta que su voz también le ayuda, que sus manos sirven de mucho. Comienza a absorber, a mentalizar personas, objetos, sonidos. Constantemente descubre las novedades, y llega a comprender de que puede estar solo, sin las figuras grandes que veía siempre cerca de sí.

Luego llega a la etapa de la “socialización”, cuando conoce otros como él. Su instinto lo ayuda a reconocer quién es de “los suyos” y quién es ajeno.Poco después, repentinamente, se encuentra en lo mis tiempos se llamaban “parvulitos”, y es aquí donde se inicia en la adopción de costumbres y usos sociales. Lo siguiente, como todo lo anterior, es historia conocida. Primaria, Secundaria, BarMitzvá o BatMitzvá, según el caso, Prepa. Una carrera . En algunas casoas, Hajshará; en otras, estudios en el extranjero, y en otras más, el negocio familiar, etc. Todos estos ciclos, como sabemos ( y agradecemos), son cubierto, solventados, resueltos por padre y madre, sin escatimar esfuerzo o recurso.

Es claro que a lo largo de ese anterior camino existieron fallas, fricciones, diferencias, deficiencias – de unos y otros – pero las intenciones fructificaron,  llegaron a algo positivo. El “niño” (o la niña) se va a casar. Se extrae del banco, se sacan los ahorros, a ver cómo se le hace, pero la boda, la dote y todo lo demás queda solventado, incluyendo el condominio, el auto y “lo que se ofrezca”.

En el lenguaje clásico, es el momento de la vida en el que el hijo se siente realizado. Ya sabe manejarse, tiene su propia personalidad completa  – y complementada – ya es, en una palabra, independiente.Las figuras grandes de su niñez quedan sólo como eso, figuras. “Tiene su vida, sus responsabilidades. No puedes obligarlo a que venga con la nuera y los niños cada vez que quieras, Moisés”. “Sí, Sara, pero para que le ‘refaccione’ su negocio, para eso sí soy bueno, ¿verdad?”.

Es aquí donde  quiero hacer una pequeña pausa y citar al eterno fabulista Esopo. En el nido nació una pequeña avecita, frágil e indefensa. Con grandes esfuerzos de la pareja, al pequeño creció. Llegó un momento en el que ya no cabían los tres en el nido. Los progenitores se vieron obligados a volar y hacerse de otro nido, mas ya no tuvieron los recursos para que éste fuese igual al original.¿Qué hubiera sido preferible? ¿Qué el hijo volara a otra parte o que fueran los progenitores los desplazados?

Volvamos a nuestro Mandamiento: Respetarás a tus Padres. En la vida de nuestras Comunidades, las costumbres y prácticas difieren unas de otras. En unas, los hijos no permiten que los padres se busquen otro nido, sino que velan por ellos y les otorgan toda la atención necesaria en forma personal.En otras, por necesidad o sentido práctico, se utilizan los asilos especiales para la malhadada “tercera edad”. No me olvido que existe un sentimiento muy marcado entre “los grandes”: el orgullo. ¡Yo no necesito que me estén cuidando, lo puedo hacer solo! ¡Yo no quiero ser una carga para mis muchachos!“Además, el hecho de que yo sea una persona ‘ya grande’, no le da derecho al mundo a dejarme sin trabajo. Toda mi vida he trabajado, producido, tengo experiencia como para darles tres vueltas a esos chamacos. ¿Cómo que ya no sirvo?”

¿Cómo entonces vamos a cumplir con la parte relativa del  Mandamiento? Estoy convencido que aquel porcentaje de estudiosos de la Torá tiene la sabiduría para orientarnos y resolverlo. Yo, honestamente, no sé cómo.