DAVID FRUM/NATIONAL POST

Desde el año 2007, cinco científicos e ingenieros iraníes, identificados con el programa nuclear, fueron muertos. La Agencia de Noticias oficial de Irán dice que el último de ellos, Mustafa Ahmadi Roshan, era responsable de la instalación de enriquecimiento, en Natanz. Quien estaba destinado a ser el sexto eliminado, Fridon Abasi, se salvó del intento de ataque en 2010 y ahora es el jefe de la Agencia de Energía Atómica en Irán. William Tobey, ex subdirector de en la Dirección de Seguridad de Estados Unidos y experto del Consejo de Seguridad Nacional en el tema nuclear dijo que, desde 2007, en cinco de los seis ataques de científicos se hizo uso de bombas, colocadas en forma magnética a los vehículos en los que transitaba “El hombre destino”.

El programa de la bomba nuclear iraní se enfrenta a otros desafíos; virus que asaltaron la actividad de las centrífugas atentaron contra sus programas, arruinaron el combustible nuclear y destruyeron las máquinas. El año pasado, tres sitios de armas iraníes fueron dañados con fuertes estallidos. Un estallido, ocurrido el 12 de noviembre en la base de experimentación de misiles al oeste de Teherán, fue sentido a una distancia de 45 km y mató a mucha gente (según ciertos informes), entre ellos, a los miembros de la delegación de Corea del Norte de visita en el lugar. Otro enorme estallido, ocurrido en Isfahan, importante sitio de producción de combustible nuclear, fue informado a fin de mes. El 11 de diciembre, una explosión aterrorizó una fábrica de metales, que fabrica materiales especiales para la construcción e centrífugas nucleares, muy requeridas por Irán en éste momento para sustituir las destruidas por los virus informáticos.

Irán, que se siente amenazada por esos sucesivos atentados humillantes, reaccionó con amenazas mucho más graves, inclusive la intimidación de cerrar el Estrecho de Ormuz. Pero las afectan solo al propio país y provocan la caída del beneficio por el importante y único producto de Irán: el petróleo.

Japón, tercer cliente (tras China e India) por su importancia redujo el 40% la magnitud de su adquisición a Irán durante los últimos cinco años. El último jueves, el gobierno de Japón garantizó al Ministro del Tesoro de Estados Unidos de visita en su país, que bajará un 10% más la demanda. Los europeos, que compran a Irán 450 mil barriles diarios, alrededor del 20% de la producción iraní, cambian las condiciones de acuerdo entre ellos. Corea del Sur garantizó disminuir la cantidad de importación del crudo iraní. Esas cauciones se escuchan más confiables ahora que nunca, cuando el petróleo de Libia vuelve al mercado y el petróleo iraquí acumula una producción de 3 millones de barriles diarios, el más alto ritmo de producción desde el período anterior a la Primera Guerra del Golfo. Habrá suficiente petróleo para todos, incluso sin el petróleo iraní.

Las nuevas sanciones, que activa el Congreso norteamericano y que entraron en vigencia legal por medio de Barak Obama a principios del año, amenazan aún más a Irán. Las sanciones tienen por objetivo “destrozar al Banco Central iraní”, lo que provocara el aislamiento del país del sistema de crédito mundial.

A partir de esos movimientos negativos, la moneda iraní cayó un 20% más desde el principio de año. Se creó una enorme brecha entre el índice de cambio oficial y el índice del mercado que se ubica en 17 mil reales por dólar. El precio al público aumenta a un índice 40% anual. El régimen redujo los subsidios a los alimentos y al combustible lo que llevó al aumento en los precios de la electricidad, la nafta y el arroz.

El régimen iraní reveló sus temores por medio del aumento de la represión. La Agencia Reuters informó, el 10 de enero, que los iraníes, habituados desde hace tiempo al uso de los medios electrónicos, no pueden enviar mensajes de texto que contengan palabras, tales como “dólar o moneda extranjera”.

Durante años, la gente dudaba si Estados Unidos o Israel atacarían a Irán. Parece ser que no es esa la pregunta correcta. Irán se quiebra, sin ninguna guerra, y es probable que esa amenazante historia de violencia nuclear e incluso, quizás, de genocidio, tenga un buen final.