PETER KATZ PARA ENLACE JUDÍO

En mis primeros años en México buscaba, además de atender los cursos en la escuela, alguna actividad cultural y política que me tuviera al tanto de los problemas que acontecían en el mundo.

Uno de los clientes a quienes visitaba en el Centro, era Isaac Picovsky, un joven un poco mayor que yo, “comunista” de hueso colorado; existían personas de esta ideología hace 60 años, idealistas y totalmente convencidos de tener la verdad.

Un día me invitó para que lo acompañara a una visita a la Embajada de la Unión Soviética en Tacubaya. El Embajador Yuri Umansky, era judío. Lo interesante para mi era poder conocer a muchas personas del mundo político mexicano, como el Lic. Vicente Lombardo Toledano, al Secretario de Educación Publica, Ignacio García Téllez, así como a otras personalidades de la Política Mexicana de aquellos años.

También asistían a esas recepciones, judíos mexicanos con simpatías para el experimento soviético de la época: Birobidjan, un intento para crear una región autónoma judía en la Unión Soviética. El experimento falló ya que en lugar de enseñar Historia Judía en las escuelas del territorio situado en los confines de Asia, en la frontera con China, enseñaban la Historia gloriosa de los pueblos hermanos de la gran familia que era la Unión Soviética. Fue una farsa.

Parado en la recepción de la Embajada , que se encontraba en un antiguo Palacio Porfiriano, cerca mi escuela, con un vaso en la mano, conocí también a mucha gente nueva de la Comunidad. Jacobo Glantz, un señor Heiblum, quienes eran los exponentes de los amigos judíos, del país que había soportado el mayor peso de las batallas para liberar a Europa de los ocupantes alemanes, durante la Segunda Guerra Mundial.

Recuerdo que el agregado militar soviético, en un reluciente uniforme, era la persona que muchos querían saludar y felicitar. Desde luego ahí estaban los pintores Diego Rivera y Ezequiel Padilla, los grandes muralistas de México. En los amplios salones de la embajada, era difícil circular por el numeroso público que se amontonaba para ver quiénes estaban.

Le estoy agradecido a mi amigo Isaac Picovsky por haber sido invitado a estos eventos.

Jacobo Glantz, decano de los escritores judíos en idioma “yidish”, juntaba a sus colegas en un restaurante llamado “Carmel”, situado en la Zona Rosa. Fui invitado a una de estas tertulias que eran muy interesantes para un joven como yo.

Visitaba al profesor Abraham Golomb en su casa en la calle de Yautepec, en la Condesa. Ahí conocí a su hijo Berl con el que trabé amistad y que hoy vive en Santa Bárbara en los Estados Unidos.

Como ya mencioné, la mayoría de los judíos ashkenazitas vivían en aquel entonces en la Colonia Hipódromo Condesa. Por cierto, en Europa no estaba yo conciente de ser un judío “ashkenazita” y por lo tanto, diferente de uno “Halevi” o “Shami”. En Europa éramos simplemente judíos, hermanos del gran pueblo de Israel.