JACOBO ZABLUDOVSKY/VANGUARDIA.COM

Los gallegos no creen en las meigas, pero confiesan: “De haberlas, haylas”. Meiga, maga, viene del latín mágicus y es una variedad de las brujas, pero en Galicia adquiere poderes extraordinarios y en eso se parecen, aunque se diferencian en que mientras las brujas actúan siempre con maldad y hasta pactan con los demonios, las meigas son curanderas, videntes; la gente acude a ellas en busca de ensalmos y conjuros para aliviar agobios y carencias. Suelen ser efectivas.

Y en qué forma, si nos guiamos por el negocio sellado y bien sellado con Pemex, llevado por meigas a una región en gravísimos problemas de desempleo en un momento de crisis como nunca otro en la historia de la España moderna.

Sólo a esa intervención (a menos que a usted se le ocurra otra causa) debemos atribuir el negocio más turbio (no el mayor ni el más desaseado, solamente turbio) que se recuerda en México.

La urdimbre parece haberse iniciado con el año en un telar de fechas y silencios. “Lo cierto es que la operación se pactó, como ha sido tradición en la gestión de Suárez Coppel, a espaldas del Consejo de Administración”, publica Alberto Barranco en El Universal del martes: “Lo cierto es que el compromiso fue fijado durante la reciente visita al país del presidente Mariano Rajoy”. Se reunieron dos veces: la primera en Vallarta y, al día siguiente, 18 de abril, en Palacio Nacional. El boletín de prensa de la Presidencia, único de ese miércoles, no incluye una reunión a puerta cerrada, es decir, secreta, entre el presidente Felipe Calderón y su colega español, pero según Armando Tejeda, corresponsal de La Jornada en Madrid, (21 de septiembre), “las propias autoridades gallegas reconocieron que el ‘impulso final’ de la operación y del ‘compromiso de las futuras’ se acordó en una reunión a puerta cerrada entre Calderón y Rajoy, en abril, cuando el español realizó su primera visita como mandatario”.

Desde el inicio de las pláticas hasta hoy, el presidente Calderón no ha dicho una palabra sobre este negocio, mientras que el presidente Rajoy, sin mediar pregunta, habló el lunes y dijo: “La firma de dos contratos con la empresa pública mexicana Pemex ha sido un balón de oxígeno para el sector naval gallego que, saben ustedes, pasa por dificultades y, además, el prólogo de nuevos contratos que, sin duda, habrá pronto en el futuro”.

El señor Suárez Coppel en su reunión de prensa del 28 de septiembre afirmó: “No se ha contratado ningún servicio de floteles.

Se estaba buscando cuáles son las mejores alternativas en el mercado”. Falso, según Alberto Núñez Feijóo, presidente de Galicia y candidato a la reelección por el PP. El contrato de Pemex viene a ser el oportuno apoyo a su candidatura al rescatar astilleros y dar trabajo a miles de obreros en paro. Núñez desmintió al director de la petrolera, tres días después, el 1 de julio en Madrid: “Se han firmado dos contratos de dos buques o floteles entre dos empresas públicas y no veo yo a los responsables de empresas públicas engañándose entre sí y engañando a sus países que representan. Los contratos están firmados por la compra de barcos”. Alguien miente.

Toda esta negociación fraguada en la oscuridad, la desinformación y el sigilo que hace sospechosa cualquier verdad, podría aclararse si se dan a conocer los detalles misteriosos del proceso contractual. Sobre la confidencialidad, el señor Núñez Feijóo dijo: “Yo no tengo ningún inconveniente en que se enseñen los contratos”. Es decir: el secreto es cosa de Pemex. ¿Por qué? Quién sabe.

“Hay gente a la que le pueda molestar que Galicia haya conseguido dos contratos”, dijo el presidente de Galicia. No es el caso de quien esto escribe, devoto de Galicia y su cultura, su historia y su gente, señor Núñez Feijóo. Entre mis lecturas de juventud guardo la emoción de La casa de la Troya, que fui a buscar y encontré un día en las callejas de Pérez Lugín. Otra noche de lluvia, también en Santiago de Compostela, llevamos flores al monumento a Rosalía de Castro, acompañados, mi esposa y yo, de nuestros compadres y amigos Rosita y Abel Vázquez, mexicanos hijos de gallegos. Para Galicia mi cariño ilimitado. A la España de escritores, pintores y luchadores de la libertad y la democracia, gracias siempre.

Me hubiera gustado, aunque eso no atañe a los españoles, que los funcionarios mexicanos hubieran creado empleos en México; explicado el criterio de invertir en el extranjero el dinero de una mayoría de miserables y por qué en vez de licitar reparten contratos a dedo. Que hubieran informado bien y a tiempo habría, tal vez, evitado el escándalo.

Para eso se necesita llevarla bien con las meigas. Porque está demostrado: de haberlas, haylas.