CRÓNICA.COM

06 de noviembre 2012.-Impresionados por la calidad de sus mejores hombres, muchos han querido explicar la prosperidad de los países mediante la suma de sus ciudadanos más notables. Hasta Grecia se vio descrita y definida en algún tiempo por el Siglo de Pericles.

Los hombres —nos lo dicen Emerson y Carlyle— definen en parte a sus naciones. La suma de sus héroes o sus hombres representativos, traza el retrato de un tiempo, de una era, y va dejando el sedimento sobre el cual se levanta el conjunto de la cultura.

Los mexicanos tenemos un vasto panteón de héroes y de hombres representativos. Y cuando digo hombre me refiero al ser humano más allá de las casualidades de su género. Ya basta de la foxiana pedantería de los chiquillos y las chiquillas.

Pero en verdad no son sólo los seres excepcionales quienes hacen un país, de la misma manera como no son los arquitectos geniales quienes construyen las ciudades. La obra conjunta se hace en conjunto. Un país lo hacen todos sus habitantes aun cuando los destellos y fulgores de los mejores definan sus momentos estelares y alcen la mira para mejores resultados sociales.

Por eso es importante a veces, detenerse en el camino y revisar quiénes de entre nosotros tienen la estatura para permitirnos subir en sus hombros y mirar lo mejor del futuro. Muchas veces revisando lo mejor del pasado.

Desde hace tres años CRÓNICA les rinde homenaje a algunos de los mejores entre nosotros. Los personajes a los cuales con sencillez pero con sinceridad, esta casa editorial les ofrece el testimonio de su reconocimiento y quiere sintetizar a través de la mirada de un medio de comunicación, el aplauso de una sociedad agradecida por la obra cumplida; no la obra terminada, salvo en algunos casos excepcionales como el de Don Roberto González Barrera.

Muy notables son también en esta tercera entrega del Premio Crónica, las distinciones a los doctores Rafael Navarro González y Enrique Fernández Fassnacht, cuyas obras en los campos científico y educativo destacan en un país con tan serias carencias en esos rubros.

Sin embargo, y por razones fácilmente comprensibles, quiero comentar el premio a Jacobo Zabludovsky a partir de una premisa: el veterano periodista es, además de todo, el creador del periodismo mexicano por televisión y todos le debemos algo. Quienes hemos trabajado con él y quienes no.

La expresión, “cuando la televisión nació, Jacobo ya estaba ahí”, no es exagerada ni inexacta. Además es suya.

Antes de Jacobo la televisión (y también la radio) carecían de un lenguaje propio. Es decir, los locutores de engolada voz leían textos escritos para la prensa. Los noticiarios mismos se hacían desde las redacciones de los periódicos, especialmente EXCÉLSIOR.

Pero Zabludovsky le dio a la televisión su voz propia; la necesaria combinación entre palabras sugerentes e imágenes contundentes. El complejo balance entre lo visible y lo explicable, la estructura real del medio. La cámara y la narración. La sencilla complejidad.

Mi primer contacto profesional con JZ fue en un desaparecido programa producido por una empresa, en parte propiedad del desaparecido Pepe Guindi, llamada “Nivel Ejecutivo”, para Telesistema Mexicano. Se llamaba Hoy Domingo.

Cada semana se hacía una emisión diversa, una revista de amenidades y temas atractivos cuya amplitud era absoluta. Música, reportajes, entrevistas; revisión de la prensa; en fin como en las boticas, un poco de todo, con sencillez, pero con respetuosa inteligencia. A diferencia de la mayor parte de las emisiones actuales, en Hoy domingo, como después en 24 Horas, no hubo espacio para la vulgaridad ni la estulticia conformista.

Un día —y cuento esto como prueba de lo anterior—, escribí una nota sobre Golda Meir, en aquel tiempo primera ministra de Israel.

—¿Se dice primera ministra o la primera ministro? —me preguntó Jacobo con la nota en las manos.

Hablamos y hablamos. Para acabar la polémica, me dijo, mira, háblale a quien sabe de esto, y me dio el teléfono de Salvador Novo, en aquellos años colaborador suyo.

Le marqué a Novo y el maestro me dijo: ¿cuando un animal canino amamanta a sus cachorros usted le dice perro o perra?

—Pues es igual, —dijo con ironía.

Esta breve anécdota sólo quiere exhibir la acuciosidad del trabajo de Jacobo. Sencillo y responsable, puede tomarse el tiempo necesario para consultar una palabra, una simple forma gramatical; una fecha, un dato, lo cual contrasta con el descuido crónico de los medios electrónicos en su mayoría, llenos de pifias y errores.

Mañana en el edificio del viejo Colegio de Niñas del centro de la ciudad, ese Centro Histórico al cual ha dedicado muchas horas en los últimos años y cuya geografía de piedra y agua; baldosas y acequias, callejones, ventanales, bibliotecas, tabernas y figones conoce tan bien, esta casa editorial le ofrecerá a Jacobo Zabludovsky un reconocimiento por su prolongada e intensa obra profesional.

Toda una vida a lo largo de la cual ha recogido su siembra feliz. Hombre de familia, patriarca profesional, amigo entrañable. A estas alturas él ya no necesita recibir ningún premio. Los ha tenido todos.

Pero nosotros sí necesitamos decirle de ésta y de muchas otras formas, cómo le agradecemos su compañía, su enseñanza, su constancia y su profesionalismo.