LEÓN OPALÍN PARA ENLACE JUDÍO

Fiestas de Fin de Año: El crimen organizado

Las reuniones familiares, de amigos y de compañeros de trabajo de fin de año, son una tradición entre los mexicanos, en las que se desea a los asistentes todo género de felicitaciones para la Navidad y el año nuevo; se brinda y se convive alegremente, y en muchas de ellas los participantes intercambian regalos.

Judíos integrados a la sociedad mexicana, no asimilados, concurrimos a estas celebraciones, no religiosas, en las que generalmente prevalece un espíritu de fraternidad. Así, la semana pasada asistí a una comida de fin de año a la casa de Juanito (tiene más de 60 años), ex compañero del Banco en el que trabajé, quien desde hace varios años, la organiza con otros amigos mutuos, siguiendo una costumbre que teníamos en el Banco.

En la convivencia anual, se servían romeritos y se brindaba con champagne. Juanito también pone en la mesa bacalao, pavo relleno y otros platillos de la temporada. Siempre pasamos un buen rato rememorando viejos tiempos; en esta ocasión, algunos de los asistentes hicieron comentarios sobre varios ejecutivos del Banco, quienes en el desempeño de sus funciones cometieron actos ilícitos de envergadura, y pocos fueron consignados a las autoridades.

No tenía idea de que las personas aludidas hubiesen robado o abusado del Banco; creo que porque en varias Crónicas en las que he hecho alusión a esa institución, de alguna forma la idealicé. En este sentido, la situación en la Banca ha cambiado sensiblemente, su operación hoy día dista mucho de los principios éticos y de la misión social que la caracterizaban “en mi época”. Lo que sucede con la Banca en México, y en la sociedad mexicana, es un reflejo de la crisis de valores que se experimenta en el mundo.

La reciente crisis global del 2008-09, la más profunda desde la Gran Depresión de los Veintes del siglo pasado, tiene como trasfondo, conductas delictivas de las instituciones financieras; en los países desarrollados, principalmente, sus directivos otorgaron cuantiosos recursos del público ahorrador en créditos que los beneficiados no tenían capacidad de pagarlos; particularmente los que se dieron en el sector inmobiliario y para operaciones altamente especulativas en los mercados bursátiles. De aquí la quiebra de un gran número de instituciones financieras en el mundo.

¿Y qué decir de la conducta irresponsable de funcionarios públicos en EUA, Europa y de otras regiones del mundo, que derivó en inmanejables déficits de las finanzas de los gobiernos y en la crisis de la deuda soberana de los mismos? Se suponía que esas maniobras que encubrían actos de corrupción eran propias de los gobiernos de las naciones en desarrollo, también denominadas del tercer mundo; igualmente resulta inverosímil el fraude que realizó el banquero Bernard Madoff, el más cuantioso de la historia, 60,000 millones de dólares defraudados durante varias décadas a inversionistas, ahorradores y a diferentes instituciones financieras.

También destaca el fraude, en la década pasada, de los directivos de la empresa Enron que a través de maniobras de la llamada “contabilidad creativa”, ocultaron los malos resultados de esa empresa vía prácticas delictivas de sus altos ejecutivos y despachos internacionales de auditoría y que originaron la quiebra de la compañía en la que se perdieron los activos de accionistas, inversionistas y de los empleados.

A pesar de los “sesudos” y costosos programas de rescate a empresas, bancos y gobiernos por parte del Fondo Monetario Internacional, la Comisión Europea, las autoridades de EUA y de otros países e instituciones bancarias, se dejan sentir en la economía global las secuelas de la crisis.

Los programas de rescate han tenido efectos recesivos en la actividad productiva; incremento considerable de los niveles de desempleo, de la pobreza y un injustificable sufrimiento de la gente. Volver a la “normalidad” de la pre crisis, podría llevar una década o más tiempo. Los gobiernos y los ciudadanos tienen que “re encausar su vida a lo básico”; evitar el dispendio y todo tipo de actividad irracional en el orden económico, social y político.

También la semana pasada asistí a la comida que Don Paco, ex funcionario de primer nivel del Banco, organiza para un grupo de jubilados de esa institución en su rancho Tepozoco, rumbo a Toluca. Este evento lo realiza dos veces al año desde hace más de una década. En un ambiente de reminiscencias disfrutamos de la amistad que nos une a la mayoría de los asistentes. En este ámbito, me sorprende ver el rostro marchito de personas que conocí cuarenta años atrás, y ahora tienen ochenta o más, aunque algunos están en la mitad de los sesentas y principios de los setentas.

Ingenuamente, y quizá con un dejo de compasión, todos nos decimos “qué bien te ves”; no obstante, los años no pasan en balde; cada vez asisten menos personas; las causas principales: decesos y enfermedades.

Justamente, Carlos, uno de los recientemente fallecidos, se había retirado a su pueblo natal en el Estado de Michoacán, donde, según me cuentan, se construyó una gran casa; de aquí que fuera constantemente extorsionado por una banda de delincuentes. Carlos y su esposa se vieron precisados a salir huyendo inesperadamente, refugiándose en la casa de una hija en Tijuana, ciudad a la que llegaron los sicarios para seguirlo extorsionando. La presión que vivió por esa razón desencadenó su muerte.

Asimismo, otro de los presentes en el rancho de Don Paco, Rafael, me contó que hace diez años fue secuestrado en su residencia en el Estado de Veracruz; los delincuentes lo mantuvieron diez días en su poder infligiéndole terribles sufrimientos, golpes y maltratos; “peor que a un perro”, dijo. Su familia pagó un cuantioso rescate y lo liberaron, sin embargo, las huellas de ese suceso quedaron para siempre en su mente y en su corazón.

Roberto, amigo del Banco, que fue a la barbacoa de Don Paco, me relató acerca de la incertidumbre que vive su hijo y su familia en Matamoros, Tamaulipas, donde tiene un despacho de abogados. Obviamente está buscando una oportunidad para emigrar a EUA; Matamoros es una de tantas localidades de la República en las que, con una inocultable impunidad, gobierna el crimen organizado. Los abogados son un “platillo apetitoso” para los criminales; recientemente, en el Estado de Durango, básicamente en la Comarca Lagunera, la Asociación local de abogados denunció que en el presente 100 personas de esa profesión habían desaparecido o habían sido asesinados.

Este es el México Bárbaro, envuelto en la violencia, la anarquía y la corrupción que nos dejaron las dos últimas “administraciones del cambio”. Es el México, que el presidente Calderón en sus giras de despedida, se ufanaba de haber servido al máximo de sus capacidades. El país enfrenta un reto colosal para restablecer el orden y la seguridad, casi es una misión imposible en el corto y mediano plazos. Así que para infundirme de un poco de alegría, me apresto a celebrar Janucá, la fiesta del milagro de las luminarias en el pueblo judío, cuando los griegos los avasallaron (165 AC).

Tengo pendientes otras reuniones sociales de fin de año, adicionales a las del 25 de diciembre, cuando tendremos en mi casa la tradicional comida de navidad que mi esposa prepara para nuestros amigos judíos “que le entran con singular alegría” a los romeritos, al bacalao y al pavo relleno. Mis hijos mayores no podrán concurrir a esta comida porque estarán de vacaciones en Miami; mi destino favorito, al que no viajo desde hace dos años, no por falta de ganas, sino de “corcholatas”.