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PROYECTO HORIZONTE
DRA. SILVIA GIAO, PSICOTERAPEUTA.

Compartir la mesa es el mejor plan que podemos hacer cada día en familia. Aunque cueste conciliar los horarios, es importante buscar un tiempo al acabar la jornada para conversar de lo que cada uno ha hecho durante el día.

Comer juntos no es únicamente saciar el hambre en torno a una mesa, sino que detrás de sentarse a la mesa en familia hay un significado mucho más trascendente, el de la comunicación: preocuparse por el otro, escuchar a los demás y expresar nuestros sentimientos para que nuestros hijos también aprendan a expresarlos.

En principio, es fundamental que el televisor y celulares estén apagados, así todos pueden centrarse en ese momento único sin distracciones. Asimismo, hay que entender que la hora de la comida NO es momento para dar sermones, ni de dar la lata a nuestros hijos con los modales en la mesa, sino de pasarlo bien en familia y ser positivos.

Por más pequeños que éstos sean, es importante que compartan la mesa con el resto de la familia. Podemos colocar, incluso al bebé, en su sillita, en la cabecera de la mesa para incluirlo como parte del clan. Es una forma de inculcar un buen hábito de unión familiar para toda la vida.

La hora de la comida no tiene por qué ser un momento solemne y mucho menos un tiempo para discusiones; podemos convertirlo en un encuentro entretenido en torno a la comida, lo cual además ayuda a los niños a establecer una relación positiva con la comida y a comprender que comer puede ser divertido.

Conversen sobre temas actuales, evitando cuestiones personales que puedan resultar en conflictos o aquellos que sean inapropiados para el contexto. Además, tomemos en cuenta establecer límites de respeto: no criticar la expresión de los demás ni hablar todos al mismo tiempo, sino dejar espacios para hablar y escuchar en cada uno de los miembros, motivando especialmente a aquellos que generalmente están más callados. Esto significa “No monopolizar la conversación”. Sobre todo, evitar cuestiones de dinero, trabajo o notas escolares.

Desafortunadamente, en la mesa de hoy se come mecánicamente. Cuando esto ocurre hasta se pierde el sabor por la comida y se ganan kilos. Cuando se come en familia, se digieren mejor los alimentos, se ingieren menor cantidad de grasas e hidratos y disminuye el riesgo de cualquier tipo de desorden de alimentación”.

Muchas veces no tomamos conciencia de que un acto tan rutinario como sentarse a la mesa puede ayudar a construir la personalidad de nuestros hijos. ¿Recuerdas eso de que la felicidad en la vida es el recuerdo de buenos momentos? Bueno, compartir la mesa en familia puede convertirse en uno de ellos y perdurar en la memoria de nuestros pequeños como un momento feliz.

Depende de nosotros. Mejorar la armonía del hogar puede ser tan simple, como una comida en familia.