SARA SEFCHOVICH

SARA SEFCHOVICH

Varias veces ha sucedido que una mujer da a luz en pleno Metro. Según datos del Sistema de Transporte Colectivo, en 2011 nacieron allí cinco bebés, cinco en 2012 y dos en lo que va de 2013.

La reacción es de festejarlo: “Siento que es hermoso. De alguna manera u otra, con este tipo de hechos nos damos cuenta del valor que tiene la vida. Es un hijo más del Metro, nació bien y, la verdad, lo mejor es eso”, dijo un policía que ayudó en uno de esos eventos.

Pero pienso que se trata de una situación terrible. Y eso por tres razones:

La primera, por el hecho mismo: ¿se trata de mujeres que no tienen idea de cuándo va a nacer su hijo y siguen su vida como si nada hasta que el parto las toma por sorpresa? En ese caso, es lamentable la desinformación y la falta de atención médica. ¿O se trata de mujeres que sí saben que van a parir pero como tienen que ir al hospital o clínica en transporte público no llegan a tiempo? En ese caso es lamentable que no tengan acceso a algún lugar más cercano a su domicilio para no tener que viajar tanto.

La segunda razón, por la respuesta de las autoridades. En lugar de anunciar que tomarán medidas para que no vuelvan a suceder esos eventos que ponen en riesgo a la madre y sobre todo al recién nacido, prefieren anunciar regalos (carreola y pañales por parte del STC y el jefe de gobierno otorga viajes en Metro gratis para toda la vida del recién nacido), enviando así un mensaje de que vale la pena parir en el Metro porque “les conviene” y de que nuestro sistema de salud pública no tiene por que ser cuestionado ni cambiar.

Y la tercera razón, por la actitud de los medios. En todos la noticia se dio con alborozo, no hubo cuestionamientos, no hubo preguntas sobre en qué miseria y desprotección viven millones de mexicanos. Tuvo que ser un diario extranjero, el español El País, el que lo hizo. En una entrevista de Paula Chouza con una de las parturientas, una mujer de 22 años, madre de otros dos hijos, sale a la luz la verdad dolorosa que ni las autoridades ni los medios de comunicación nacionales quisieron ver: “Se sintió mal sobre las cinco de la mañana y decidió ir al hospital en transporte público. La joven explica que tomó primero un microbús desde Ixtapaluca, en el Estado de México, hasta la estación de Metro La Paz. El primer tramo le llevó 45 minutos. Cuando se subió al Metro quería llegar al Hospital de la Mujer, un centro público que se encuentra a 50 kilómetros de distancia y que atiende a mujeres sin seguro social. Para ello tenía que completar un trayecto de 26 paradas con dos cambios de línea, pero no llegó. En torno a las 8:30 de la mañana, María dio a luz a un bebé en la estación Pantitlán, un enorme hormiguero por el que pasan 390 mil personas cada día. Policías auxiliares del Distrito Federal la ayudaron en las labores del parto y media hora después fue trasladada junto con su hijo y su madre al hospital.”

Pero allí no termina la historia: el pequeño tuvo que ser internado en un hospital pediátrico porque, según explica el director del mismo, “al haber nacido en un medio altamente contaminado el niño está potencialmente infectado, por lo que la norma internacional obliga a darle antibiótico de tres a cinco días”. A ello se agrega que la madre y la abuela lo van a visitar diariamente, lo cual implica un viaje que les tarda alrededor de dos horas de ida y dos de vuelta y que tienen que pagar de su bolsillo, además de que no pueden trabajar ni atender sus demás obligaciones. Por si eso no bastara, mientras la madre entra a dar el pecho, la abuela espera largo tiempo sentada en un banco de cemento.

Estimado lector/lectora: siento un gran dolor por el país en que vivimos y un enorme enojo con las autoridades que tenemos, que se pavonean de sus grandes logros y éxitos y que pretenden ser tan generosos en sus obsequios, cuando deberían sentirse profundamente avergonzados.

Fuente: El Universal