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GINA ZABLUDOVSKY PARA ENLACE JUDÍO

El 15 y 16 de septiembre se festejó la Independencia de México , después del desalojo de la plaza ocupada por maestros disidentes unos días antes, y a pesar de la intensa lluvia y tormentas (por condiciones tanto políticas como meteorológicas) que afectan al país, el presidente pudo llevar a cabo la ceremonia tradicional de “el Grito”  que forma parte de nuestros rituales cívicos más  arraigados.  Por las formas de conmemorar esta ocasión sería muy difícil anularla como día no hábil del calendario y pasarla a un “San Lunes“como se ha hecho con el  natalicio de Benito Juárez y el aniversario de la Revolución.

Y es que, el caso particular de la Independencia, las celebraciones incluyen una serie de formalidades que tienen muchos elementos teatrales. Los festejos muestran los vínculos entre la  religión popular y las fiestas. Los componentes que en ellas hay de acción representacional, de lo que  Rodrigo Díaz señala como performance , hacen que la cultura, y la historia, se presenten mediadas a través de memorias, convenciones, expectativas, juegos, movimientos corporales y prácticas culturales que sólo se llevan a cabo la noche y el día del aniversario.

La originalidad que tenemos en la forma de celebrar esta fecha y el peso específico que tiene el grito, la bandera, la verbena popular y otros rituales se pueden estudiar en el marco de lo que el conocido sociólogo francés Emile Durkheim (1868- 1917) consideró como  “religiones cívicas” que dan lugar  “representaciones dramáticas donde se imitan los actos que los mitos atribuyen a héroes legendarios”. El estudio sobre la formas de festejar la Independencia muestra una particular relación entre lo  sagrado y de profano. Los  actos litúrgicos otorgan un papel único e incuestionable  a los políticos y funcionarios que deben dar el grito tanto  nivel federal, como en los estados  municipios  y embajadas de nuestro  país,  Como lo afirma Durkheim  en su célebre libro Las formas elementales de la vida religiosa,  en este tipo de prácticas, que se continúan  año con año, se hace por demás evidente que: “Hay palabras, letras qué sólo pueden pronunciarse por boca de personajes consagrados, hay gestos y movimientos que no se pueden ejecutar por todo el mundo”

La alusión a los héroes de Independencia en la ceremonia de El grito es una muestra de cómo, en  las sociedades modernas,  se intenta  seguir enalteciendo  el honor de antepasados  que la tradición coloca en el origen de los tiempos. Como lo explica nuestro autor, a estos héroes “se les atribuye todo lo grande que se ha hecho en la historia de la tribu y hasta la historia del mundo. Ellos habrían hecho en gran parte a la tierra tal como es y a los hombres tales como son. La aureola con la que continúan siendo rodeados no proviene, pues simplemente del hecho de ser antepasados, es decir, en suma, del hecho de haber muerto, sino que les atribuye y se les ha atribuido en todo tiempo un carácter divino”  Como también lo ha señalado  Jaime Ruiz  apoyándose en las tesis de Freud, Jung y Campbell, los mitos y arquetipos en torno a los héroes y sus hazañas sobreviven en los tiempos modernos ocupando un lugar en el ámbito de lo sagrado en las “sociedades profanas”

¿Cuánto más durarán estas “religiones cívicas”? ¿Cómo han sido afectadas por las crecientes condiciones de globalización y de re-conformación de las identidades? ¿Cuáles serán nuestros rituales y conmemoraciones en las sociedades por venir? Estas preguntas nos llevarían a una discusión mucho más detallada, que rebasan los objetivos del presente artículo.

Por lo pronto, lo único que nos queda claro es que en México, llueve o truene, se sigue festejando el grito.

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