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LEÓN OPALIN PARA ENLACE JUDÍO

La riqueza natural de México

Enlace Judío México | un reportaje sobre la biósfera de Tehuacán-Cuicatlán, la más grande del planeta; este gran desierto ubicado aproximadamente a tres horas de la Ciudad de México, “en sus más de 490 mil 800 hectáreas guarda un paraíso de biodiversidad, el desierto está lleno de vida”; más de 2,800 especies de plantas, 102 de mamíferos, 356 de aves y 53 de reptiles. En las primeras Crónicas que elaboré mencioné que en mi niñez cada año viajaba con mi familia de vacaciones a Tehuacán, dado el interés terapéutico de sus aguas minerales, sobre todo para curar enfermedades gastrointestinales, que desde entonces he padecido, nunca escuché sobre la existencia de esa biosfera, empero, con el reportaje, de inmediato cobró en mi el interés por visitarla.

Tengo antecedentes de paseos a zonas similares que me maravillaron: la Reserva de la Biosfera de Wirikuta, situada entre Matehuala y Real de Catorce, en el Estado de San Luis Potosí, con una superficie de casi 200,000 hectáreas. Real de Catorce es un pueblo mágico desde el 2001; fue una población minera y actualmente es un sitio turístico y su principal vía de acceso es a través de un túnel de 2,300 mts. de longitud inaugurado en 1901; básicamente se explotaban minerales como la plata.

La otra biósfera que conocí fue la de la Zona del Silencio; aunque solo visité una parte pequeña porque los ejidatarios propietarios de la misma nos negaron el acceso por problemas que tenían con el gobierno; insistimos durante un largo periodo para que nos dejaran entrar; pero su respuesta fue muy agresiva. La Zona del Silencio forma parte del denominado Bolsón de Mapimi, situado a 180 km. del Noroeste de la Comarca Lagunera (Torreón, Gómez Palacio-Lerdo) que es parte del Desierto de Chihuahua. En esta región no se pueden transmitir las ondas de radio y los relojes suelen detenerse por la existencia de campos magnéticos. En la Zona del Silencio existen partes con una gran concentración de aerolitos; la fauna es variada: tortugas del desierto y reptiles, entre otras especies y abundantes nopales violáceos, magueyes y órganos.

Las travesías a las biósferas del Norte de México las realicé con mi esposa y mis hijos menores hace cinco y ocho años atrás, cuando acostumbrábamos viajar por carretera a San Antonio, Texas, en la época navideña, para aprovechar las baratas que se realizan en los centros comerciales de esa ciudad, también comprábamos algunas antigüedades, en San Antonio existen numerosos negocios que las expenden, incluso, cuenta con un Centro de Antigüedades con 500 locales. Al regreso de San Antonio, solíamos pasear por destinos turísticos del país, principalmente de San Luis Potosí, Zacateas y Querétaro; parte del retorno por carretera era molesto por las diferentes garitas aduanales, cercanas a la frontera, en donde el personal se dedicaba a extorsionar a los paseantes. El gobierno acaba de anunciar que estos “retenes” empezarán a ser eliminados por etapas; me imagino que las autoridades aduanales buscarán otras alternativas para la exacción.

Por la inseguridad que existe actualmente en las carreteras de la República, particularmente en la vía que cubre de Monterrey, Nuevo Laredo y Tamaulipas; una de las principales puertas de acceso terrestre a EUA, suspendimos nuestros viajes. No obstante, realizaré una pequeña investigación para ver cómo está la seguridad entorno a la biósfera de Tehuacán-Cuicatlán; tengo un gran deseo de estar allí.

A propósito de paseos, viene a mi mente la excursión de dos días en la que participé con la Organización Juvenil Judía Sionista a la zona Molino de las Flores, aledaña a Texcoco, que a mediados de los cincuentas del siglo pasado era un pequeño bosque, jamás volví a esa región; tengo la sospecha de que el bosque fue “tragado” por urbanizadores.

Participamos alrededor de 25 adolescentes en un ambiente de camaradería y gran alegría. La noche que pernoctamos en Molino de las Flores lo hicimos en bolsas de dormir, a la intemperie; nos calentó una fogata alimentada con ramas de los alrededores. Previamente, la fogata fue el marco para que bailáramos y cantáramos. La noche era clara, apta para la contemplación de las estrellas; no conocíamos el significado de lo que era el “smog”. Recuerdo que Boris, un adolescente inquieto y bromista le preguntaba a Jacobo, mi amigo de la infancia y adolescencia ¿viste mi navaja, no la encuentro? Jacobo le contestó que no, a lo que Boris le increpó, como no, yo vi que tú la viste; Jacobo, atemorizado, a su vez replicó que de verdad no la había visto. Bromas inofensivas e inocentes de aquellos tiempos.

También viene a mi memoria en la excursión a Molino de las Flores de la participación de Tzipe; una bella adolescente de 16 años, rubia, de ojos azules, medio gordita, que era el centro de atención de todos los muchachos; ella y su amiga Ana, que frecuentemente desternillaba de risa, fueron de los primeros Jalutzlim (pioneros) de la organización que emigraron a Israel. Un domingo de 1957 fuimos a despedirlas a la estación de autobuses de la avenida Insurgentes Centro, en la que tomaron el autobús que las llevaría a Nueva York y de allí un barco con destino a Israel.

En Molino de las Flores, ninguno de los participantes a la excursión, por convicción, no fumaba, ni tomaba bebidas alcohólicas; eso era parte de la ideología del Jalutz. El consumo de drogas en México era limitado, inexistente en los jóvenes judíos. Eran tiempos más “decentes y de mayor paz”.