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LEÓN OPALÍN PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

Fin de año    

Las celebraciones por las fiestas navideñas y de año nuevo, hacen que previo y durante las mismas la megalópolis se vuelva un caos. El tránsito vehicular, de por si permanentemente desquiciado por su gran volumen frente a vías de comunicación limitadas, por la falta de civilidad de los conductores y peatones y por la apatía e ineficiencia de los policías viales, se vuelve imposible. Además afectan las marchas de protesta que ya son cotidianas, las obras de cableado eléctrico subterráneo en buena parte de la ciudad, el bacheo de las calles, que de nada sirve por ineficiente. Es inexplicable que en una población con grandes carencias económicas se desplacen en esta época multitudes que se dirigen a plazas comerciales, tiendas de autoservicio y todo tipo de instalaciones comerciales, febrilmente a comprar bienes y a consumir en restaurantes o simplemente, a dar la vuelta e ir al cine.

Para mí este año fue tranquilo en cuanto a celebraciones, primero por el nacimiento de mi nieta Orli a finales de noviembre; mi esposa y yo estuvimos en el hospital con mi hija y después apoyándola cuando se fue a su casa, de manera que cancelamos nuestra asistencia a varios convivios a los que habíamos sido invitados; en segundo término, por el entorno descrito nos resulta cada vez más difícil desplazarnos por la ciudad; lo cierto es que se llega “agotado” a los eventos después de un pesado trayecto.

El día 25 de diciembre mi esposa cocinó para nuestros amigos Bila y Abraham, quienes en esa fecha nos visitan desde hace tres décadas o más. Mi hijo menor nos acompañó a la comida que, como siempre, estuvo exquisita: caldo de camarón, empero, para Abraham y mi hijo, que son alérgicos al camarón, disfrutaron de una crema de chayote; pato al horno al estilo polaco, ensalada de col, lasaña elaborada con auténtica pasta artesanal italiana y una tarta de manzana con helado de vainilla sacada de una receta que publicó el periódico español El País. Mis hijos mayores y sus familias, para no variar, salieron de vacaciones. Mi hija menor y su esposo no asistieron a la comida porque siguen el ritual judío Kosher (alimentos “puros”) y este tipo de alimentos, con todas las implicaciones de la Kashrut (referido a la ley que rige para prepararlos) no son servidos en nuestra mesa.

Mi esposa disfruta mucho de las fiestas de fin de año a pesar de que se agota para preparar las abundantes comidas que en esas fechas sirve; todo es hecho en casa, “Alein Gemajat” como se dice en Idish, que significa hecho por mí misma. Así que el primero de enero tuvimos un gran convivio familiar en el que participaron mis hijos mayores con sus hijos y mi hijo menor. El platillo sorpresa fue pavo a la polaca, con una receta que nos proporcionó un chef que trabajó en el Restaurant Mazurka, que le sirvió la comida al Papa Juan Pablo II en una de sus visitas a México; pasamos una buena tarde recobrando la vida familiar, justamente la integración familiar será mi principal propósito para el 2015.

Algunas Reglas para la Tercera Edad

La Tercera Edad inicia entre los 60 y 65 años, es cuando se acelera el envejecimiento de los individuos, que de acuerdo a los expertos se inicia a los 30 años. La velocidad del envejecimiento depende de múltiples factores, entre los que sobresalen la genética, el tipo de alimentación que se ha tenido, si se ha realizado algún deporte, el entorno familiar, si se está involucrado en una medicina preventiva, el medio ambiente en el que vive (una ciudad grande, mediana o en áreas rurales); el tipo de actividad productiva que se ha desarrollado, la integración a la sociedad, si se es casado o viudo, la actitud que se tiene frente a la vida, principalmente.

Los avances médicos han prolongado la vida de la gente y las expectativas de la misma ha cambiado; a los 60 años un gran número de individuos no sienten que estén viejos y su vida productiva y emocional tiene un valioso contenido; incluyo en este espacio algunas ideas que me envió mi amigo Jorge:

  • Usar los recursos que se ahorraron durante la vida y no guardarlos para que disfruten otros el esfuerzo de haberlos acumulado. No es un periodo de inversiones, por muy prometedoras que parezcan, ya que sólo traerán angustia; es tiempo de paz y tranquilidad.
  • Dejar de preocuparse por la situación financiera de hijos, nietos y otros parientes; no sentirse culpable de gastar el dinero en uno mismo, ya se les ofreció muchas cosas, sobre todo educación, ahora la responsabilidad es de ellos.
  • Ser un poco egoísta, empero, no tacaño. Hay que salir a pasear y darse gustos.
  • No angustiarse por hechos triviales. En la vida todo pasa, sean los buenos momentos, que deben ser recordados; sean los malos, que deben ser rápidamente olvidados.
  • Mantener vivo el amor.
  • Cuidar la presencia personal; mantenerse pulcro: frecuentar al peluquero; arreglarse las uñas, usar con moderación perfumes y cremas; vestir ropa fina y apropiada para la edad que se vive: no hacer el ridículo con peinados y atuendos propios para jovencitos.
  • Estar al día, informarse permanentemente de lo que pase en la comunidad, el país y en el mundo.
  • Respetar la opinión de los jóvenes, manifestar la propia sin discutir con ellos a pesar de estar convencido que están equivocados.
  • Cultivar un hobby: cocinar, jardinería, pintar, ser voluntario en una institución, tocar un instrumento, ir al cine, al teatro, a diferentes actividades culturales, espectáculos, leer, escuchar música y visitar museos.
  • Proponerse algo nuevo y útil, no quedarse al margen de los adelantos tecnológicos.
  • Hablar poco y oír más, la vida y el pasado son básicamente de interés propio. Si alguien pregunta algo, ser breve y procurar solo hablar de cosas buenas y agradables en tono bajo y cortés, no lamentarse, aceptar los hechos como son.
  • No apegarse demasiado a un credo religioso, rezando e implorando todo el tiempo.
  • Reír mucho, reír de todo. Vivir la tercera edad es indicador de buena suerte, y la muerte será únicamente una nueva etapa incierta, así como fue incierta toda la vida.
  • Si alguien no hace nada, o no es productivo, hay que ignorarlo.

El mail que me envió Jorge concluye con un pensamiento de Mario Benedetti:

No te rindas, por favor no cedas aunque el frío queme, aunque el mundo muerda, aunque el sol se ponga y se calle el viento. Aún hay fuego en tu alma, aún hay vida en tus sueños, porque cada día es un comienzo nuevo, porque ésta es la hora y el mayor momento”.