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ANGELINA MUÑIZ-HUBERMAN

Sumándose al homenaje de tres figuras centrales de la literatura mexicana: Octavio Paz, Efraín Huerta y José Revueltas, la autora hace un recuento de su obra y la relación que tuvieron con los autores del exilio español.

El año de 1904 marca el nacimiento de tres grandes figuras de la historia y la cultura de México. ¿Quién hubiera imaginado que serían testigos y protagonistas de las turbulencias, pero también de las bonanzas, del siglo XX? Las dos guerras mundiales; las revoluciones mexicana, rusa, cubana; la ii República española y la Guerra Civil; el avasallamiento de las fuerzas del mal: fascismo, nazismo, falangismo y su final derrocamiento; la guerra de Vietnam; el 68 y la juventud. Masacres, muertes sin sentido, el Holocausto o Shoá. Asesinatos de Federico García Lorca, de León Trotski, de Martin Luther King, por nombrar solo unos cuantos sucesos. Y, en medio de ello, Octavio Paz, Efraín Huerta y José Revueltas defendiendo los bienes de la humanidad, creando su obra imperecedera, pensando, reflexionando, transgrediendo. Innovando, sobre todo innovando. Desde esta orilla, con otras convulsiones, inmersos en la actuación hacia un mundo mejor, si fuera posible. Combativos, a veces decepcionados, mas sin dejarse vencer.

Tres escritores cuya generación anterior, la de los Contemporáneos, los señala, los une y los separa. Cada uno reacciona a su modo con su peculiar estilo. Tres escritores parecidos y diferentes que coinciden en su afán de expresarse a sí mismos y de crear una nueva visión de la cultura mexicana. Plenos de ideales, dispuestos al todo por el todo, con la ambición y la certeza de que hallarán su lugar en los nuevos tiempos que se avecinan. Primero estarán unidos por la revista Taller (1938-1941), donde afianzarán sus principios sociales y revolucionarios. Bajo la influencia del Gobierno cardenista y de las renovaciones que desarrolló: agrarias, sindicalistas, expropiatorias; pero también del convulso panorama internacional: Guerra Civil española, las brigadas internacionales, el triunfo del franquismo, del mussolinismo, del hitlerismo, se refleja en estos jóvenes escritores un potencial de lucha y de expresión por medio de la palabra. A la llegada de los primeros barcos con exiliados republicanos, gracias a la idea salvadora del presidente Lázaro Cárdenas y a los buenos oficios de Gilberto Bosques y Fernando Gamboa para ofrecerles una nueva patria, entrarán en contacto con el flujo de intelectuales, artistas, profesionistas, obreros, campesinos, artesanos de todo tipo. Esta profunda relación los pondrá de inmediato a trabajar juntos.

La revista Taller

Fue así como la revista Taller encarnará los nuevos ideales. En un artículo de Manuel Durán,1 y citando a Carlos Monsiváis, se menciona:

Una revista Taller (1938-1941), dirigida en su primera época por Rafael Solana, agrupó a la nueva generación: Octavio Paz, Efraín Huerta, José Revueltas, Rafael Vega Albela, Alberto Quintero Álvarez, Neftalí Beltrán. Su propósito era modificar al hombre y a la sociedad. “Para nosotros —explica Octavio Paz— la actividad poética y la revolucionaria se confundían y eran lo mismo. Cambiar al hombre exigía el previo cambio de la sociedad. [Se trataba] de la imperiosa necesidad, poética y moral, de destruir a la sociedad burguesa para que el hombre total, el hombre poético, dueño al fin de sí mismo, apareciese […]. Para la mayoría del grupo, amor, poesía y revolución eran tres sinónimos ardientes”.2

Octavio Paz, que había viajado a la España republicana para participar en el Congreso Antifascista Internacional de 1937, tuvo la oportunidad de conocer a escritores y artistas fundadores de la revista Hora de España que luego habrían de exiliarse en México y que colaborarían en Taller, como José Moreno Villa, Juan Rejano, Juan Gil-Albert, José Herrera Petere, María Zambrano, José Bergamín, Francisco Giner de los Ríos y el pintor Ramón Gaya.3 El famoso congreso, que tuvo lugar en Valencia, reunió a intelectuales de todas partes del mundo, desde Huidobro, Vallejo, Carpentier, Nicolás Guillén y Carlos Pellicer hasta André Malraux, Stephen Spender, Tristán Tzara, entre otros. De tal modo que fue una experiencia única. Sin embargo, Octavio Paz presenció la represión contra el Partido Obrero de Unificación Marxista por parte de los estalinistas, lo que provocó su crítico desencanto.

Entre los postulados de la revista Taller podrían mencionarse un concepto vital y definido de la poesía, una búsqueda de la palabra hacia sus orígenes, lo que María Zambrano llamaría “el lamento de Orfeo”, o la forma inicial del cántico y, por lo tanto, la unión amor-muerte-poesía. También la fusión poesía-revolución en su sentido más amplio; la recuperación no religiosa de los místicos españoles, además de los poetas románticos ingleses y alemanes, sin olvidar los movimientos de vanguardia y el surrealismo. En suma, una riqueza de elementos que propició un arte poético elevado de carácter universal.

La Guerra Civil y el exilio

Hay hechos históricos tan poderosos que marcan indeleblemente a quienes los padecieron. La Guerra Civil española y el exilio fueron de esa intensidad. Prueba de ello es que seguimos hablando, escribiendo, conmemorando. Pocos casos, sin embargo, han unido dos pueblos en un mismo afán de justicia y libertad, como lo fueron México y España. Escritores, pensadores, luchadores sociales convergieron en un solo ánimo para defender los mismos ideales. Hubo mexicanos que viajaron a España para demostrar su apoyo y luego fueron los españoles los que recibieron la palabra de México para encontrar un nuevo hogar acorde a sus ideas y sentimientos. Los tres poetas, Paz, Huerta y Revueltas, se hermanaron por esta circunstancia y mostraron al mundo que la poesía es necesaria para alivio el de los males de este mundo.

Octavio Paz

En palabras de Octavio Paz, “los poetas han sido la memoria de sus pueblos”.4 Qué mejor ejemplo que esta triple conmemoración que nos hace no olvidarlos y, al releerlos, comprobar su actualidad. Podemos hacer el recorrido a través de la poesía de Octavio Paz y equivale al recorrido por la historia del siglo xx. Y lo mismo con Efraín Huerta y José Revueltas.

En Cuadrivio,5 Paz dedica una sección al análisis de la poética de Luis Cernuda y así se enlaza con el sentimiento de exilio de quien fue no una, sino muchas veces, exiliado por tirios y troyanos. No es que se refiera al exilio de 1939, sino al más profundo del poeta en busca de la realidad por intermedio del deseo; a su apartamiento y señalamiento, pero también a su intensa búsqueda hacia sí que, a fin de cuentas, es hacia nosotros mismos. “La poesía de Cernuda es una crítica de nuestros valores y creencias; en ella destrucción y creación son inseparables, pues aquello que afirma implica la disolución de lo que la sociedad tiene por justo, sagrado o inmutable”.6 Con estas palabras, Paz establece una unión dentro del mundo de la poesía que va más allá de partidismos y reivindica la vida humana en su sentido pleno referido a Cernuda: “La vida, no el lenguaje. Entre vivir y pensar, la palabra no es abismo, sino puente”.7 Ese puente que siempre trató de hallar Octavio Paz entre México y España. No es por casualidad que a otro poeta del exilio republicano, Ramón Xirau, lo nombre el puente entre las dos orillas.

Ahondando aún más, el tema del amor en la época del exilio lo establece Paz en relación con Cernuda: “Para Cernuda el amor es ruptura con el orden social y unión con el mundo natural”.8 Así, lo que interesa es la verdad del amor y la búsqueda de “la energía que mueve a todas las cosas”. El tiempo, que ha sido quebrado en la Guerra Civil, en Cernuda adquiere una fusión entre el instante y la contemplación que solo en el exilio se anhela recuperar. De ahí que realidad y deseo sean el móvil de su poesía. Para Octavio Paz, su obra es “edificante” a la manera de una construcción arquitectónica, es decir, ante la pérdida del propio paisaje y de la propia arquitectura, se eleva una propia historia insertada en una nueva realidad y en un nuevo deseo.

La otra gran relación de Octavio Paz es con María Zambrano. Con ella puede establecer diálogos en torno a filosofía y poesía, y escribirá en la revista Taller sobre las conferencias pronunciadas en el Palacio de Bellas Artes, que luego habrán de conformar la materia de su libro Pensamiento y poesía en la vida española, publicado en 1939 por la Casa de España y con viñetas de Ramón Gaya. También con Juan Gil-Albert la amistad será profunda y se reflejará en la dedicatoria de su poema “Jardín”.9 Y, de paso, conocerá a Máximo José Kahn. Otros poemas pacianos de la época serán el de “Madrid, 1937” y “No pasarán”, el lema de la Guerra Civil.

Efraín Huerta

Su obra literaria: polémica y transgresora, innovadora y desmitificadora, destructiva y extremista. Sin nada que lo detenga, contra todo canon, toda hipocresía, pero instalado, a la vez, en sus propios dogmatismos, inamovibles, irracionales. Un caso de constante oposicionismo, incluso contra sí mismo y sus ideales. Si es comunista y hasta estalinista, no por ello dejará de hablar del alma, del espíritu, de Dios. Una terca contradicción lo atormentará hasta el final de sus días. Su obra crítica, periodística, cinematográfica no va a la zaga de la poética. Su sello es inconfundible. Desbarata, atropella, violenta, pero también metaforiza o “mentaforiza”, como él prefiere; de manera inusitada, recrea el lenguaje contra toda norma y usa el erotismo como fuente de vital creación. Un rasgo llamativo es el humor desenfrenado, la carcajada aliviadora, la ironía a toda costa. Pareciera que el lenguaje en sus manos es como un elástico estirable o encogible y adaptable a cualquier estado de ánimo, sobre todo si es inusitado. El cocodrilismo y los poemínimos son algunos de los términos por él inventados. En esto podría acercarse a características si no de los exiliados, por lo menos de autores como Valle-Inclán y sus esperpentos o Ramón Gómez de la Serna y sus greguerías. En una palabra, se trata de ir más allá del lenguaje y desarrollar su capacidad inventiva, de utilizarlo con la libertad de la palabra y el ritmo de la infancia. O con esa vuelta al lenguaje original, antes de Babel, al cántico órfico y a la onomatopeya inicial, al sonido primordial, como observa María Zambrano, antes de todo orden y estructura. En esto radica su originalidad. Como ejemplo el siguiente fragmento de “Declaración de odio”:

¡Los días en la ciudad! Los días pesadísimos

como una cabeza cercenada con los ojos abiertos.

Estos días como frutas podridas.

Días enturbiados por salvajes mentiras.

Días incendiarios en que padecen las curiosas estatuas

y los monumentos son más estériles que nunca.

Su intertextualidad irónica: “Un poemínimo es una mariposa loca, capturada a tiempo y a tiempo sometida al rigor de la camisa de fuerza. Y no lo toques ya más, que así es la cosa” (parafraseando a Juan Ramón Jiménez: “así es la rosa”).10

Su ruptura de moldes: para ya no hablar tanto de Sor Juana Inés de la Cruz: “¿Quién que es no ama a Virginia Woolf?”.11 O: “Sílabas por el maxilar de Franz Kafka… en el corazón del follaje del cementerio judío”.12

Sus asociaciones semántico-irónicas: “la paz octaviana”, “el que a hierro mata filomeno muere”. O fonéticas: “esquilas, esquilones, esculonas”. O rubendarianas: “cuando quiero coger / no cojo / y a veces cojo sin querer”13 (“Cuando quiero llorar…”). Neruda, Machado, Hemingway, todos son transmutados.

En el “Manifiesto nalgaísta” la rosa de Gertrude Stein se convierte en: “Una nalga es una nalga, una nalga, una nalga”.14

Efraín Huerta entre quevedesco y gongorino o gongorino y quevedesco, aparte de su relación con autores del exilio español, ya que da lugar a ello, podría aventurar que encontró su heredero en otro jugador de la lengua poética: el que fuera exiliado de niño, Gerardo Deniz. Y su relación con otra figura del exilio, Isidoro Enríquez Calleja, que es relatada así por su hijo José Ramón Enríquez:

Un grupo de refugiados españoles, escritores en su gran mayoría, tomó el nombre de Aquelarre en referencia a las reuniones de brujas que llevan ese nombre en vasco y lo hizo sello editorial con el cual publicó una buena cantidad de libros. Quisieron, en 1950, homenajear por su amistad y talento a Efraín Huerta. Se tenía la costumbre brujil de ofrecer bebedizos, con su respectivo brindis, al homenajeado. Este brindis lo ofreció Isidoro Enríquez Calleja cuyo nombre en el Aquelarre era el de Bruja Barrigona.15

Pero será en el ensayo “Los españoles que viví”, publicado en El exilio español en México,16 libro memorable si los hay por recoger por vez primera la historia del exilio español en México, donde Efraín Huerta relate lo que significó la llegada de estos artistas e intelectuales. Los nombres más conocidos desfilan por sus páginas y los puntos de reunión también: la Librería de Cristal en la Alameda, los cafés Tupinamba, París, Papagayo, cuando mexicanos y españoles discutían sobre todo lo discutible.

José Revueltas

Octavio Paz calificó a José Revueltas como el “hombre más puro de su generación”. Su vida fue dura: militante comunista aunque antiestalinista y antidogmático, expulsado del Partido, preso varias veces por manifestar sus ideas, de joven en un correccional, después en las Islas Marías y, por último, en Lecumberri en 1968. Su obra es reflejo de su vida y abarcó varios géneros, incluyendo escritos políticos. Identificado con los grandes y graves problemas del siglo XX, los movimientos revolucionarios, la Guerra Civil española y el exilio, no cejó en su batalla por un mundo mejor. Siempre con la mira en los problemas sociales, en el sufrimiento, en las injusticias. Una obra rotunda.

El crítico Seymour Menton, en su fundamental antología El cuento hispanoamericano,17 destaca de su obra la destreza expresiva, el valor escultural de la palabra, su visión trágica de la vida. Refiriéndose al cuento “Dios en la tierra” señala: “El tono poco enfático, en contraste con el tono cósmico de todo el cuento, produce el efecto deseado: un horror inolvidable”.18

José Revueltas, junto con sus hermanos también famosos cada uno en su campo, Silvestre compositor, Fermín pintor y Rosaura actriz, manifestaron su unión con el exilio español. Silvestre estuvo en la Guerra Civil con el mismo grupo de Octavio Paz y compuso el Homenaje a García Lorca. Los bocetos de Fermín fueron objeto de comentarios por parte de Max Aub.

En la peña del Café París los hermanos Revueltas departían con los refugiados, entre ellos Max Aub y José Moreno Villa. Aquí se reinvierte la relación y serán los españoles los que utilicen temas mexicanos para sus obras. Max Aub y sus Cuentos mexicanos (con pilón), José Moreno Villa y su Cornucopia de México, Luis Cernuda y sus Variaciones sobre tema mexicano.

De la obra poética de Revueltas podríamos añadir que los temas se amplían, aunque de manera concentrada, y que su ideario político siempre está presente. Fue fiel a sus premisas y ellas sustentaron su obra de manera creativa e imaginativa.

Por último, para unir las dos orillas, a cien años del nacimiento de los poetas y a setenta y cinco del exilio español, esta cita de Revueltas: “[…] la tierra de este país: tierna, cruel, hostil, cálida, fría, acogedora, indiferente, mala, agria, pura”.19 Como hoy, más que nunca, este “luto humano” que portamos.

Paz, Huerta y Revueltas, tres figuras en el mar del exilio español de 1939 que navegaron en aguas compartidas y que este 2014 recordamos. ~

1 Manuel Durán, “Las revistas Taller y Tierra nueva: Nueva generación, nuevas inquietudes”, en Revista iberoamericana, Pittsburg, 1989, pp. 1151-1160.

2 Manuel Durán, óp. cit., p. 1153.

3 Aquí agregaría el nombre de Máximo José Kahn, escritor olvidado que, aunque no participó directamente en Taller, fue amigo de Juan Gil-Albert, frecuentó a Octavio Paz y publicó su obra Apocalipsis hispánica en la editorial América en 1942, con una viñeta de Gaya en la portada. Perteneció al grupo de intelectuales judíos residentes en la España republicana, como Max Aub, las hermanas Nelken y otros que llegaron con los exiliados españoles a México.

4 Octavio Paz, La otra voz: Poesía y fin de siglo, Seix Barral, Barcelona, 1990, p. 101.

5 Octavio Paz, Cuadrivio: Darío, López Velarde, Pessoa, Cernuda, Joaquín Mortiz, México, 1965.

6 Ibíd., p. 169.

7 Ibíd., p. 185.

8 Ibíd., p. 194.

9 Octavio Paz, Un sol más vivo: Antología poética, selección y prólogo de Antonio Deltoro, Era, México, 2014.

10 Efraín Huerta, Transa poética, Era, México, 2014, p. 11.

11 Ibíd., p. 52.

12 Ibíd., p. 57.

13 Ibíd., p. 98, 99, 112 y 109.

14 Ibíd., p. 108.

15 José Ramón Enríquez, “Bebedizo de Isidoro Enríquez Calleja para Efraín Huerta”, en: “EstePaís|cultura”, no. 278, junio de 2014, p. 12.

16 Efraín Huerta, “Los españoles que viví”, en El exilio español en México, 1939-1982, Fondo de Cultura Económica, México, 1982, pp. 681-687.

17 Seymour Menton, El cuento hispanoamericano: Antología crítico-histórica, 10ª ed., Fondo de Cultura Económica, México, 2010, pp. 243-252.

18 Ibíd., p. 252.

19 José Revueltas, El luto humano, Era, México, 2013, p. 19.

*Poeta y narradora, académica e investigadora, ANGELINA MUÑIZ-HUBERMAN (Hyères, Francia, 1936) ha dedicado su fructífera vida a las letras. Es autora de más de treinta libros, entre los que se cuentan los poemarios El trazo y el vuelo (1997), La sal en el rostro (1998), Conato de extranjería (1999) y La tregua de la inocencia (2003), por mencionar tan solo algunos de los más recientes. En 1985 recibió el Premio Xavier Villaurrutia por Huerto cerrado, huerto sellado, volumen de cuentos. Otras de las distinciones que ha recibido son el Premio Magda Donato, la primera edición del Premio Sor Juana Inés de la Cruz (1993), la Medalla Jerusalén y la Orden de Isabel la Católica (2011).

Fuente:estepais.com