MAY SAMRA PARA ENLACE JUDÍO- Mi pueblo, el pueblo judío, siempre ha sido nómada. En un inicio, se conformó de unas tribus que el desierto hizo monoteístas. Tras ser expulsados de Roma, la capital del mundo, se diseminaron en los cuatro confines de la tierra. Llegaron a acumular bienes, pero no por mucho tiempo; veneraron el mismo libro, pero con la posibilidad de distintas interpretaciones; mientras otros construían imperios, levantaron templos de ideas y palabras, fáciles de transportar.

Ligero como el viento debe ser el hombre, pues no es más que polvo y, como tal, debe saber moverse a lo largo de los caminos, evitando apegarse demasiado a un suelo, una casa o una piel. Solamente volando fertiliza el polen las flores inermes; es desde la incertidumbre y la duda, no las convicciones, que nacen las ideas que mueven al mundo. Los judíos pueden remontarse a distintas nacionalidades, ostentan apellidos extraños y siempre mantienen la cabeza en las estrellas y los pies en movimiento.

Dame, Dios, un alma descalza, para que pueda correr si hay que emprender la huída. Protégeme de amar demasiado, de ser adicta a una sola piel, de venerar mis cadenas, de anhelar el descanso. Llena mi alma de helio para que rompa la gravedad dolorosa de los afectos. Libera mi corazón del deseo de encadenar a otros, de llevar como trofeo, a través de las calzadas, a almas cautivas.

Que mis ojos nunca se acostumbren a los mismos paisajes. Que siempre haya duda de otro encuentro. Que si mi corazón es vulnerado, no sea por demasiada expectativa, sino por demasiada libertad.

Dios mismo tiene muchos nombres.

Que mi amor no  tenga hogar donde descansar sus certidumbres. Que no caiga en la seguridad  que todo corroe. Que sea una pregunta que se responde con otra, un camino que no lleva a ninguna parte, un beso lanzado y perdido en el limbo.

Una luz matutina que a nadie busca agradar y que, bastándose a ella misma, llena el mundo de gloria.

Un amor volátil e indoloro, un amor judío, un amor errante.