LEÓN OPALÍN PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

En el 2005 la Editorial Porrúa me publicó un libro sobre la globalización; la integración de las economías cobraba fuerza, concluí que este fenómeno era irreversible y mencioné de las crecientes ventajas inherentes a un sistema que con el uso intensivo de las economías a escala y de la fragmentación eficiente de la producción, favorecida por el amplio uso de la tecnología, sobre todo la de Información y Comunicación (TIC), estaba permitiendo una reducción significativa de los costos de producción y distribución. Al mismo tiempo, advertí de la polarización que se registraba en materia de empleo: trabajadores y profesionistas altamente calificados y bien remunerados, frente a los que llevaban a cabo labores automatizadas con bajas remuneraciones; asimismo, la automatización y la digitalización estaban propiciando altas tasas de desempleo de la mano de obra en diferentes niveles.

También comenté sobre la formación de mega monopolios que no estaban permitiendo el libre juego de las fuerzas del mercado y concentraban los beneficios de la globalización, a la vez que en aras del eficientísimo para disminuir costos y maximizar utilidades, lo hacían con un notorio y ascendente deterioro del medio ambiente.

En este contexto, el Brexit constituye una especie de no a la continuidad de la globalización con consecuencias imprevisibles para las economías de la Unión Europea (UE), la Gran Bretaña, y el mundo en general:

-Resulta lamentable que la decisión de la salida de la Gran Bretaña no respondiera a un proceso razonado de su gobierno, sino a una desafortunada apuesta política de su Primer Ministro, David Camerón (DC), que utilizó innecesariamente la figura del referéndum para atraer más electores a sus aspiraciones de reelegirse en los próximos comicios. Este tipo de estrategia le fue favorable a DC cuando en el pasado reciente promovió un referéndum para la permanencia o no de Escocia en el Reino Unido.

De los más de 48 millones de personas convocadas al Brexit, con una participación del 70.0% del total, el Brexit triunfó por un escaso margen de 52.0% vis 48.0% de quienes se opusieron. Es importante destacar que un número significativo de los votantes tomaron esta decisión afectadas por el desempleo, la declinación de los salarios y, el estancamiento de la economía; no obstante, también influyó el “lavado de cerebro” que les hicieron los partidos y grupos nacionalistas xenófobos “que querían recobrar la independencia de la Gran Bretaña de la burocracia de Bruselas”, parte de los votantes por el Brexit no tenían idea de cómo funciona la UE y mucho menos del significado de la Gran Bretaña en esta última; lo cierto es que el ingreso de esta última a la UE en 1973, le permitió apuntalar su economía al atraer flujos de inversión extranjera de la UE y fuera de esta ampliar su participación; en este marco, al mismo tiempo que la llegada al Reino Unido de mano de obra calificada de Francia, Alemania, España y varias naciones de Europa Oriental a su territorio. El tejido social de esta potencia está entrando en un proceso de desestabilización al igual que el de la UE. Más de un millón de británicos ya firmaron una petición a través de un ciudadano en la página oficial del Parlamento Británico para que se debata la posibilidad de realizar otro referéndum sobre la permanencia o no del Reino Unido en la UE, con base a que la salida solo sería válida con el voto del 60.0% o más de los electores.

Gran Bretaña con un PIB 2.6 billones de euros, es el segundo motor de la UE y la quinta potencia mundial; las bolsas de valores del mundo y un gran número de monedas ya se han depreciado, salvo el dólar de EUA, con ello se está expresando la inconformidad e incertidumbre que crea el Brexit.

El Brexit está motivando que los inversionistas coloquen sus recursos en Bonos del Tesoro de EUA, lugar seguro, lo que fortalece al dólar. Se espera que Escocia e Irlanda del Norte plantearan su independencia de Gran Bretaña para integrarse como países soberanos a la UE; de hecho, Irlanda del Norte ya es miembro de la UE.

Los eurofobos piden ya consultas como la británica en sus países. “La eclosión del euroescepticismo británico se produce en un momento de profundo desencanto y renovadas pulsiones nacionalistas que las fuerzas xenófobas han sabido explotar con eficacia”. Marine Le Pen, presidenta del ultraderechista Frente Nacional Francés ya pidió que se convoque en Francia y en el resto de los Estados de la UE a su salida; lo mismo solicitó Geert Wildeers (GW) en Holanda, que lidera un proyecto político abiertamente antimigración: GN ha expresado que “queremos ser dueños de nuestro propio país, de nuestro dinero, nuestras fronteras y nuestra política migratoria”. Se prevé que igualmente los ultras de Alemania busquen la separación de su país de la UE.

El “timing” del Brexit, puede prolongarse por dos o más años, se convierte en caldo de cultivo de los populistas de las derechas para propagar sus intereses xenófobos; de aquí que el presidente de Francia exija una resolución rápida del Brexit para evitar el contagio del ejemplo británico a otros países.

El Brexit es una respuesta a la creciente xenofobia que se observa en la UE, una manifestación que implica el fracaso de Europa en su lucha contra el terrorismo y en la solución de la crisis humanitaria originada en la incontrolable inmigración que enfrenta proveniente de países islámicos.

Europa, más allá del Brexit, requiere de un cambio profundo y urgente, una refundación; las autoridades de la UE tienen que abrir los ojos ante el malestar ciudadano que priva en el Continente y hacer una autocrítica. Manuel Valls, primer ministro de Francia, ha consignado que sobre todo la revisión debe ser a las recetas poco democráticas contra las crisis; propone que la UE “debe ser comprendida y controlada por los ciudadanos; se requiere un nuevo marco de mayor colaboración en seguridad y defensa, una nueva política de inversiones; una armonización fiscal real y un refuerzo de la eurozona con una gobernanza más democrática”.

El proyecto europeo no debe malograrse, es demasiado importante, y no solo para los europeos. La salida de la Gran Bretaña de la UE no significa un colapso para la economía global, empero, sí un serio impedimento para que pueda superar las secuelas de la crisis del 2008-2009.

En EUA la campaña de Donald Trump para la presidencia de ese país, al igual que el Brexit, ha logrado atraer a los descontentos con el “establishment”. Trump ha sabido llegar a las fibras de la gente con una retórica populista y xenófoba similar a la que se maneja en Europa, adicionándole un ingrediente misogínico. Trump promete el renacimiento de la economía de EUA. Es de desear que los electores estadounidenses adviertan y reflexionen sobre los impactos negativos que ya está provocando el Brexit y el populismo de los partidos ultranacionalistas europeos y decidan no votar por Trump. Los mexicanos tendremos que cuidarnos del populismo mesiánico y violento de López Obrador.