JONATHAN SACKS

Celebrando el aniversario de la creación, en la era de la inteligencia artificial.

Rosh Hashaná, el Año Nuevo judío, comienza el 2 de octubre con la puesta del sol con el sonido del shofar, el cuerno de carnero. Culmina 10 días después al final de Yom Kipur, el Día de la Expiación. Estos son los Días de Temor, un período de intenso rezo e introspección. Nosotros reflexionamos sobre nuestras vidas, buscamos perdón por lo malo que hemos hecho y pedimos ser inscriptos en el Libro de la Vida.

Rosh Hashaná generalmente interesa a los judíos. Pero hace poco he empezado a pensar que su mensaje es mucho más amplio. El día es celebrado como el aniversario de la creación. Algunos rabinos de la época talmúdica dijeron que es el aniversario del día en que Di-s emitió la sentencia más influyente en la historia: “Hagamos a los humanos a nuestra imagen según nuestra semejanza.”

Los estadounidenses comprenden esto mejor que la mayoría, gracias en parte a la Declaración de Independencia: “Sostenemos que estas verdades son evidentes, que todos los hombres son creados iguales, que ellos son dotados por su Creador con ciertos derechos inalienables.”

Pero estas verdades son cualquier cosa menos evidentes. Ellas le habrían sonado absurdas a Platón, quien creía que a todos en la República se les debía enseñar que los humanos se dividen en tres tipos: oro, plata y bronce. También habrían sido incomprensibles para Aristóteles, porque él sostuvo que algunos nacen libres y otros nacen para ser esclavos. El totalitarismo, y el comunismo soviético en especial, amenazaban la dignidad humana y libertad que en Estados Unidos siempre tuvo una base religiosa.

Ahora ha aparecido en el horizonte un nuevo peligro para la humanidad: la inteligencia artificial. En el 2013, el cineasta documentalista James Barrat advirtió del aumento de la inteligencia artificial general—o sea, robots que son en todo más inteligentes que los humanos—en su libro “Nuestra Invención Final.” Barrat argumenta que en la lucha por la supervivencia que ha marcado la vida desde su concepción, los humanos por primera vez enfrentarán a un competidor que puede ser más ingenioso que ellos en toda etapa. Él predice que la Tierra se puede estar acercando al fin de la era humana.

El futurista Martin Ford escribió el año pasado en “El Ascenso de los Robots” que la humanidad apenas ha comenzado a darse cuenta cuán lejos serán desplazados los humanos del mundo del trabajo. Los robots hasta ahora han asumido sólo tareas relativamente mecánicas, tal como aquellas en la manufactura. Pronto serán golpeadas más profesiones. Coches y camiones sin conductor sacarán a millones del trabajo, mientras que innovaciones como la medicina sin doctores matará las oportunidades para incluso los trabajadores más altamente habilidosos. Serán necesarios menos y menos humanos para manejar el mundo, y ellos tendrán enorme poder sobre el resto.
Más sombrío es el historiador israelí Yuval Harari, cuyo “Homo Deus” será publicado en Estados Unidos a principios del año próximo. Él cree que si bien los antiguos rezaban a Di-s y los modernos estaban dedicados a los sentimientos del corazón, los grandes datos controlarán el futuro. Google, Amazon y Facebook ya nos conocen mejor que lo que nos conocemos nosotros mismos. La gente finalmente recurrirá a ellos en busca de consejo no sólo sobre qué comprar sino sobre qué ser. Los humanos se habrán vuelto cadenas de genomas, poco más que super algoritmos.
Estos autores creen que la humanidad enfrenta un reto único. En un sentido tienen razón: Las fuerzas que están siendo desatadas no tienen ningún precedente. Pero los problemas que ellos diagnostican son tan viejos como la civilización. Toda nueva tecnología crea nuevos centros de poder que inicialmente benefician a los pocos a costa de los muchos. Piensen en las esclavizaciones masivas que sucedieron con la construcción de las pirámides o las conquistas de imperios.

La Biblia Hebrea fue revolucionaria en su comprensión no sólo de Di-s sino también de la humanidad. Buscando a Di-s, singular y solo, los primeros monoteístas descubrieron el valor infinito de la persona humana. Es esta visión—que todo humano es en la imagen de Di-s sin importar el color, cultura o clase—la que debe tener precedencia en las economías, sociedades y estados humanos.

Barrat, Ford y Harari están parafraseando para el siglo XXI lo que el Libro de Salmos tuvo para decir, milenios atrás, sobre la gente que rinde culto a la obra de sus manos: “Sus ídolos son plata y oro, la obra de las manos del humano.” Cuando la tecnología se convierte en idolatría deja de ser realzadora de la vida y se vuelve destructora del alma. En el instante en que los humanos valoran las cosas, sin importar cuán inteligentes, por sobre la gente, ellos se embarcan en el camino a la ruina.

Los dos peligros del siglo XXI no podían ser menos parecidos: las computadoras superinteligentes y los islámicos radicales altamente bárbaros. Ellos serán derrotados sólo por medio de una insistencia en la dignidad de la persona humana y la santidad de la vida humana. Ese es el mensaje de Rosh Hashaná—no sólo para los judíos sino para el mundo.

*Lord Sacks, el Galardonado Premio Templeton 2016, fue el Gran Rabino de las Congregaciones Hebreas Unidas del Commonwealth (1991-2013).

Fuente: The Wall Street Journal
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México