Debemos levantarnos para recordar a la Administración de Trump y al mundo que una vez fuimos extranjeros también. Y debemos hacer una mejor labor.

ESTI PELED PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – La historia recordará estos acontecimientos como una semana triste en EE.UU. – la semana en la que el presidente dio la espalda a la gente que huía para salvar sus vidas, desafiando una promesa orgullosa inscrita en la Estatua de la Libertad que Estados Unidos será un puerto seguro para las “masas del mundo que anhelan respirar libertad”.

El presidente Trump firmó el viernes una orden ejecutiva para detener el flujo de refugiados por varios meses, incluidos los refugiados sirios; reducir drásticamente el límite anual de ingreso de refugiados a 50,000; e incluso prohibir temporalmente la visita a Estados Unidos de ciudadanos de algunos países de mayoría musulmana.

Con más de 65 millones de personas desplazadas forzosamente de sus hogares, hoy el mundo enfrenta la peor crisis de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial. Lamentablemente, nosotros en la comunidad judía sabemos muy bien que cerrar las puertas a personas que huyen desesperadamente para salvar sus vidas se remonta a la Segunda Guerra Mundial.

En uno de los casos más infames de la insensibilidad americana a la difícil situación de los refugiados judíos, en 1939 el presidente Franklin Roosevelt rechazó el barco transatlántico Liner St. Louis. La nave, que navegaba tan cerca de la Florida que los pasajeros a bordo podían ver las luces de Miami, llevaba a bordo 937 refugiados alemanes – la mayoría de ellos judíos que huían del Tercer Reich.

El presidente cerró las puertas ante una opinión pública en contra de los refugiados – alimentada por las afirmaciones de que había espías nazis ocultos entre ellos o que eran una “amenaza al país”. Como consecuencia, el St. Louis volvió a Europa y casi una cuarta parte de los pasajeros a bordo fueron exterminados en el Holocausto.

Hoy en día, huérfanos y viudas en Siria están atrapados entre las bombas de cañón del régimen de Assad y la brutalidad sin precedentes de ISIS. Hombres y mujeres jóvenes de todo el mundo están huyendo para salvar sus vidas, perseguidos porque aman a otra persona del mismo sexo o por ser transgénero. Los disidentes políticos que han tenido el valor de hablar en contra de los regímenes autoritarios temen por sus vidas. Y la orden ejecutiva envía un terrible mensaje: Estados Unidos no será un faro de esperanza para ustedes. No encontrarán seguridad aquí.

Esto es quizás más devastador para las familias que no se reunirán.

Para las personas que lograron superar el largo y difícil proceso para obtener el estatuto de refugiado, y que han estado esperando en Estados Unidos hasta que sus seres queridos puedan unirse a ellos, la orden ejecutiva significa que nunca podrán lograr la reunificación que tanto han anhelado. Nunca podrán abrazar o besar nuevamente a su esposo, padre, o niño. Posiblemente sus familias nunca lleguen a las costas estadounidenses. Es posible que nunca alcancen la seguridad.

El proceso de investigación al que han sido sometidos los refugiados en Estados Unidos es, de hecho, muy largo y profundo. Las personas que buscan el estatus de refugiado deben primero someterse a un proceso de selección que incluye entrevistas y un examen de sus antecedentes frente a embajadas estadounidenses, el Departamento de Seguridad Nacional y agencias de inteligencia nacionales e internacionales. El proceso toma años. Muchas veces los obstáculos no son eliminados y se les niega la entrada.

De hecho, ingresar a los Estados Unidos en condición de refugiado es lo más difícil y, a pesar de la fea retórica en torno a los refugiados sirios, ninguno de ellos han cometido actos terroristas en Estados Unidos.

Para aquellos en la comunidad judía con el corazón roto por los refugiados para quienes la orden puede ser una sentencia de muerte, esta semana trae ecos oscuros del pasado.

Como tantos otros, mi abuelo huyó de la Alemania nazi. Inmigró a Estados Unidos con algunos de sus hermanos. Pero la mayoría de los miembros de su familia – como la mayor parte de los judíos europeos – no tuvieron tanta suerte. Mi esposa huyó de la persecución religiosa en Irán, hallando un hogar en la Unión Americana donde podía vivir y practicar su religión libremente. El régimen autoritario de Teherán sigue persiguiendo hoy a muchas de sus minorías, incluyendo a los musulmanes sunitas, los Bahai y los miembros de la comunidad LGBT, pero estos individuos probablemente no encontrarán refugio en Estados Unidos cuando la orden ejecutiva entre en vigor.

Mark Twain nos enseñó que la historia no puede repetirse, pero sin duda rima. Así que ahora nos toca a nosotros escribir un verso diferente. La comunidad judía debe enfrentarse a este ataque despiadado contra los refugiados, no sólo porque es lo moral y lo ético, sino porque sabemos muy bien lo que sucede cuando las personas que huyen para salvar sus vidas no tienen a dónde ir.

Debemos levantarnos para recordar a la Administración de Trump y al mundo que una vez fuimos extranjeros también. Y debemos hacer una mejor labor.

Fuente: Haaretz

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