Desde hace varios siglos, los judíos hemos aprendido las lecciones más importantes con historias. Narradas en la Torá, el Talmud o como midrash, las historias hacen que podamos identificarnos con nuestra herencia desde una perspectiva personal.

Dentro de cada historia hay miles de interpretaciones y más de una enseñanza. Además, tienen la posibilidad trasmitir conocimientos no verbales a través de modelos y vivencias que no se pueden expresar en discursos; son una forma de enseñar más allá de la razón dialógica.

Martin Buber lo tenía presente, y dedicó cuarenta años de su vida a recopilar y narrar las historias que contienen las enseñanzas de los rabinos jasídicos más reconocidos.

Fue un hombre que vivió uno de los tiempos más controvertidos para el judaísmo en Europa: Durante sus años de crecimiento la ilustración judía llegó a su clímax, surgió el sionismo moderno como movimiento político, y el mundo ortodoxo y secular finalmente terminaron por separarse.

Jasídicos y ortodoxos por vez única se unieron contra las nuevas corrientes seculares que aparecieron en las comunidades europeas y empezaron a delinearse y a popularizarse los principios del Reformismo. En fin, fue una época de confrontaciones y crecimiento.

Durante su juventud fue el típico judío austriaco asimilado; asistió a la Universidad de Viena, donde destacó como estudiante y leyó con cuidado a Schopenhauer y Nietszche. Se unió a movimientos sionistas y tuvo una participación política activa. Sin embargo, desde su infancia le surgieron preguntas que lo persiguieron por el resto de su vida.

Creció en Lemberg, en la actual Ucrania, con sus abuelos, mientras sus padres se divorciaban; y ahí conoció por primera vez el jasidismo. Su abuelo era un hombre sencillo que se dedicaba a editar textos rabínicos, rezaba todos los días en un templo jasídico y destacó como líder en su comunidad.

Buber creció escuchando las historias que su abuelo le contaba y leyendo los textos que publicaba. Aunque más adelante se separaría de él y seguiría con su vida de erudito, como sus padres habían planeado, las enseñanzas que aprendió en la infancia y el misticismo que conoció en el templo de su abuelo jamás dejarían su corazón.

Años después escribiría que “nunca el alma y la fuerza del judaísmo se había manifestado al nivel del jasidismo… Sin que una yiota fuera alterada en la ley, en los rituales y en las normas de comportamiento, la tradición surgió con una nueva luz y un nuevo significado”. Tras haber sido político e intelectual Martin Buber descubrió que su verdadera esencia se encontraba en las vivencias de su infancia.

Regresó al jasidismo con una fuerza renovada y dedicó el resto de su vida a entender y trasmitir las enseñanzas de los rabinos. A través del jasidismo innovó en muchos campos de la psicología, la filosofía y las humanidades.

Escribió una gran cantidad de libros y recopiló textos e historias jasídicas que se habían olvidado o extraviado. Historias de los jasídicos es el resultado de esa investigación.

En este libro se encuentran las historias de los maestros jasídicos más reconocidos. Aparecen contándonos un midrash (enseñanza talmúdica), interactuando en la calle o caminando con sus alumnos. Cada una de ellas es una joya; son sencillas, directas y contienen una profundidad y sabiduría únicas.

Guardan en su esencia las premisas básicas del jasidismo: Todo hombre puede encontrar a D-os, porque Él habita en cada detalle, no se necesitan grandes obras, el hombre puede alcanzar la eternidad y la felicidad absoluta a través de actos pequeños.

Para el jasidismo, más que estudiar la Torá, importa vivir en ella. Estas historias retoman aquello que hizo tan popular al nuevo movimiento religioso entre el hombre común judío, el zapatero, panadero o campesino que no podían dedicar su día entero a estudiar. Les abrió la puerta a la espiritualidad a través de la alegría y la mística judía.