Enlace Judío México – Estamos en la segunda semana de la cuenta del Ómer. Durante este tiempo los judíos contamos los 49 días que transcurren entre Pesaj, el momento en que salimos de Egipto, y Shavuot, el día en que recibimos la Torá. La idea de esta cuenta es prepararnos para recibir la Torá nuevamente. Cada día debe de ser vivido como una oportunidad nueva de perfeccionar nuestro carácter, purificarnos y acercarnos a D-s. Ya que si no se lleva a cabo este proceso de crecimiento espiritual, no se puede realmente considerar que nos preparamos para recibir la Torá.

Aparte de la reflexión y las acciones individuales que cada persona toma de forma individual, durante estos días se debe hacer la cuenta con cada día que pasa. Se hace una bendición, se cuenta el día y se hace un rezo específico en el cual se dicen salmos, se pide por Jerusalén y se pide que podamos rectificar los errores que hayamos cometido. En esta parte se mencionan las sefirot divinas (características a través de las cuales D-s se expresa) y cada día se menciona el nombre de una distinta. Se espera que la persona ese día trate de perfeccionarse en el área correspondiente a la sefira especifica que se menciona. Para poder tener mayor profundidad en el entendimiento de esta práctica tenemos que definir ¿Qué son las sefirot? Y ¿cómo funcionan?, ¿por qué las recordamos continuamente durante el Ómer? El siguiente artículo pretende explicar ambas cosas esperamos les guste.

La Cábala y las sefirot divinas

Aunque las sefirot divinas son mencionadas en la Torá, el Talmud y varios midrashim (relatos) rabínicos, la disciplina que más énfasis ha desarrollado el estudio de las mismas es la Cábala. Si deseamos entender cómo funcionan y cuál es su significado, primero debemos entender el objeto de estudio de la Cábala.

Como toda disciplina judía busca un entendimiento real de la interacción que existe entre D-s y el mundo que ha creado. Asume que D-s mismo es infinito y que al ser infinito Él mismo en su totalidad es incomprensible, pero Sus Leyes, la forma en que se expresa en el mundo y todo lo que ha creado se dirige hacia el hombre. Por ende, en el mundo del hombre estas interacciones son limitadas y definidas. Y en ese espacio en el lugar donde D-s y el hombre se encuentran, uno puede acercarse a la divinidad a través de la razón. No porque D-s mismo sea limitado y pueda ser entendido y contenido, sino porque sus leyes sí lo son.

Ese es el objeto de estudio principal de la Cábala: las leyes espirituales que emanan de D-s y que rigen tanto a nivel moral como a nivel material el mundo en que vivimos. No pretende entender a D-s sino su interacción en el mundo material y usa como principal herramienta de estudio a la Torá, ya que fue la ley que D-s nos dio.

Entre muchas de sus premisas, una de las principales y que más han sido difundidas por el mundo es que todo lo material esta sostenido por una energía espiritual que emana de D-s. Es decir, todo lo que existe para existir debe alimentarse de una fuente espiritual. No hay nada en este mundo que no tenga un sentido por lo cual D-s lo creó. Y no hay nada que no cumpla una armonía con las otras cosas creadas, todo se mueve bajo leyes divinas.

La Cábala distingue diez bloques divinos con los cuales D-s construye el mundo, estos bloques por así llamarlos son las sefirot divinas. En los textos antiguos son descritas como emanaciones de D-s, luces o receptáculos. Son los canales a través de los cuales la luz divina se manifiesta en el mundo.

Cada sentimiento, cada suceso sagrado y cada acción espiritual en este mundo tiene un asidero en alguna sefirá. Es decir, todo lo que nos rodea parte de alguna de las diez formas en que D-s se manifiesta en nuestro mundo. Por ejemplo, la guerra y la bondad ambas son expresiones del Gessed, la sefirá traducida como benevolencia. Porque es esta energía espiritual, esta emanación de D-s, la que impulsa al hombre a acercarse a los demás, a ver y unirse con su prójimo. La guerra parte de un deseo de conquista de un deseo de dominación hacia el otro, el que domina cree que tiene la razón, que está favoreciendo con su ideología a la otra persona. Mientras que la bondad también implica un deseo de acercamiento, un vínculo, pero en vez de llevarlo a través de la dominación se lleva a través del regalo, de la extensión de sí mismo. Aunque parecen contradictorias ambas pertenecen a la misma energía espiritual que mantiene un balance en el mundo. Ambos deseos son alimentados por la misma fuente. Y esto sucede con toda acción humana y con todo evento histórico cada uno es expresión de una sefirá distinta.

Para poder seguir la halajá (ley judía) de forma correcta y poder cambiar nuestro carácter, perfeccionando nuestros defectos es necesario que conozcamos nuestros deseos, nuestras emociones, los rasgos de personalidad que nos conforman. Cada uno de ellos provienen de una fuente divina, son imagen y espejo de una sefira divina. Uno debe aprender a reconocerlo y fortalecer aquellas características positivas que se desprenden de ella. Sólo sabiendo lo que buscamos cuando cometemos actos nocivos, podemos encontrar la forma de satisfacer el deseo velado y alcanzar nuestro objetivo más puro en una manera en que no lastimemos a nadie.

Es decir, si sabemos que determinado defecto parte de una sefira específica podemos remediar ese defecto fortaleciendo las virtudes que se desprenden de la misma. Aquel que es muy bondadoso con los demás tiende también a ser laxo en disciplina consigo mismo. Va poder ser disciplinado cuando lo necesite para compartir un gusto con alguien más.

Esa es la relación que guardan las sefirot con la cuenta del Ómer cada día al recordar la interacción e influencia que tiene una sefira distinta en nuestro mundo el Ómer nos obliga a ese día trabajar las emociones, actitudes y acciones que se desprenden de ella. También nos impulsa a estudiarla a conocer a fondo los eventos espirituales que marcaron el curso de la historia, la narrativa de la Torá en nuestro mundo.