Enlace Judío México – Estamos acostumbrados a pensar que “religión” es sinónimo únicamente de “rito y rezo”; que todas las religiones del mundo se dedican a aislarse socialmente y crear seres separados de su entorno, enclaustrados en monasterios, montañas o templos escondidos. Sin embargo, se nos olvida que tanto judíos, romanos como hindúes tienen normas éticas de comportamiento frente al otro que deben respetarse. Alguien que reza diario es tan religioso como alguien que se cuida de no lastimar a la otra persona con su palabra.

Así como existen normas divina que rigen nuestros hábitos de vestimenta, ingesta de alimentos y fiestas religiosas, en el judaísmo también normas que rigen nuestro comportamiento con respecto al prójimo y son tan importantes y sagradas como las demás.

Ahora, al igual que el kashrut, el tzniut y todos los demás mandamientos, las mitzvot (normas) de relaciones interpersonales tienen sus propios lineamentos y características que se deben cumplir. Aunque siempre hay un espacio pequeño para la subjetividad en la mayoría de los casos la halajá es muy particular con respecto a cómo se deben de cumplir estas normas. A continuación les mostramos una lista reducida de los principales aspectos que se deben respetar.

D-os y el hombre

Uno de los principios que rigen las leyes de relaciones interpersonales es que D-os creó al mundo para que el hombre actuara éticamente en él. No es un dios distante que se separa de su creación, ni un dios cruel que no le dio sentido. No, el D-os de los judíos, el D-os del monoteísmo es Único y es Uno con Su Creación. Hizo al hombre para que el hombre se perfeccionara y se acercara a Él.

En el judaísmo creemos que el mundo entero se hizo para cada hombre. Para enseñarle a actuar conforme a la voluntad de su Creador y se volviera también creador y rey del mundo que habita. Las mitzvot mandamientos son nuestro deber, es la forma en que cumplimos la misión que D-os nos dio en este mundo; la manera en que recreamos y completamos el Universo. Curiosamente esa labor se centra en nosotros, en el crecimiento individual de cada uno de nosotros. Las mitzvot nos obligan a crecer espiritualmente y perfeccionar nuestro carácter. Porque finalmente eso es lo único que realmente tenemos en nuestras manos, lo que realmente podemos cambiar, la única razón de nuestra existencia.

Por eso las mitzvot y la halajá son tan amplias y completas; porque se dirigen a todos los aspectos que nos conforman como humanos. Todo lo que nos define y conforma nuestra vida se puede usar para acercarnos a D-os, se puede dirigir hacia Él. Las mitzvot de relaciones interpersonales conforman el campo donde más podemos crecer, porque nos presentan retos más difíciles con los cuales nos enfrentamos diario. Las cosas no influyen sobre nuestro orgullo, ni sobre nuestros sentimientos, ni sobre nuestros pensamientos; en cambio las personas sí lo hacen. Y por eso son tan difíciles de respetar cabalmente.

Al poner en práctica estos mandatos uno debe recordar que lo hace por su propio crecimiento personal, no por el ego de la otra persona, que todos tenemos defectos y que cada individuo es sagrado frente a los ojos de D-os. A continuación explicamos algunas de las principales normas.

1) Juzgar para bien

Los problemas entre los hombres empiezan por el pensamiento. Tratamos a las personas en base a la imagen y percepción que tenemos de ellas. Si vemos un ladrón en la calle vamos a procurar evitar el contacto con él para no salir lastimados; en cambio si vemos a una persona que consideramos sabia o bondadosa trataremos de acercarnos para buscar su compañía.

Todos los días hacemos internamente juicios de valor sobre la gente que nos rodea, los compañeros del trabajo, los amigos, los familiares y los miembros de nuestra comunidad. Generalmente somos muy duros en nuestro juicio y esto ocasiona distancia entre nosotros la mayoría de las veces. Tenemos la idea errónea de que entre más duro juzgamos más puros somos o más lejos de la maldad estamos. El Talmud y la Torá nos enseñan que es al revés.

La Torá nos obliga a juzgar para bien, esto quiere decir que si vemos a una persona actuando en una forma que parece indebida, pero hay espacio para la duda; debemos dudar y pensar bien de la persona. Siempre puede haber una explicación a por qué actúa así, también existe la posibilidad de que no hayamos visto bien.

Sin embargo, este asunto también está normado por la halajá y tiene sus excepciones. Si uno se encuentra en una situación donde él o alguien más corre peligro debido a las acciones de otra persona; uno está obligado a tomar todas las precauciones necesarias y sospechar de la persona que los está poniendo en peligro. Igualmente si ve a la persona incurrir en el mismo acto prohibido recurrentemente, uno no está obligado a juzgar para bien.

Si uno se encuentra frente a un “rasha”; una persona que niega a D-os y busca la maldad (un psicópata, un asesino, un terrorista), uno no está obligado a juzgar para bien.

2) No vengarse y no guardar resentimiento

Así como uno debe cuidar su juicio para no separarse de los demás y no incurrir en pensamientos o acciones nocivas; uno debe también controlar los sentimientos que tiene contra las personas que lo rodean. Ejemplo:

La Torá nos prohíbe guardar resentimiento hacia las personas que nos han dañado por negligencia o que han abusado de nuestra confianza quedándose con bienes que nos pertenecen. Uno no puede vengarse de las personas que lo han lastimado; es decir no puede lastimarlas conscientemente. Uno tampoco puede sentir resentimiento; debe de actuar en todo momento con la persona como si ésta no lo hubiera agravado.

Ahora, esta regla no aplica en el momento que el abuso está siendo ejercido. Uno tiene la obligación de defenderse, la obligación de comunicarle su falta a la persona que lo está agravando y de defender su propiedad a través de un juzgado o de los medios que sean propicios. Existe una discusión entre sabios si esta mitzvá aplica de la misma forma para afrentas personales conscientes, como humillación pública e insultos o sólo para agravantes de propiedad y negligencia. En cualquier caso se habla que uno debe estar por arriba de la situación y controlar sus emociones.

3) No pecar con las palabras

La palabra es una de las herramientas más grandes e importantes que tenemos como seres humanos. Nos permite comunicarnos entre nosotros, expresarnos nuestros sentimientos y conocernos. Es a través de la palabra que rezamos y hablamos con D-os. Sin embargo, con todas las características buenas que esta herramienta nos trae y lo necesaria que es para nosotros, también podemos hacer mucho daño con ella. Hay numerosas reglas dentro del judaísmo que marcan el uso correcto de la palabra. Nos referiremos sólo a algunas de ellas.

Está prohibido avergonzar o herir a una persona con la palabra. Uno debe tener sumo cuidado cuando le pregunta información a la persona sobre sí misma; no debe hacer preguntas que incomoden a la otra persona, le causen un recuerdo doloroso o la hagan sentirse inferior. Está prohibido humillar públicamente a una persona y es de las trasgresiones más severas y graves que uno puede realizar.

El chismorreo, conocido como “lashon hara” (la lengua mala) está prohibido. Uno no puede decir cosas malas de otras personas con nadie. No puede contar una anécdota que lo avergüence, no puede hablar mal de sus atributos, no puede decir mentiras de esa persona. Tampoco puede diseminar de boca en boca lo que los demás dicen de otras personas. Incluso hay restricciones para hablar bien de otra persona con los demás, ya que puede dar información que no debería, o avergonzar de quien se habla. Uno incluso tiene prohibido escuchar y creer “lashon hara”.

También está prohibido mentir o engañar. Esto quiere decir que la persona no sólo no puede decir abiertamente mentiras. Tampoco puede dar información verdadera, haciéndole creer a la persona con la que habla cosas que no son ciertas. No puede insinuar mentiras aunque no las diga abiertamente. Hay excepciones en algunos casos, por ejemplo uno puede mentir si se le interroga sobre información personal, que le avergüenza y no está obligado a responder.

4) Procurar el bienestar del otro

Hay muchas normas que nos incitan a ayudar al otro a crecer y nos prohíben entorpecer su camino espiritual. Ejemplo:

Está prohibido ayudarle a una persona a pecar, o ser el vehículo de su tentación. La Torá llama a esto “no poner el pie en el camino de un ciego”. También si uno percibe que alguien está a punto de cometer una trasgresión por error, o percibe que el actuar de una persona es nocivo está obligada a decírselo. Sin embargo, debe hacerlo con tacto, sin lastimar, ni humillar a la persona y sólo si está seguro que la otra persona está en la disposición de escucharlo.

5) Evitar la discordia

Hay muchas normas que ayudan a que haya paz y unión en la comunidad. Por ejemplo, está prohibido incentivar o generar disputas entre partes. Uno no debe incluirse en una pelea para tomar partido y aumentar la riña y el descontento, sino para ayudar a ambas partes encontrar una resolución pacífica. Las personas están obligadas a resolver sus problemas y diferencias a través del dialogo; nunca a través de los golpes o los insultos. Constantemente se recalca que uno debe aprender a ceder y que incluso se puede esconder un poco la verdad para resolver el conflicto.