Enlace Judío México e Israel.- Hay sensaciones y sentimientos que uno no puede imaginar; incluso puedes hacer empatía con esas emociones y eso parece suficiente para defender una causa. Sachsenhausen, ahora lo sé, es el lugar en donde se acuñan no sólo mis causas, sino mis sentimientos más profundos como la indignación, el coraje, el dolor, la tristeza y hasta el miedo.

*JACQUELINE L´HOIST TAPIA

Sachsenhausen fue uno de los campos de concentración más importantes de la Alemania Nazi durante la segunda guerra mundial. Algunos datos revelan que ahí fueron asesinadas cerca de 250 mil personas. La descripción gráfica del espacio y de los hechos crueles e inhumanos que ahí ocurrieron, responde a la desgarradora realidad que ya conocemos; esa realidad como nos la han contado, como la hemos visto en museos, tal como la hemos leído, así es; un sitio que huele a dolor, que aprieta aun cuando el espacio es tan amplio; no logro explicar ese sentimiento que nunca había vivido: sentir miedo sin estar en peligro.

Al pensar en las circunstancias por las que las personas llegaron ahí. Trato de imaginar los pensamientos de vecinos y gente de las casas colindantes al campo. ¿Habrán sabido? ¿Será que pensaron hacer algo? ¿Eran parte de ello o sólo miraban como quien observa a sabiendas que nunca estará ahí? Luego me veo recorriendo el espacio como quien recorre la historia desde la perspectiva turístico-cultural, con un traductor al oído, con un mapa que no permite omitir sitio alguno numerado. A veces cruzábamos miradas entre las y los visitantes. Nadie se atrevía siquiera a sonreír por gentileza.

Nadie emitía comentario alguno. El silencio era abrumador, por mucho sólo sonaban nuestros pasos al andar sobre la madera crujiente. Que cuando piensas que no hay posibilidad de más dolor, descubres que hay otra puerta. Aturdidos con la mezcla de un sentimiento de culpa, por lo que es capaz de hacer la humanidad y de un sentimiento de rabia y coraje, por lo que fuimos capaces de hacer.

Seguimos caminando. Para quienes venía a mi lado el sonido de mi celular fue inapropiado, rompió el silencio que compartíamos, pero agudizó mi silencio interior. Leí en el mensaje: una fosa más encontrada otra vez en Veracruz. Pensé de inmediato en esas familias, en esos amigos y amigas, en esas madres y padres gritando verdad y justicia en este nuestro presente. Mi primera reacción fue “No quiero que nadie recorra nuestras fosas como »turismo cultural«, simplemente no lo quiero”. De inmediato y de golpe llegaron a mí los rostros de quienes a diario escavan y buscan con lo que pueden a sus familiares desaparecidos. Estaban ahí. Mucho más cerca que los hornos y las cámaras de gas. Estaban ahí recordándonos de los que fuimos -y somos- capaces. En México, más de 37 mil personas desaparecidas, alrededor de 1,500 fosas clandestinas, más de 2 mil 600 cuerpos hallados y cerca de 11 mil restos o fragmentos óseas encontrados.

El exterminio y la desaparición forzada, de personas judías, de estudiantes indígenas, de personas gitanas, de pobres, de personas homosexuales y trans, de personas de piel morena y afro, con discapacidad, de quienes cuidan sus tierras del narco, de las mujeres, de las niñas de los niños. Es el resultado de la violencia que genera la corrupción, la impunidad, desde quien cree “soy mejor y por eso puedo hacerlo”.

Todas las víctimas son nuestras y apenas alcanzamos a ser un nosotros. Desde el “Vivos se los llevaron, vivos los queremos” al #GuarderiaABC y al #NiUnaMenos o #NiUnaMás, hasta el #meetoo, #metwo y #weremember Y entonces ya no sólo fue difícil pronunciar Sachsenhausen, lo fue también Ayotzinapa, Nochixtlán, Tlatlaya, Chalchihuapan, Tanhuato, Apatzingán…

 

 

*Presidenta del COPRED

 

 

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