Enlace Judío México e Israel.- El Gaón Rabí David Haleví Segal ZT Z”L, mejor conocido con el “Ta’z”, a raíz de su obra monumental sobre Halajá denominada “Turé Zahab”, era el Rab Harash”í de una pequeña ciudad en Europa occidental. Los recursos de la Comunidad que dirigía eran muy precarios, y el sueldo que recibía apenas le alcanzaba para subsistir y mantener a su familia. Pero Rabí David nunca se quejó de su situación, y siempre se conformaba con lo que tenía. Una cosa lo hacía sentir apesadumbrado a causa de su pobreza: con el poco dinero que tenía no podía adquirir libros de Torá, que tanto necesitaba para estudiar y escribir sus libros.

RAB. DAVID ZAED

Una vez llegó a la ciudad un vendedor de libros y trajo consigo una gran cantidad de obras de todo tipo. Como lo hacían los libreros de aquella época, colocó todos sus libros sobre una mesa del Bet Hakenéset, para que todos los vieran. La gran cantidad de libros expuestos llenó los ojos de Rabí David Segal, quien comenzó a abrir uno por uno para revisarlos y admirarlos, y comprobó que a casi todos ellos ya los conocía. El vendedor, al notar el interés del Rab por los libros, le dijo:

– Tengo en mi maleta un libro que estoy seguro le va a interesar. No cualquiera tiene los conocimientos para valorarlo, y es por eso que no lo saqué para exhibirlo. Pero veo que usted sabe mucho de esto – por lo visto, el vendedor no tenía idea de quién estaba delante de él.

– ¿Y cuál es ese libro? – preguntó el Rab.

– Se llama “Haagudá”. Su autor es Rabí Alexander Zuslin Katz, quien entregó su vida para santificar el Nombre de Hashem hace muchos años. Y recién ahora, después de descubrir sus manuscritos, se ha editado su obra. Muy pocos libros se han impreso, y éste es el único ejemplar que me queda.

Rabí David había escuchado acerca de ese libro, aunque nunca tuvo la ocasión de haberlo visto físicamente. Quedó extasiado ante las hojas de aquello que consideraba una joya, especialmente para los temas que él estaba tratando.

– ¿Cuánto… cuánto cuesta este libro? Preguntó tímidamente.

Cuando el vendedor le dio el precio, Rabí David casi se desmaya. Era una suma que realmente lo valía, pero que para él significaba varios meses de su sueldo, ¡eso sin gastar de ese dinero ningún centavo!

– No puedo darme el lujo de comprar el libro – dijo, mientras lo depositaba apesadumbrado sobre la mesa.

El vendedor se dio cuenta del sufrimiento del Rab, y le hizo una rebaja, pero aun así era mucho para él.

– ¿Cuándo tiene usted pensado abandonar la ciudad? – preguntó el Rab.

– Mañana.

– ¿Podría hacerme un favor?

– Dígame usted.

– ¿Le molestaría prestármelo por esta noche, y mañana, antes de viajar, yo le devuelvo el libro?

– En absoluto. No es para mí ninguna molestia. Puede usted llevar el libro a su casa, y mañana estaré aquí de regreso para recogerlo.

La alegría de Rabí David era indescriptible. Durante toda aquella noche, el Rab se encerró en su cuarto, y no paró de leer el libro hasta terminarlo por completo.

– No sabe cuánto le agradezco por haberme dado ese privilegio. Nunca me imaginé que iba a tener tanta satisfacción con una Obra de Torá – le dijo Rabí David al vendedor al momento de entregarle el libro al día siguiente -. Pero quiero decirle algo: Aunque me cuidé mucho de no deteriorar el libro mientras lo tenía conmigo, quiero pagarle una parte de su precio por haberme permitido leerlo.

Cuando el vendedor vio que tanto valoró el Rab el libro y tanta utilidad tenía para él, se emocionó profundamente y se lo ofreció de regalo. Pero el Rab no aceptó. “Es una obra única, y no es justo que solamente yo lo tenga, y menos sin pagar por él”, le respondió.

Desde aquella vez Rabí David Segal no vio el libro “Haagudá” nuevamente. Sin embargo, en numerosas ocasiones, en su obra “Turé Zahab”, lo cita con lujo de detalles. Y todas las menciones los pasajes del libro “Haagudá” en las obras de Rabí David Segal fueron producto de una sola lectura de aquella noche de desvelo, ¡y el Rab lo mantuvo en su memoria durante toda su vida!