Enlace Judío México e Israel.-La administración Trump debe persuadir a los demócratas y aliados extranjeros de contrarrestar la agresión del régimen.

REUEL MARC GERECHT

El Presidente Trump ha revivido la mayoría de las sanciones estadounidenses contra Irán que fueron dadas de baja durante el acuerdo nuclear del 2015 de Barack Obama con la República Islámica. Más sanciones están llegando. Pero para detener bien la marcha de Irán hacia el uranio enriquecido y misiles balísticos funcionales, la Casa Blanca debe convencer a más estadounidenses y aliados de unirse en una creciente presión sobre el régimen. Los frutos del imperialismo de Teherán no se marchitarán hasta que el mundo sofoque sus raíces.

Acechando en el fondo de los esfuerzos de la administración Trump está la elección del 2020, después de la cual un presidente demócrata podría revertir el progreso de Trump. Las opiniones de los demócratas sobre Irán están aún formadas por el enfoque de Obama del acuerdo nuclear. Ellos continúan menoscabando la agresión regional de Teherán y especialmente su rol en la matanza en Siria y Yemen, y han vuelto a proyectar al Presidente Hassan Rouhani como un reformista a pesar del rol del estado policíaco de los mulás. “Comprometer” a Teherán, restablecer el acuerdo nuclear, y reducir la presencia de Estados Unidos en el Medio Oriente son un evangelio para los demócratas progresistas, quienes odian a Trump y no están enamorados de Israel, los árabes suníes o los formuladores de políticas de la región.

En contraste, la política del Presidente Trump, centrada en las sanciones, priva a Teherán de miles de millones en divisas duras cada año e impide sus ambiciones estratégicas. Pero es improbable que el objetivo final de la administración Trump sea un nuevo acuerdo nuclear, o que el colapso de la teocracia pueda ser logrado en los próximos dos años.

El régimen iraní es tenaz. El líder supremo, Ali Khamenei, es probablemente el dictador meso-oriental moderno más consumado. Muchos de los mulás y guardianes revolucionarios que gobiernan vivieron durante la horrorosa guerra entre Irán e Irak. Ellos son mucho más brutales que el shah y sus generales antes de la revolución.

Las protestas por parte de las clases baja y media han incomodado al régimen desde el pasado diciembre, pero Khamenei sabe cómo manejar el disenso. En tanto las protestas no deriven en desorden masivo, podrían ayudar de hecho al régimen permitiendo desahogar la indignación pública y revelar a los servicios de seguridad a los líderes potenciales de una insurrección más grande.

Sin un juego más agresivo por parte de Estados Unidos, es improbable que este régimen doblegue sus ambiciones. Los mulás han arrojado miles de millones de dólares en el desarrollo de armas nucleares en buenas y malas épocas. Aun si las sanciones reducen las ventas de petróleo del régimen a menos de un millón de barriles diarios, los ingresos serán suficientes para mantener leales a los servicios de seguridad en ausencia de una revuelta popular masiva.

Ni siquiera el temor a un posible ataque militar ha movido a Irán a detener su programa nuclear. Según los expertos en armas nucleares David Albright y Olli Heinonen, quienes han revisado archivos iraníes capturados en el 2016 por la inteligencia israelí, Teherán no congeló su programa nuclear después de la invasión estadounidense a Irak en el 2003, como afirmó la inteligencia estadounidense en el 2007 y regurgitaron continuamente los funcionarios de Obama.

Las sanciones de hoy posiblemente no pueden igualar el temor que provocó George W. Bush en Teherán cuando los tanques estadounidenses corrieron hacia Bagdad. Y el desarrollo de centrifugadoras avanzadas es más barato de lo que solía ser. Heinonen cree que Irán probablemente tenga reservas significativas no declaradas del material necesario.

Uno de los aspectos más problemáticos del acuerdo de Obama fue la falta de acceso al personal, archivos y presuntos sitios nucleares de Irán. Este punto ciego persiste hoy sin un acuerdo. El régimen clerical podría todavía estar desarrollando tecnología nuclear y la CIA probablemente no lo sabría.

El cuadro no es mucho mejor a lo largo de la región. Irán controla vasto territorio a través de sus satélites en Irak y Siria. La guerra en Yemen también es algo excepcionalmente bueno para el régimen, con gastos mínimos y altos retornos en la forma de presión sobre el rival Arabia Saudita. Las legiones extranjeras chiíes de Irán probadas en batalla conllevan costos. Pero después de 40 años de escasez de dinero en efectivo y material, el régimen ha aprendido como combatir al imperialismo barato.

La administración Trump ha debilitado su influencia pareciendo no dispuesto a contrarrestar los avances de Irán con presión militar. Washington ha dejado en gran medida a Israel con la responsabilidad de contener a la Guardia Revolucionaria. El temor a los yihadistas suníes y a las represalias iraníes– tanto como la falta de autorización del Congreso para acción encubierta letal han frustrado las ambiciones de una campaña estadounidense para hacer sangrar al imperio chií a través de guerrillas de bajo costo. Estados Unidos no hará a Irán lo que Irán hizo a las tropas estadounidenses en Irak. Lamentablemente, los israelíes, saudíes y emiratíes simplemente no pueden manejar tal tarea sin ayuda estadounidense.

La administración tiene que desempeñar un juego más grande. Estados Unidos debe aumentar y sostener la presión el tiempo suficiente para que las contradicciones internas masivas de Irán agrieten la teocracia. Un consenso bipartidista renovado acerca de la debilidad del régimen clerical es una condición esencial, asegurando que la campaña sea sostenida dentro de la próxima presidencia. La administración también debe persistir en su intento por unir al mundo desarrollado contra la agresión de Irán.

Para desenmascarar la narrativa de Obama acerca de Irán, la administración Trump debe destacar más vívidamente el salvajismo del régimen en el exterior y su brutalidad en casa. Es probable que el Partido Demócrata y los países europeos occidentales resistan en tanto Trump sea presidente, pero intentarlo no daña. Será difícil que los progresistas condenen una política exterior construida explícitamente en promover los derechos humanos y la democracia una vez que los crímenes de Rouhani y del ministro del exterior iraní, Mohammad Javad Zarif, sean expuestos plenamente. La proclividad del régimen a asesinar a disidentes expatriados–la cual se acrecentó en la década de 1990 cuando el Presidente Akbar Hashemi Rafsanjani y su apañador, Rouhani, estaban en el poder–está aumentando nuevamente.

Las restricciones del acuerdo nuclear en ventas a Irán de armas convencionales y tecnología de misiles balísticos expirará en el 2020 y el 2023, respectivamente. Los demócratas y europeos deben reconocer los peligros potenciales e inyectar más músculo y consciencia dentro de sus políticas exteriores.

Trump y muchos republicanos han sido reticentes a promover la democracia y la sociedad civil de ultramar. Ellos serían sabios en superar esta vacilación y jugar toda carta que tienen contra el régimen para construir la base de apoyo más amplia, en casa y en el exterior. El reloj está funcionando.

 

 

*Marc Gerecht,  ex oficial de blancos iraníes en la CIA, es miembro principal en la Fundación para la Defensa de las Democracias.

 

Fuente: The Wall Street Journal
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México.