Enlace Judío México e Israel – Los niños que sufren de trastorno de estrés postraumático a largo plazo no logran recuperarse debido a que el mismo patrón se repite con los ataques con cohetes desde Gaza.

SHIRA KADARI-OVADIA

La gente ha olvidado el proyectil Qassam que cayó en el Kibutz Sufá, en la frontera de Gaza en abril de 2008, pero su eco aún se escucha en la casa de la familia Kalderón.

Ron, el hijo menor, tenía cuatro años cuando el cohete explotó en el patio del jardín de niños. No alcanzó a entrar al edificio y presenció el impacto. Desde entonces ha sufrido de estrés postraumático, con incesantes ataques de ansiedad, noches de insomnio y muchas terapias.

“No fue herido físicamente, pero sí emocionalmente”, comenta su madre, Sharon. “Estos últimos 11 años de su vida no han sido fáciles”.

“El ataque con cohetes resuena en casa casi todos los días. Ron no logra conciliar el sueño sin medicamento psiquiátrico, y también depende de él durante el día. En la escuela, estudia en una clase pequeña con un asistente, y sólo aprendió a leer en quinto grado. Constantemente oye los helicópteros y los tanques a lo largo de la valla de seguridad”, explica Sharon.

“Estamos lidiando con la situación, como todos”, dice. Muchos le preguntan por qué no abandonan el kibutz. “Esta es nuestra casa”, responde. “Hemos vivido aquí más de 25 años y hemos criado a nuestros hijos aquí. También es la casa de Ron, es lo que conoce”. El trauma está tan arraigado que no se relaciona con un lugar en particular; la familia estuvo en Tailandia un mes y Ron siguió sufriendo ataques de ansiedad.

Además, dejar el kibutz sería demasiado difícil. Sharon tiene opciones de empleo limitadas porque debe estar disponible para Ron en cualquier momento. “Hemos renunciado a muchas cosas al convertirnos en padres de un niño con postrauma”, dice.

Detrás de la frase “víctima de ansiedad” se esconde una realidad larga y compleja que al público en general le cuesta entender. La lesión no es visible, y eso es parte de la dificultad.

Una mujer israelí protege a su bebé en un refugio de Ashkelón, Israel, 5 de mayo de 2019. Foto: Amir Cohen / Reuters

“Ron se ve como un niño normal; no tiene cuernos ni cola”, dice Sharon. “Cuando le cuento a la gente sobre su situación, algunos dicen: ‘Pero se ve bien’. Obviamente, se ve bien, y hay días en que está feliz y activo. Pero no siempre es as[i, y eso los demás no lo ven. A veces me dice: ‘Mamá, no puedo levantarme’. Y realmente no puede. Sufre por el miedo y no de un problema de salud. Aquel que no lo ha vivido no puede entenderlo”.

Las agencias que debían proporcionar apoyo profesional también tuvieron dificultades para entender el problema. “El Instituto Nacional de Seguros, el sistema de asistencia social, el sistema educativo, ninguno de ellos lograron lidiar con esto al principio”, dice Sharon.

“Ahora entienden más, pero hay mucho por hacer. Estamos tratando a Ron, y al mismo tiempo aprendemos y le enseñamos al sistema c[omo lidiar con él”. A pesar de las dificultades, Sharon dice que es optimista. “Sin eso no estaríamos aquí hoy”.

El Servicio Psicológico del Ministerio de Educación se prepara para apoyar a los niños que han estado viviendo con las alarmas. Actualmente hay cinco centros Hosen (“Resiliencia”) en Sderot y en otras ciudades en la frontera con Gaza, que brindan asistencia psicológica durante tiempos de rutina, así como en emergencias. El Ministerio de Educación está principalmente instruyendo a los maestros sobre cómo presentar la dura realidad a los niños.

“Los adultos naturalmente quieren proteger a los niños y no los exponen, pero eso es imposible”, dice la Dra. Yoji Siman-Tov, directora del Servicio Psicológico.

“De todos modos, los niños están expuestos a la realidad a través de las noticias y las redes sociales, y la preocupación es que vuelen con su imaginación y construyan una imagen mucho más aterradora de lo que realmente sucede”. Por lo tanto, se enseña a los maestros a explicar la realidad sin causar ansiedad innecesaria.

“Los padres y maestros desempeñan un papel importante en situaciones de emergencia”, dice Siman-Tov. El Servicio Psicológico enseña a los maestros de escuela y preescolar a mantener el contacto con los niños, incluso cuando no hay escuela, y los capacita para esas conversaciones”.

“Es importante mantener una continuidad de vida normal dentro del caos”, explica. “Cuando hay una conexión con un adulto que conoce al niño en su vida diaria, el niño entiende que no todo está mal”.

Siman-Tov también señala que la mayoría de los niños se recuperan de un evento traumático que ocurre una sola vez. “Con los recursos emocionales naturales y con la ayuda del medio ambiente, tienen una buena recuperación. Cuando alguien confía en ti para mejorar, las posibilidades de recuperación son mayores”.

Sin embargo, cuando el trauma se repite, la recuperación es más compleja. Con cada ronda de violencia en el sur, el Servicio Psicológico recuerda a los maestros cómo detectar signos de trastorno de estrés postraumático. “Después de que un niño está expuesto a situaciones difíciles, es natural que durante los primeros días tenga mucho miedo, problemas para concentrarse y problemas para dormir”, explica.

“Si después de unos días, los síntomas desaparecen, aunque sea paulatinamente, el proceso es positivo. Si los síntomas no se moderan después de dos semanas, se debe consultar a un terapeuta especializado en trastorno de estrés postraumático”.

Fuente: Haaretz / Reproducción autorizada con la mención: © EnlaceJudíoMéxico

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