Enlace Judío México e Israel / Rab Yehuda Prero – En el quinto capítulo de Hilchos Ta’aniyos (Las leyes del ayuno), el Rambam (Maimónides) escribe que ayunamos en los días trágicos porque puede ayudarnos “a despertar nuestros corazones y abrirnos a los caminos del arrepentimiento. Son una señal de nuestra mala conducta y la de nuestros ancestros, que a su vez es un reflejo de nuestra conducta actual, la verdadera razón por la cual dichas desgracias siguen ocurriendo. Al recordar estos eventos, nos arrepentiremos y mejoraremos nuestro comportamiento, como dice el verso en Vaikra 26:40: ‘Y confesarán sus pecados y los pecados de sus padres …’ El Mishne Brura elabora sobre esta idea diciendo que “nuestro arrepentimiento debe ser por las acciones que ocasionaron desgracias tanto a nuestros antepasados como a nosotros mismos y que aun sufrimos.”

Cuando intentamos poner en práctica las palabras del Rambam y el Mishne Brura, el ayuno del diez de Tevet nos da un reto particular. El ayuno conmemora el día en que comenzó el sitio a Jerusalén durante los tiempos del Primer Templo. A primera vista es díficil relacionar este evento con nuestras vidas actuales porque el exilio que le siguió, terminó con la construcción del Segundo Templo; y el exilio en el cual nos encontramos ahora y del cual se derivan todos nuestros dolores como nación en realidad proviene de la destrucción del Segundo Templo, la cual no está relacionada con el diez de Tevet. Entonces ¿cuál es el dolor del que seguimos sufriendo derivado del diez de Tevet?

Eventos especiales del diez de Tevet

En uno de los rezos especiales del ayuno de Tevet encontramos la lista de tragedias que ocurrieron al pueblo judío en este día. “Por estos tres eventos,” escribe el autor, “instiuí un ayuno: (el ocho de tevet) el rey griego me obligó a traducir la Torá… fui castigado el nueve de tevet y me fue arrancado el dador de obras bellas, Ezra el Escriba” el último evento que el autor describe es el sitio a Jerusalén que ya hemos mencionado. Si logramos entender la conexión que existe entre estos tres eventos podremos entender los efectos que aun sufrimos por el diez de Tevet.

La traducción de la Torá al griego causó un daño irreparable. La Torá nos fue entregada en un único idioma y en una sola lengua. Los matices, las sutilezas y las implicaciones de las palabras específicas elegidas se pierden en la traducción. Las “70 facetas de la Torá” sobre las que nuestros sabios escribieron no se pueden ver fácilmente ni se pueden deducir de una traducción. Cuando uno la traduce además, se ve obligado a elegir una interpretación específica y los significados o interpretaciones simultáneos son descartados. Este aspecto de la traducción de la Torá fue el más perjudicial. Le dio licencia a la gente para comenzar a explicar la Torá como mejor les pareciera, ignorando otros significados relevantes y aplicables que también provenían del Sinaí. Las enseñanzas de los sabios fueron ignoradas, y las palabras santas de la Torá fueron corrompidas. Por esta razón, el ayuno fue instituido.

La muerte de Ezrá también afectó al mundo en cuanto al estudio de Torá. Hasta el tiempo de Ezrá, la escritura que usamos hoy en día en nuestros pergaminos de la Torá era desconocida por las masas. Había un sólo rollo escrito de esa forma – pero ese rollo estaba en el lugar más sagrado del mundo, y estaba reservado únicamente para el uso limitado de un grupo reducido. ¿Qué tenía de especial la escritura utilizada? La forma de las letras y las coronas que las adornan trasmiten un significado. Ezra sabía cómo entender la Ley Oral a partir de estas letras. Antes de Ezra, el pueblo estaba familiarizado con la Ley Oral, y no se necesitaba ayuda escrita. Sin embargo, durante la vida de Ezra, el pueblo se volvió menos versado en la Ley Oral y Ezra vio que se necesitaba una medida de emergencia para preservar la continuidad de la enseñanza y el entendimiento de la ley oral. Por lo tanto, enseñó a la gente como escribir con dicha escritura, y como esta escritura lleva consigo las pistas para conocer la Ley Oral. Nuestros sabios nos dicen que si Moshé no hubiera sido el que presentó la Torá a la nación de Israel, Ezra lo habría hecho – y fue Ezra quién presentó la escritura sagrada a la nación. Su muerte fue el fin de una era. Por esta razón, se justificaba un ayuno.

El Rambam escribe que los sabios y los profetas no anhelan la llegada del Mesías porque los judíos hayan alcanzado un mejor nivel espiritual, sino porque serán libres de estudiar la Torá sin distracciones. El exilio es un momento en el que todos estamos llenos de preocupaciones y afligidos por persecuciones; no es propicio para el estudio de Torá. Con el asedio a Jerusalén, nuestro exilio comenzó efectivamente. El esplendor de la Torá empezó a disminuir. Por primera vez en nuestra historia, no estábamos en el escenario óptimo para estudiar Torá; estábamos en decadencia. Con la muerte de Ezra años más tarde, la distancia del método adecuado para el estudio de la Torá aumentó. Con la traducción de la Torá al griego, nuestra distancia aumentó aún más: no solo estábamos en el exilio, sino que nos enfrentábamos al nuevo desafío que presentaba una traducción.

Los tres eventos que el ayuno del diez de Tevet nos recuerda comparten un denominador común: la disminución en el estudio diligente de la Torá. Este declive comenzó con el asedio de Jerusalén y permanece con nosotros hasta este mismo día.

Fuente: torah.org