Enlace Judío México e Israel – Mientras los economistas vislumbran que este año se podrá ver en forma de V, L, U ó W y los epidemiólogos hablan de posibles olas subsecuentes para el curso de la pandemia de COVID-19, el coronavirus nos está obligando a estudiar gráficas mucho más complejas, hechas de vertiginosas líneas quebradas con subidas, bajadas, picos, valles y aparentes mesetas que los modelos matemáticos difícilmente podían predecir con exactitud.

Sin duda, el comportamiento humano tiene una influencia directa en el trazo de esta epidemia, las decisiones individuales tienen consecuencias de impacto colectivo. Si bien nadie tiene una bola de cristal que nos devele el porvenir, si tenemos algunas certezas sobre lo que viene, y claridad en las acciones que podemos asumir por el bien propio, de los demás, de nuestra comunidad, de la sociedad.

Sobre el COVID-19 aún hay muchos misterios por dilucidar. Pero los expertos coinciden que el coronavirus seguirá su curso hasta que una gran proporción de la población se haya contagiado o esté protegido con la vacuna. Hasta que logremos la llamada “inmunidad de rebaño”. También es claro que a pesar de estar en desarrollo, una vacuna contra el COVID-19, que sea segura y efectiva no nos llegará antes del comienzo del 2021. Y sin embargo, en los meses próximos, hacia otoño, la epidemia de influenza estacional surge, como año con año, provocando síntomas similares al de COVID-19. Tos, fiebre, dolor de cabeza, cansancio. Este año no tiene porque ser distinto. La temporada de influenza llegará. 

De hecho, al inicio de la pandemia de COVID-19 algunos pacientes confirmados con coronavirus también tenían influenza. Muchos países optaban por hacer ambas pruebas para hacer diagnóstico diferencial correcto. Incluso, un hospital de China reportó que entre enero y febrero, el 57% de pacientes con COVID-19 también tenían algún tipo de influenza. Ante esta inminente situación, tenemos la grandiosa ventaja de que sí existe una vacuna contra la influenza. Que podemos hacer algo por procurar una mejor temporada de fin de año para todos. En la que evitaremos saturar los sistemas de salud con dos epidemias simultáneas, disminuyendo sustancialmente los riesgos de mortalidad.

La vacuna de influenza, aunque cambia año con año por la variabilidad específica que tiene el virus que la provoca, protege significativamente. De aplicarse a la mayor proporción de la población ayudaría a minimizar la concomitancia de dos enfermedades con síntomas similares que podrían colisionar incrementando las fatalidades de ambas. 

¿Por qué optaríamos por tener dos epidemias paralelas si podemos prevenir de forma importante una de ellas? Según el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, la vacunación de influenza es “la mejor forma de prevenir la influenza, acortar la enfermedad en caso de adquirirla, evitar hospitalizaciones y muerte a causa de influenza. La vacunación también protege el contagio a otras personas como familiares y amigos”; por lo que tiene beneficios personales y colectivos.

Además, un estudio publicado el 29 de junio como preprint en medRxiv encontró en una muestra de más de 92,000 pacientes con COVID-19 en Brasil, que quienes recientemente habían sido vacunados de influenza tuvieron 8% menos probabilidad de requerir cuidados intensivos, 18% menos probabilidad de necesitar ventilación invasiva y 17% menor probabilidad de morir. Confirmando que la vacunación de influenza reduce la mortalidad de COVID-19. Hecho que se cree sucede de forma similar con otras vacunas que hacen más ágil y robusto al sistema inmune, como de la tuberculosis.

Estos hallazgos también apoyan la hipótesis que formularon en abril dos investigadores de la Universidad Tanta en Egipto en la que propusieron que la vacunación de influenza, previa a contraer COVID-19, produce una mejor respuesta inmune que hace que la enfermedad que causa el coronavirus sea menos severa. Estos autores promovían desde vacunarse de influenza, una vacuna probada, ampliamente segura, como estrategia para minimizar la gravedad de una posible infección de COVID-19.

Por su parte, la Organización Mundial de la Salud advirtió hace unos días en su reporte de monitoreo de casos de influenza que actualmente éstos se han visto reducido, respecto a lo esperado a nivel global, seguramente como consecuencia del distanciamiento social y medidas de higiene que se siguen practicando en muchos países para controlar la transmisión del virus SARS-CoV-2. Buena noticia que estas medidas han tenido efecto positivo no solo disminuyendo la propagación del coronavirus sino también previniendo otras enfermedades que se contagian de forma similar.

En México, la vacuna de influenza se administra cada año en centros de salud y hospitales de instituciones públicas de forma gratuita a menores de 5 años, mayores de 65 años, quienes laboran en sistema de salud y personas de todas las edades con enfermedades crónicas o con el sistema inmune debilitado. Este año, debemos quizás incluir a quienes pertenecen al grupo de personas vulnerables a tener COVID-19 severo, grave o crítico: pacientes diabéticos, con hipertensión, y otras comorbilidades asociadas con esta nueva enfermedad.

Según datos de la OCDE, México en 2014 fue uno de los países con mayor cobertura de vacunación a personas mayores de 65 años, llegando a proteger al 82% de su población mayor de 65 años. De forma interesante, en 2009, año en que tuvimos en México la epidemia por H1N1 de influenza, la cifra fue aún mayor, alcanzando al 88% de este grupo etario. Estas cifras demuestran que México tiene una gran capacidad de alcance en sus programas de vacunación, específicamente para influenza, y que con la sensibilidad de la epidemia de 2009 más personas acudieron a los centros de salud a recibir la vacuna. Esperemos este año, 2020, se logren cifras importantes de vacunación con la idea de mitigar las posibles complicaciones en los sistemas de salud.

Desde mayo, la Organización Mundial de la Salud, a través de su programa de Vigilancia para Influenza (GISRS) emitió recomendaciones ante la posible emergencia de virus de influenza, que aproximadamente provoca la muerte de 650,000 personas al año.

Varios expertos en salud pública, como Lawrence O. Gostin, de la Universidad de Georgetown han comenzado a hacer hincapié en este llamado. En un editorial para JAMA comenta que “debemos prevenir la colisión de ambas epidemias, reducir la mortalidad por influenza, conservar la capacidad hospitalaria y de centros de salud disponible para atender los casos de influenza y COVID-19″. Y en la prestigiosa revista Science en un editorial que titularon COVID-19 e influenza, la tormenta perfecta, Edward Belongia y Michael Osterholm advirtieron que “el estrés en los hospitales será mayor si las epidemias de COVID-19 y la influenza se traslapan y hacen pico al mismo tiempo”. Y hacen un llamado a prepararnos para la llegada de la temporada 2020-2021 de influenza, en un momento donde el COVID-19 sigue rampante.

Ante esta situación, el Centro de Prevención y Control de Enfermedades de Estados Unidos (CDC) está por comenzar una campaña de vacunación en la que dejará claro que “esta temporada, recibir la vacuna de influenza es más importante que nunca, ya que no solamente te protegerá de la influenza, sino que conservará los recursos limitados para los trabajadores de la salud y pacientes de COVID-19”.

Ante el inicio de clases, el anhelado regreso a la normalidad, y las posibles relajaciones de medidas sociales hay varias acciones que los ciudadanos debemos hacer. Todos debemos usar cubrebocas, lavarnos las manos y practicar el distanciamiento social. Hoy, introducimos una más.

Si algún año vas a aplicarte la vacuna de la influenza, es precisamente este 2020: vacúnate contra la influenza.


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