Séfora – A lo largo de los siglos el hombre ha acumulado una cantidad vasta de conocimiento y ha logrado cambiar la realidad material que lo rodea hasta puntos que sus ancestros jamás hubieran imaginado. Y aunque cada época es distinta y con cada año el conocimiento que acumulamos es mayor siempre hay misterios que quedan como enigma en el corazón humano. Y la realidad es que la ciencia y la tecnología nos pueden explicar muchas cosas pero hay terrenos donde no hay nada que puedan opinar. Nos pueden decir qué es el uranio, como manejar una máquina para que haga lo que yo quiera e incluso nos pueden llevar hasta la luna, un poco más lejos y de regreso. Sin embargo, jamás van a poder enseñarnos cómo establecer relaciones humanas sanas; qué sentir, qué pensar, cómo comportarnos con nuestros padres o nuestros hijos; y generalmente no pueden darnos las herramientas que necesitamos para enfrentar los momentos más difíciles de la vida: la muerte de un ser querido o la perdida de algo sumamente importante en nuestra vida. Ese área, la de los sentimientos y indagación, le pertenece a otras disciplinas como la filosofía, el arte o la fe. Sólo ellas y la experiencia propia pueden darnos sabiduría.

El Pirkei Avot, un tratado de la Mishná a veces referido como “Dichos de nuestros padres”, es uno de los textos judíos más leídos y estudiados en el mundo de Torá, porque enseña a la persona a comportarse frente a situaciones diversas. Enseña a respetar al prójimo, a acercarse a D-os, a cuándo y cómo ser caritativo y a cuáles sentimientos dar fuerza. Su principal objetivo es mantener los principios éticos judíos vivos a lo largo de las generaciones; entre muchos de los temas que trata se encuentra el de la sabiduría. Los dichos preguntan cómo ser sabios, quién es el sabio y el lugar correcto que se le debe dar a la sabiduría en la vida. Los siguientes consejos y pensamientos fueron tomados de dicho texto.

¿Quién es sabio?

Estamos acostumbrados a confundir la sabiduría con el conocimiento o con la cultura, sin embargo, no una persona culta no necesariamente es sabia, pues la sabiduría más más que un conocimiento práctico y concreto se adquiere a través de la experiencia e involucra la sensibilidad que la persona tiene frente a los demás. Cada cultura tiene una manera distinta de definir la sabiduría en el caso judío se remarca mucho el lugar que la persona le da al prójimo y la mirada que tiene hacia a él, en el capítulo cuarto del Pirkei Avot se nos habla del rabino Ben Zoma éste solía decir “¿Quién es sabio? – Aquel dispuesto a aprender de todas las personas” (4:1)

Sólo aquel que logra ver las virtudes de todo el que lo rodea y entender su situación al punto tal de extraer una enseñanza será capaz de adquirir sabiduría. Este dicho nos muestra la importancia que el judaísmo le da al respeto al prójimo y la humildad.

La sabiduría y el habla

En el texto se mencionan siete características que todo hombre sabio tiene:

1) No habla ante alguien que es más grande que él en sabiduría o edad.
2) No interrumpe las palabras de sus compañeros.
3) No se apresura a responder.
4) Sus preguntas son sobre el tema y sus respuestas al punto.
5) Responde a las primeras cosas primero y a las últimas después.
6) En cuanto a lo que no escuchó, dice: “No escuché”.
7) Habla siempre con verdad. (5:7)

Como vemos, las siete características se refieren a la forma de hablar, pues para el judaísmo el habla es uno de los elementos más importantes de la persona. Se puede juzgar el carácter de cualquiera a través de la forma en cómo se expresa, pues está es muestra la forma en la que siente, la forma en la que piensa y es la forma en la que se presenta frente a las personas y D-os. Por eso en general se hace mucho énfasis en que la persona se exprese con respeto a la hora de hablar. Sin embargo, algo que es sumamente interesante de estos siete consejos también es la importancia que se le da a escuchar a los demás, y a conocer el lugar propio de uno pues se le da suma importancia a respetar la edad y la sabiduría de los otros y a no tomarse las palabras a la ligera.

Por eso mismo también constantemente la Mishná nos recuerda que el sabio es una persona discreta y callada, nos dice que la mejor herramienta para adquirir sabiduría es el silencio: “La tradición es una valla de seguridad para la Torá, el diezmo una valla para la riqueza, los votos de una valla de seguridad para la abstinencia; una valla de seguridad para la sabiduría es el silencio” (4:13). “Toda mi vida he sido criado entre los sabios, y no he encontrado nada mejor para el cuerpo que el silencio” (1:17)

La sabiduría y las buenas obras

Uno de los grandes aprendizajes que el texto tiene sobre la sabiduría es que sitúa dicha cualidad en el contexto de la persona, mostrando como se alimenta de varias otras cualidades y no es independiente como tal. Por ejemplo se remarca la importancia de las buenas obras, aquel que no lleva su conocimiento a la acción pierde el conocimiento y lo mismo sucede con la sabiduría, aquel que no realiza buenas obras con el tiempo pierde la sabiduría que tanto tiempo le tomó adquirir. En el capítulo 3 el texto nos dice que “aquel cuyas obras exceden a su sabiduría, su sabiduría perdura, pero aquel cuya sabiduría excede sus obras, su sabiduría no perdura” (3:10).

Y se compara a la persona con un árbol:

Uno cuya sabiduría es mayor que sus actos, ¿a qué es comparable? A un árbol con muchas ramas y pocas raíces; viene una tormenta y lo arranca, y lo vuelve de cara… Pero aquel cuyas acciones son más grandes que su sabiduría, ¿a qué se compara? A un árbol con muchas raíces y pocas ramas, al que todas las tormentas del mundo no pueden mover de su lugar. (3:17)