Enlace Judío – Dos razones me empujan a esbozar los párrafos que siguen. La primera tal vez se antojará a no pocos una digresión lejana y enigmática: la actualidad que en estos días adquiere el italiano Galileo merced a la difusión –en inglés y en hebreo– de la excelente biografía escrita por el israelí norteamericano Mario Livio. 

Y la segunda –para sumar al desconcierto de otros–: los múltiples resultados que el combate al COVID presenta en estos días, en particular en la dinámica y proyectos de la diáspora israelí, amén de otras repercusiones de carácter algo más general. 

Los ecos galileanos

El retrato de Galileo que el profesor Livio nos ofrece apunta las múltiples ataduras acaso inseparables entre la política, la teología y la ciencia. En contraste con las celosas resistencias que la Iglesia le reveló en su momento hasta condenarlo en 1633 al ostracismo y al encierro en su propio hogar, Galileo continuó enhebrando ideas y premisas que –paradójicamente y en el andar del tiempo– enriquecieron no sólo a las ciencias, también al credo religioso cuando este reconoció por fin sus límites. 

Entre sus ideas cabe recordar las curiosas semejanzas de la dinámica terrestre con todos los fenómenos celestiales, sugerencia que severamente irritó a los círculos eclesiásticos de entonces. 

Einstein más tarde ampliará esta premisa indicando que incluso las matemáticas –más allá de la autonomía que ontológica e históricamente presentan– constituyen el instrumento más útil para descifrar e interpretar a la realidad. Ciertamente, hasta hoy la peregrina dialéctica entre una y otra asombra a no pocos espíritus inclinados a lo metafísico.  

Con puntual claridad, Mario Livio –un astrónomo que nació en Rumania en 1945 y llegó a Israel 5 años más tarde– indica que las premisas galileanas han ganado apoyo no sólo en los círculos del Vaticano (en 1992, el papa Ioannes Paulus les dio la razón); actitud que no ha cambiado hasta estos días.  

Apegados al ejemplo galileano, la ciencia y los científicos procuran hoy preservar la independencia más allá de las presiones –directas y oblicuas– que regímenes políticos y empresas transnacionales hoy ejercen a fin de usarlos y controlarlos.

Planteamientos que, a mi ver, gravitan en particular en el actual quehacer de la diáspora israelí cuyos rasgos esbocé en su momento. Aquí se verán ampliados.

Los nexos con la diáspora israelí  

En el contexto de la difusión del COVID y de sus ramificaciones bacteriológicas —como la variante indiala estrecha comunicación entre Israel y sus ciudadanos en el extranjero presenta particular relieve. 

A mi ver, la diáspora israelí constituye un grupo disperso geográficamente —desde China a Londres transitando necesariamente por San Francisco— que sostiene vínculos profesionales con dinámicas entidades en Israel. 

No conozco estimaciones prolijas sobre sus dimensiones. Supongo que alcanza algo más de un medio millón de miembros incluyendo a sus familias. Por lógica y por lealtad corporativa aportan a los avances científicos y tecnológicos israelíes, y en este singular contexto reciben compensaciones y reconocimiento. 

Las brechas internacionales

Esta constelación territorial y socioeconómica particular contrasta con la que se conoce en la mayoría de los países de menor desarrollo, como —por ejemplo— algunos latinoamericanos. 

Por un lado, el gasto de estos en la actividad científica y tecnológica apenas llega en promedio al 0.5% del producto nacional cuando en Israel —a semejanza de USA y Europa occidental— desde hace tiempo supera el 4%. Asimetría que se traduce ostensiblemente en una desigual dinámica económica e institucional.

En contrapunto, cuando científicos y estudiantes de no pocos países resuelven instalarse en entornos extranjeros donde han cursado estudios y-o se insertan en sus dinámicos mercados e instituciones generalmente pierden contacto con sus lugares de origen. Más aún, en múltiples casos sus gobiernos no se empeñan en crear y ampliar las relaciones con los que se han ido como si fueran irremediables desertores. 

En contraste, el gobierno y la diáspora israelí procuran eludir estas tendencias. 

Aquí el vínculo entre estas entidades es firme no solo merced a arreglos contractuales. En algunos casos, científicos israelíes que se inclinan a instalarse en medios que les ofrecen superiores recompensas no dejan de desligarse del nido original. Y en cualquier caso, organismos gubernamentales y académicos del país no abrevian el contacto con ellos. 

Obviamente, cuando estos ciudadanos forman parte de empresas con matriz en Israel el vínculo es regular, sólido y frecuente.  

El COVID entre otros desafíos

Ciertamente, las implicaciones de mediano y largo plazo del COVID y de sus ramificaciones es un tema que debe ser prolijamente atendido. En el caso de Israel, no pocos componentes de su particular diáspora hoy colaboran en la atención de los problemas que la epidemia suscita en el país. 

Mas no es el único tema. Opino que el empeño para atenderlos —entre otros factores— habrá de acelerar la manifestación de dinámicas innovaciones en múltiples dominios de la computación y de la cibernética. 

Ciertamente, no solo en el caso de Israel. Los países hoy rezagados —si resuelven imprimir dinamismo y holgura a los avances científicos y tecnológicos alentando vínculos con sus respectivas diásporas y con instancias internacionales— ingresarán  a un rango más alto de desarrollo e ingresos en tanto que el atraso y la dependencia de aquellos que los ignoran se verán acentuados. 

En suma   

Si estos supuestos son correctos el resultado final dependerá de las actitudes —en este particular caso— de los gobiernos que regirán a Israel y de la atención que continúe revelando respecto a su particular y especializada diáspora. 

Obviamente, si éstos adelgazan su actual peso democrático o cambian rumbos los alcances y logros de los centros científicos y del devenir nacional se verán lesionados.   

 


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